Usted está aquí: jueves 2 de noviembre de 2006 Opinión Día de muertos en Oaxaca

Fernando Gálvez de Aguinaga

Día de muertos en Oaxaca

La festividad de los Santos Difuntos es quizá la más extendida y arraigada entre el pueblo de México. La creencia popular es que por estas fechas, los muertos salen del inframundo y regresan a departir con los vivos, mezclándose en asuntos humanos y terrenos. Quizá éste sea el motivo por el cual los muertos oaxaqueños se están revelando contundentemente contra Ulises Ruiz y Vicente Fox. Primero fue el asesinato del periodista estadunidense Bradley Will, hecho que puso los ojos del mundo en la cadena represiva del gobierno estatal contra la insurrección pacífica del pueblo oaxaqueño (es increíble que la muerte de un extranjero pese más que la de más de diez mexicanos). El fallecimiento del comunicador del medio independiente Indymedia generó una reacción en cadena de pronunciamientos de organismos internacionales defensores de derechos humanos, agrupaciones de periodistas y hasta del gobierno de Estados Unidos, obligando a la clase política mexicana (sobre todo al PAN y al PRI) a tratar de despertar de su letargo y complicidad frente a las acciones criminales del gobierno de Oaxaca. Sin embargo, la torpeza de Vicente Fox y su gabinete los llevó a decidir una acción eminentemente represiva, en una lógica similar a la de Ulises Ruiz, ante un estallido social que ha demostrado una y otra vez que ya no se arredra frente a la agresión del Estado, y que exige una solución política y profunda a sus justas demandas. La incursión de la PFP fue altamente violenta, contradiciendo los dichos del gobierno, sus vocingleros y de Felipe Calderón. Para dimensionar la violencia policial, basta entrar a Internet, por ejemplo a la propia página de Indymedia, para encontrarse videograbaciones que registran numerosas violaciones a los derechos humanos, grupos grandes de policías golpeando a un solitario e indefenso manifestante, niños rociados con gases o líquidos químicos desde una tanqueta, detenciones violatorias de las garantías individuales y hasta una toma en que de pronto se interpone un granadero de la PFP, pone su tolete frente a la cámara y amenaza al camarógrafo con meterle un balazo, casi como relevando en su tarea a los sicarios que asesinaron dos días antes al colega estadunidense de este anónimo comunicador.

La esquizofrenia del gobierno federal los hizo optar por medidas altamente violentas para intentar dispersar al movimiento popular de Oaxaca, pero una vez realizado el trabajo sucio, no saben cómo asumir sus propias acciones, sus propias responsabilidades y simplemente niegan la realidad que circula ampliamente en los medios: hubo muchos heridos, decenas de aprehendidos por razones políticas y tres muertos.

Hace un par de días otro muerto se les puso rebelde a los gobernantes, pues la necropsia al cuerpo del enfermero Alberto López Bernal reveló que había sido matado por un cartucho de gas lacrimógeno que le perforó el pecho, derribando la versión del supuesto saldo blanco del operativo. Parece que los muertos han salido a dar la lucha por los oaxaqueños vivos, desmintiendo a los gobiernos, poniéndolos en severos aprietos y haciéndolos aparecer como falsos y autoritarios.

Para el Día de Muertos, la APPO ha realizado una ofrenda dedicada a todos los caídos en el movimiento. Vale recordar que la UNESCO declaró a esta tradición como Patrimonio Cultural de la Humanidad apenas el año pasado y es seguro que el expediente tenía un grueso apartado de versiones oaxaqueñas de la festividad, así que más le vale al gobierno de Vicente Fox no ordenar a sus cuerpos represivos que ataquen y destruyan esa expresión popular, y hoy también de lucha, pues no vaya a ser que los difuntos que difícilmente controlan el Presidente de México y el gobernador de Oaxaca se unan y los metan juntos a la cárcel algún día. Quizá Nazar Haro y Luis Echeverría nunca pisen la prisión, pero si la democracia y la justicia se hacen efectivas en este país, veremos a Medina Mora, Vicente Fox y Ulises Ruiz pagando por esas muertes.

En Portugal hubo una revolución de los claveles, en Oaxaca se está librando una batalla con aroma a cempasúchil.

 
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