Usted está aquí: lunes 30 de octubre de 2006 Opinión La humillación democrática

Herman Bellinghausen

La humillación democrática

Finalmente, el Estado mexicano enseñó el cobre. El poco que le quedaba en la abollada "legitimidad democrática" de su ya lejano "cambio" de 2000. Ha cubierto punto por punto el expediente de los tiranos y los cobardes, aunque con gesticulación democrática y moderna con atención al respetable público y las instancias internacionales de representación o dominio económico. Vende la nación. Impone sucesor mediante fraude y prácticas prohibidas por sus propias leyes. Usa las fuerzas armadas para reprimir, no a "un extraño enemigo" sino al pueblo. Criminaliza y absuelve a modo con la manipulación facciosa e inescrupulosa de los poderes de la Unión.

La complicidad se redondea con el concurso de los partidos políticos, esos hijos predilectos del régimen, mantenidos con nuestro dinero para que se repartan poderes y presupuestos que son de ellos, en vez de nuestros.

Servil con el poderoso, arrogante y traicionero con el humilde, del gobierno yanqui es tapete de traspatio (tratados, acuerdos, castigos, chantajes, muros) como nunca lo fue el viejo régimen priísta. Y para el pueblo mexicano, ¿qué es el Estado foxista para el pueblo que gobierna? Que lo diga, por ejemplo, el oaxaqueño.

Primero, su "manejo" del "caso Oaxaca" reconfirma a qué grado el gobierno panista ha sido y seguirá siendo un apéndice funcional del priísmo al cual relevó y continuó. Permitió la elección fraudulenta del señor Ulises Ruiz Ortiz, la progresión autoritaria, abusiva e ilegal de su gobierno, y lo sigue solapando mientras es desconocido masivamente por su pueblo y raya en su cacha más y más muertos.

El gobierno federal finge que atiende, desatento como siempre que se trata de pobres. Finge que negocia para ganar tiempo (o sea, perderlo miserablemente). Finge tener la razón, y de rodillas le prestan los medios masivos sus cajas de resonancia. Permisivo, obsequioso, comprensivo con el gobernador más repudiado y desconocido por su pueblo en toda la historia moderna de México. Uno que sumó a su delincuencial comportamiento mientras gobernaba una actitud criminal contra el pueblo que decidió ponerle un alto. El foxismo permitió que alguien tan impresentable como el mandatario de Oaxaca "aplicara" el estado de derecho.

Y así puso a la entidad a una prueba que, para su desgracia, fue superada por el pueblo. Y con creces. El movimiento magisterial, que desde el principio fue más importante que sus líderes, se encontró con la población de Oaxaca en el mismo camino. En un proceso unitario sin precedentes, las organizaciones políticas y sociales, las autoridades tradicionales indígenas del estado más indígena del país, gobiernos municipales, colonias y barrios de las ciudades (no sólo la capital), las ONG, los estudiantes, los padres de familia, los comerciantes, comunidades eclesiales de base y hasta no pocos empresarios locales.

Los maestros y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) pusieron bajo sitio al gobierno que desconocen, ocuparon las calles de su propia ciudad y movilizaron a los oaxaqueños en sus siete regiones, y en las muchas más de su exilio en el país, Estados Unidos y Canadá. Los unificó su Anastasio Somoza local. En un movimiento esencialmente pacífico y deliberativo, democrático pues. Los disparos han salido, durante cuatro meses, siempre del mismo lado: policías, porros, pistoleros, golpeadores a sueldo. Los muertos los ha puesto el otro lado, el que no dispara, el que argumenta, pero que tampoco se deja.

Barricadas, garrotes, brigadas móviles, comunicación horizontal expedita, organización. Esas han sido sus armas, y con ellas se han defendido legítimamente los oaxaqueños, pues han sido atacados por tomar decisiones soberanas. La "salida" represiva estuvo considerada desde hace mucho, pero ante la fuerza real de la protesta, había sido inaplicable. La complicidad del foxismo con el PRI, casi su secuestrador, ha sido hasta la náusea. (Bueno, ya se aguantó otras náuseas, como la del góber precioso).

Con las jaurías sueltas, los tribunales y las cárceles listos, los medios de comunicación bien aceitados, el foxismo-calderonismo pretende escarmentar al heroico y digno pueblo de Oaxaca. "Las instituciones son primero", aunque estén tan podridas como las del ulisismo. Tuvo que morir un gringo (aunque estuviera del lado del pueblo) para que el gobierno "decidiera" actuar. Los mexicanos no ameritan. Y para colmo, se protegerá a los culpables y se perseguirá a las víctimas. La humillación como método.

 
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