Usted está aquí: martes 14 de noviembre de 2006 Espectáculos Nicolai, gigante ucraniano que pasó de la NBA a un circo del DF

Profesor de educación física en su natal Kiev, ahora vive en un hotel de Tacubaya

Nicolai, gigante ucraniano que pasó de la NBA a un circo del DF

Mide 2.40 metros, pero el libro Guiness reconoce a un chino como el más alto del mundo

JAIME WHALEY

Ampliar la imagen Nicolai, durante la entrevista con este diario Foto: Carlos Ramos Mamahua

Nicolai Zabolotny, ciudadano ucraniano de 2.40 metros, da un rotundo mentís al libro Guiness, luego de que el compendio de los superlativos y diminutivos mundiales dio a conocer hace poco que el chino Xi shun es el hombre más alto del mundo.

"Yo mido eso y conozco a otros que miden más", exclama con voz grave este gigante, quien actúa ­por el momento­ en un circo del Distrito Federal.

Nicolai sabe de la nominación de Guiness en torno a la estatura del espigado asiático, pero insiste en que hay otros de mayor talla. Uno es su paisano Vladimir, quien, asegura, mide casi 2.5 metros. Otro es Margarito, un peruano que sobrepasa los 240 centímetros que él tiene.

Nicolai es distinto de muchos otros gigantes. A sus 34 años, este ex basquetbolista que se alquila como atractivo de circo camina sin ayuda de bastón y su cuerpo no muestra las deformaciones que aquejan a otras torres humanas, lo que le permitió ser un destacado deportista, tentado por los cazadores de talento de la NBA.

"No jugué porque hay otros mejores que yo", explica en un fluido español, y se regocija sentado en la cama de un hotel de Tacubaya que, como todo fuera de su casa, le queda chica.

Con humildad aclara que no posee la habilidad de otros baloncestistas, y no creyó prudente presumir de haber sido profesional desde la banca.

Palabra de pigmeo

Casi todos somos pigmeos junto a este hombre (también diestro a la hora de ponerse ante un tablero de ajedrez). Así lo corroboran Pedro, de 1.94 metros, quien sintió en carne propia lo que otros jóvenes al estar cerca de Nicolai, y Javiercillo, quien está preocupado porque a sus 15 años mide apenas 1.50 metros. Este último recibió una explicación del ucraniano sobre el proceso de crecimiento y quedó conforme en que todavía está en posibilidades de ganar unos cuantos centímetros.

Si su estatura es extraordinaria, su crecimiento también lo fue, pues hasta los 16 años era un muchacho de 1.80 metros, pero en los siguientes tres meses tuvo un desarrollo desmedido: se alargó 33 centímetros y luego, en forma paulatina, alcanzó su actual estatura. Sus padres, dice, son personas de estatura promedio. Su papá mide 1.70 metros.

En su natal Kiev sus características no generan tanta sorpresa, pues ahí abundan las personas altas y el tamaño de las casas es adecuado. "Les llaman stalinkas", explica, debido a que por una disposición de la época de José Stalin los apartamentos debían tener buen espacio para la corpulencia de sus moradores.

Profesor de educación física

Nicolai es profesor de educación física, especializado en basquetbol. Su estancia en la selección de su país lo llevó a Estados Unidos, donde su equipo se midió con varios conjuntos universitarios. Este moderno Gargantúa recuerda que en Houston pudo comprarse botas y pantalones de su medida, y por 20 dólares consiguió unos zapatos de su número (del 18), cuando otra torre, el nigeriano Hakeem Olajuwah, lo llevó a una tienda de saldos.

A pesar de su tamaño, no fue fácil dar con Nicolai. Los empleados del circo instalado en el poniente de la ciudad se mostraron parcos. Vigilados por un par de mastines, apenas accedieron a cruzar palabra cuando se les inquirió sobre la estancia del gigante en México. Sólo hubo una referencia: "se hospeda en un hotel junto a unos baños".

Salvo por lo reducido del mobiliario, Nicolai se siente más cómodo ahí. "En otros lugares he tenido que agacharme en los cuartos y en los pasillos, pero aquí camino parado", dice.

Y pese a todo, su vida es como la de cualquier persona de estatura convencional. Lo único que lo compunge son las paupérrimas raciones de comida que sirven los restaurantes.

"Aquí pido sopa y me traen una taza que parece de café; pido consomé con verduras y sólo le ponen dos rebanadas de zanahorias, y la carne casi es transparente", se queja. Cuando habla, sus manos semejan un molino. Si bien no es musculoso, apenas se notan sus 150 kilos de peso.

Su bonachona presencia es ya familiar en el barrio; se le ve en el mercado y en tiendas del rumbo, en las cuales adquiere sus comestibles. "Todo, menos chile", pues confiesa que este producto le genera ardor en la boca, en el estómago y "aquí", dice, señalándose el trasero.

 
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