Usted está aquí: domingo 12 de noviembre de 2006 Economía Nuestro drama petrolero

José Antonio Rojas Nieto
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Nuestro drama petrolero

Desde los primeros días de noviembre, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) disminuyó en poco más de un millón de barriles diarios sus cuotas de producción. Hubo reacciones inmediatas. Los precios detuvieron el descenso drástico que experimentaban desde hace cerca de dos y medio meses, pero nuevamente comenzaron a subir.

Y es que no obstante los augurios de un freno significativo en la economía estadunidense ­en general internacional­, el alza invernal del consumo es inminente y, con ella, la recuperación, al menos temporal, de los precios. Los relativamente altos inventarios no frenan el ascenso. En todo caso lo atenúan un poco.

Ahora bien, ¿de qué magnitud puede ser este ascenso estacional y cuáles son sus efectos para el precio de 2007? Hay bastante consenso al respecto. En el ambiente estadunidense se indica una elevación no inferior a cinco o seis dólares mensuales para este invierno (con referencia al mes de enero de 2007), en relación al precio de octubre, por cierto, el más bajo del año: 59 dólares por barril para el marcador West Texas Intermediate (WTI). Pero esta elevación se compensaría con bajas estacionales en 2007, que llevarían el promedio a dos o tres dólares los 66 por barril de 2006: cerca de 64 para el mismo WTI (no menos de 50 dólares para nuestra mezcla que en 2006 promediará entre 53 y 54 dólares por barril).

Más particularmente, para la oficina gubernamental de energía de nuestros vecinos, el crecimiento será más modesto en el invierno y la disminución el año entrante no mayor a un dólar por barril.

La Agencia Internacional de Energía ­expresión fundamental de los grandes consumidores de Europa­ también estima un crecimiento del precio de entre dos y tres dólares para el invierno próximo. Y una leve disminución para el año entrante, no superior a dos dólares. Y es que no obstante la inminente desaceleración de la economía de nuestros vecinos (que, también evidentemente, no permite hacer cuentas alegres de nuestro crecimiento económico para 2007), el crecimiento mundial de la demanda de crudo será superior al de 2006, aunque todavía lejos del excepcional aumento de un consumo mundial del año 2004. Ese año la demanda creció casi dos y medio millones de barriles al día, de los cuales, por cierto, solamente China concentró la tercera parte. Este año fue clave en la elevación sostenida de precios que continuó hasta el pasado julio.

En 2005, la demanda creció millón y medio de barriles, con un descenso ligero, pero sólo ligero, de la participación de China. En 2006 apenas poco más de un millón, nuevamente con China como motor de este aumento. Y para 2007 se estima en un millón y medio de barriles al día el incremento absoluto de un consumo mundial de crudo que podría alcanzar un promedio próximo a los 87 millones de barriles diarios.

Ahora bien, a pesar de que los incrementos anuales son más modestos que en años anteriores ­al menos por el momento­, se enfrentan a un problema ya crónico: la decreciente capacidad excedentaria de producción. Entre 1991 y 1997, esta capacidad excedentaria promedió los dos y medio millones de barriles al día, siempre en relación al consumo promedio de ese periodo. Entre 1998 y 2002, se elevó a cerca de cuatro millones de barriles diarios, entre otras cosas por la retracción de la demanda experimentada por el decaimiento económico de Estados Unidos, de Europa y de Japón. La reactivación económica de 2003 en adelante nuevamente hizo descender esta capacidad excedentaria. Por eso, el promedio 2003-2006 será de apenas poco más de un millón de barriles al año. En buen romance esto significa que en los próximos años ­especialmente en los inviernos­ habrá más, mucho más presión de la demanda. Y, consecuentemente, de precios.

Y esto en tanto se despliegan los resultados de las inversiones en reposición de reservas y en ampliación de la producción que ­incuestionablemente­ se han incrementado desde 1999 por la elevación de las cotizaciones internacionales del crudo, aunque no en los ritmos y niveles que la demanda supondría.

Esta es la amenaza principal del mundo petrolero: la lenta ampliación de la capacidad de producción. Es, asimismo y en consecuencia, la amenaza principal para nuestra industria petrolera, incapaz ­como ninguna­ de resarcir al ritmo y nivel adecuados sus reservas, por un lado, y su capacidad de producción por el otro.

Es indudable que el entorno petrolero es relativamente alentador para los productores que concurran al mercado mundial ya no sólo con menores costos, sino con capacidad creciente de producción. Nosotros ya estamos en el grupo de productores con costos crecientes y capacidad decreciente. Y no hemos hecho nada en serio ­realmente en serio­ para contravenir esta tendencia. La elevación de nuestros costos de extracción de crudo, la saturación de nuestro nivel productivo y la retracción de nuestras reservas debieran ponernos en alerta máxima en este terreno. Alerta máxima en serio.

Las aves de rapiña de una renta petrolera mexicana muy abundante aunque, sin duda, cada vez menor, siguen rondando los pasillos burocráticos. Pretenden ubicarse en lugares clave para utilizar nuestro decaimiento en su sólo provecho. Y amenazan con controlar una deteriorada industria petrolera nacional que ­pese a todo y merced a nuestro por siempre y para siempre amado mar de Campeche­ este año entregará al Fisco no menos de 50 mil millones de dólares por Derechos de Extracción de Hidrocarburos, renta petrolera pura. Con ello se acumulará un monto sexenal cercano a los 200 mil millones de dólares de 2006, que poco ­casi nada­ ayudó a modificar nuestros vicios y debilidades seculares. Sí, casi nada. ¿Qué sigue? Resistir, proponer y desarrollar alternativas virtuosas. No hay de otra. Sin duda.

 
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