Usted está aquí: miércoles 8 de noviembre de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez
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Consejo perredista: apuesta al olvido

El desbarre de la vocera en la Asamblea

Una oportunidad para las definiciones

Hoy habrá de sesionar el Consejo Estatal del PRD para establecer, entre otras cosas, o principalmente, cuál deberá ser su camino en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y nadie descarta que entre acuerdos, secretos y vergüenzas inconfesables, se trate de meter en el hoyo del olvido un asunto que va a dañar buena parte de la credibilidad que aún le queda.

Fresca en la memoria permanece la declaracion de la diputada por Xochimilco Nancy Cárdenas, que se convirtió en la vocera de los deseos de su tribu: Nueva Izquierda, y se puso, por decirlo así, a las órdenes de Felipe Calderón. Las opiniones de la señora, que no fueron hechas a título personal, buscaban, como parece, claro, acomodar principalmente a los jefes de su tribu en los círculos de colaboración del que pretende ser el nuevo gobierno de la Republica. Pero más que eso, o sobre eso, la idea que sobresale, que resalta, es la forma abierta con la que se marca una distancia entre la Nueva Izquierda y todos los que están a favor del proyecto de Andrés Manuel López Obrador. La reacción del PRD no se hizo esperar, pero como llamarada de petate, la indignación murió tan rápido como se encendió. Es verdad que se silenció a la diputada Cárdenas. Enmudecida por boquifloja, la señora se ha metido en las sombras, pero como lo ha dicho a sus colaboradores, es cosa del tiempo, que todo lo cura, para que vuelva a hacer uso de la palabra y como si nada hubiera pasado. Es más, la legisladora sabe que la declaración que levantó polvareda no tuvo mayores consecuencias. Tan no las tuvo que permanece tranquila como vocera del PRD en la Asamblea, y parecería, entonces, que todos los miembros de su partido se hallan en un acuerdo inconfesable, por vergonzoso, para que, pese a todo, continúe siendo la transmisora de las posturas de ese grupo parlamentario.

El problema fue, y es, que la señora Cárdenas, como vocera del PRD en la ALDF, traicionó a parte de su partido, porque no todos los integrantes de la bancada están de acuerdo con su dicho, pero además traicionó a muchísima gente que votó por el PRD, en la elección más reciente, porque López Obrador encabece, y encabeza, un proyecto que los de su signo (Nueva Izquierda) no aceptan.

El PRD en su conjunto deberá reflexionar, antes de que se lleve una sorpresa, cuál deberá ser su actitud frente a la tribu en la que milita la vocera perredista de la ALDF. Está claro que ese grupo no está, ni estará, en la lucha de López Obrador, y entonces la pregunta salta: ¿Para qué los quieren dentro de ese partido? Dicen algunos que Jesús Ortega, uno de los patriarcas de la tribu, ha reiterado una y otra vez su fidelidad al proyecto del Frente Amplio Progresista, pero también se habla de que Ortega ya no controla a su tribu, cuando menos en el DF. Si eso es verdad, y de una vez por todas la parte del DF se escindiera del PRD, la pérdida no sería tan grave, si acaso alcanzaría a un grupo de Iztapalapa y otro de Venustiano Carranza, pero nada más. Por eso, si se hacen las cuentas bien hechas, saldría más barato romper ahora si no hay convencimiento en el proyecto más importante en la vida de ese partido, que lamentar con cara de estúpidos más tarde la traición que ya fue anunciada. Y por algo se debe empezar. Hoy que habrán de tomarse decisiones, una de ellas debería ser la separación de la señora Cárdenas, cuando menos del cargo de vocera. De otra forma todo sonará a una muy mala opera bufa y otra vez el PRD, en su conjunto, le fallará a quien y quienes lo llevaron al lugar que ocupa en el DF.

Las bombas

Es verdad que los conflictos políticos cuando estallan es porque las soluciones propuestas no encontraron en la justicia ­entendida ésta como un bien para la mayoría­ el arreglo que los conforme. También es verdad que la violencia no parece el mejor camino para lograr la justicia, que obliga, por su notoriedad, a olvidar hasta las causas que la motivaron, pero lo que no puede caer en la desmemoria es que los gobiernos que ignoran la voz de la gente, tarde o temprano escuchan su estallido. ¿O no?

 
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