Usted está aquí: domingo 12 de noviembre de 2006 Opinión La Muestra

La Muestra

Carlos Bonfil
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Grbavica: la revelación de Sara

Crónica intimista, secuela del conflicto en los Balcanes

GRBAVICA, LA PELICULA bosnia ganadora del máximo galardón en el pasado Festival de Berlín, es paralelamente la radiografía de un barrio de Sarajevo (pronúnciese Garbavica para mayor facilidad) años después del final del conflicto balcánico y la pequeña historia de Esma (Mirjana Karanovic) y su difícil relación con Sara (Luna Mijovic), su hija de 12 años.

EN SU PRIMER largometraje de ficción, Jasmila Zvbanic, documentalista de origen serbio, residente desde joven en Sarajevo, ofrece una crónica morosa, naturalista, en relato lineal, del barrio que en tiempos no lejanos fue campo de detención y tortura de ciudadanos bosnios, víctimas del terror serbio. Entre los saldos de ese periodo de exterminio figura la violación de miles de mujeres y su consecuencia: numerosas madres solteras e hijos naturales.

EL CLIMA MORAL que prevalece en Grbavica años después de esta guerra es el centro del relato de Zvbanic, y el conflicto madre-hija una de sus ilustraciones más sugerentes.

DE MODO TAMBIEN paralelo se describe el despertar amoroso de la pequeña Sara y el adolescente Samir (Kenan Catic), quienes comparten el orgullo de tener un padre mártir y gozan con ello de los privilegios sociales que concede tal distinción, aunque la joven no pueda demostrarlo. Esma, por su parte, es cortejada por un empleado de la discoteca en la que trabaja de mesera, aunque no se siente con libertad para corresponderle por temor a lastimar a su hija, temerosa siempre de un posible abandono.

HASTA AQUI EL relato no es distinto de una gran cantidad de melodramas en los que un entusiasmo pasional materno se ve frustrado por la necedad y berrinche egoísta de la hija adolescente. La directora, sin embargo, sortea rápidamente este lugar común y concentra su atención en la personalidad lastimada de Esma, en su carácter introvertido, casi hosco, y en su dificultad para sobreponerse a los efectos devastadores de la guerra y sus atropellos, de los cuales la propia Sara es recordatorio y estigma.

DESDE LAS PRIMERAS imágenes que muestran a Esma en un grupo de autoayuda, al lado de mujeres que han compartido de diversos modos su experiencia, hasta la melancolía por la patria perdida que a lo largo del filme se expresa en canciones populares, la cinta es una reflexión sobre el dolor y la inocencia, el duelo personal y colectivo, y el recuerdo que afanosamente intenta desasirse del rencor y el lamento inútil.

SARA VIVE EN su adolescencia, y en pocos días, una violenta educación sentimental y la experiencia materna, registro de toda una generación, es su mayor aprendizaje. El drama que se perfila muy rápido en la cinta, termina por estallar en un desenlace seco, libre de coartadas sentimentales. El saldo del conflicto, recuerda la cineasta, fue nefasto: más de 100 mil muertes, un millón de exiliados y una memoria colectiva en permanente estado de zozobra. Grvabica, crónica intimista, resume notablemente esta tragedia.

 
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