Usted está aquí: lunes 13 de noviembre de 2006 Opinión La Muestra

La Muestra

Carlos Bonfil
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Pequeña Miss Sunshine

Modelo de familia disfuncional

JUSTO EN el momento en que se exhibe sin mucha publicidad, con el riesgo de desaparecer de cartelera en dos semanas, Una familia disfuncional (C.R.A.Z.Y), la estupenda comedia franco-canadiense de Jean-Marc Vallée, la Muestra Internacional de Cine adelanta lo que probablemente será un estreno muy exitoso, Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine), del matrimonio de cineastas estadunidenses conformado por Jonathan Dayton y Valerie Faris.

SU PRIMER LARGOMETRAJE de ficción tiene como tema central la familia; como atractivo complementario, un toque de incorrección política, y como fórmula de entretenimiento una propuesta de comedia a partir de un road movie por el sur de Estados Unidos. Es un poco el trayecto de Transamérica, de Duncan Tucker, donde un joven va a California en busca de la figura paterna ausente, acompañado de un transexual que le reserva una sorpresa mayúscula.

LA COMEDIA DE Dayton/Faris exhibe a una familia en vías de desintegración, donde un abuelo, adicto a la heroína y a las ninfas de 15 años, convive con Dwayne, el nieto nihilista de tiempo completo, refugiado en el silencio como expresión de su misantropía nietzscheana (el joven es fanático del autor de Así hablaba Zaratustra), y un padre y una madre que apenas logran simular su mutuo hartazgo doméstico.

A ESTA GALERIA se incorpora el hermano de la madre, Frank, el tío homosexual recién rescatado de una tentativa de suicidio, estudioso de Marcel Proust y sumido en la languidez sentimental luego de ser abandonado por su amante.

ESTE ES EL hogar de la familia Hoover. Un hogar incapaz de aceptar la idea de fracaso, debido a que el paterfamilia, Richard (Gregg Kinnear), cree fervientemente en la superación personal e impone ese credo a los demás.

EL PROPOSITO DE esta comedia es sencillo y candoroso: navegar, sin muchos sobresaltos, a contracorriente de los valores republicanos de la familia perfecta, a partir de un pretexto pintoresco, el viaje en camioneta de Albuquerque a Los Angeles, a un concurso de belleza infantil, en el cual participará la hija de siete años, Olive, (Abigail Breslin).

UN TRAYECTO AGITADO que derribará la rutina y el hastío existencial de cada personaje, haciéndoles descubrir un goce intenso de libertad. Este elogio de la familia alivianada no depara mayores sorpresas. No tiene la fuerza dramática de la cinta aludida al inicio de esta nota ni tampoco la densidad sicológica de los miembros de aquella familia quebequense en crisis.

SU TONO ES menor y se diluye en un costumbrismo simpático, salpicado de anécdotas y melodías pegajosas, con un gag recurrente que no teme desgastarse (las averías de la camioneta que todos deben empujar todo el tiempo) y con un desenlace de catarsis festiva, en el cual un grupo de niñas Barbies, remedos de Shirley Temple o de Pocahontas, concursan por el título de Miss Sunshine en una grotesca pasarela, cercana, sólo por breves momentos, al espíritu de John Waters (Polyester/Una loca, loca familia americana, 1981), ese notable ilustrador del sueño familiar en Estados Unidos.

 
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