Usted está aquí: domingo 12 de noviembre de 2006 Deportes ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez
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Dos cuates de Monterrey

EL PROBLEMA DE Monterrey no es sólo de industrialización, crecimiento e inundaciones, sino de identidad, ese "conjunto de rasgos propios de un individuo o una colectividad que los caracterizan ante los demás". De tal manera que a los regiomontanos les sobra conciencia de su capacidad emprendedora, tipo gringo, pero no de algunas raíces mexicanas y españolas.

PARECE QUE LA proximidad con el imperio ha mermado la convicción de sus habitantes de que son mexicanos de primera, no importadores de segunda ni globalizonzos de tercera. De ahí que los encuestólogos no se animen a preguntar a los regios si quieren seguir siendo parte de la Federación u estado libre y asociado del país más poderoso y menos sensible que haya conocido la historia de la humanidad.

LAS REVELACIONES DE esa encuesta serían estremecedoras, ya que la creciente estadunización de México se agudiza en los estados fronterizos del norte, donde formas de vida y mentalidad agringadas van de la mano con ropa, productos y chucherías importadas de Estados Unidos.

PERO TIEMPOS HUBO en que México no sólo exportaba "al otro lado" mano de obra barata e indocumentada, sino un espectáculo por demás original y atractivo: corridas de toros. Las principales ciudades norteñas montaban, a plaza llena, con miles de espectadores estadunidenses, temporadas memorables con las principales figuras mexicanas y algunas españolas.

SIN EMBARGO, CUANDO los países se achican, también se achica su fiesta de toros, reflejo y termómetro de la temperatura anímica e ideológica de la comunidad donde aquella está inmersa.

LA REFLEXION ANTERIOR es con motivo de la reciente e insólita protesta de dos matadores oriundos de Monterrey, hace décadas tan moderna y próspera como mezquina en su oferta de espectáculo taurino y en las exigencias de su menguada afición, no obstante ser la cuna de diestros como Lorenzo Garza y Manolo Martínez.

ENRIQUE Y ALBERTO Espinoza son cuates, no sólo en el sentido de amigos íntimos, sino en el biológico (son mellizos), y han sido relegados injustamente por las empresas desde que tomaron la alternativa, hace ocho años. Y eso que Enrique fue protegido de Manolo Martínez, quien sólo estorbó en su carrera, pues prometió darle la alternativa y pidió a su amigo Rafael Herrerías que lo hiciera figura. Alberto, en tanto, tuvo una muy torera actuación en la última corrida (4 de junio) de la minitemporada de la México.

SIN EMBARGO, ni en Monterrey ni en el Distrito Federal los muchachos fueron incluidos en las temporadas respectivas, por lo que, desesperados, el 7 de noviembre pasado, en su ciudad natal, vestidos de luces decidieron encaramarse a un elevado anuncio espectacular y desplegar una manta que decía: "Los cuates Espinoza, toreros hasta el fin", mientras arriba el anuncio de marras rezaba: "La deliciosa opción para todos. Johnny Foods. De venta en H. E. B".

LO DICHO: globalización sin criterio, mata todo.

 
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