Usted está aquí: domingo 29 de octubre de 2006 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Ramírez Heredia, aficionado

HABIA TITULADO ESTA columna "Ramírez Heredia, taurino", pero de inmediato la palabreja al lado del apellido, se cayó por sí sola. Hay, desde luego, respetables nombres de familia a los que les queda muy bien tan desacreditado calificativo, pero en el caso del escritor Rafael Ramírez Heredia (Tampico, 1942) su embeleso y pasión por la fiesta de los toros, antes que por el espectáculo a que la han reducido los taurinos, rebasa con mucho las estrecheces del taurinismo.

CIERTO DIA, BOBEANDO por la sección de libros de infame tienda departamental, me saltó a los ojos Tauromagias, obra publicada por la Dirección de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la que Ra- fael reunió una serie de 27 ensayos sobre el tema taurino. La compré sin ver, todavía sin dar crédito a tan insólita distribución de un libro publicado por la UNAM.

A LA SEMANA siguiente -sincronicidades, diría Jung- me llamó Ramírez Heredia para invitarme a la presentación de ese libro en la cantina La Guadalupana. Nos habíamos conocido tiempo atrás en el bebedero El Ruedo, contiguo a la Plaza México, y de inmediato salieron, espontáneas, las antenas de la reflexión común con el pretexto de la tauromaquia o de la sempiterna crisis de la fiesta como reflejo de la del pueblo donde está inmersa.

DE AQUEL HOMBRE me había impresionado, antes de conocerlo, su enorme capacidad para convertir en ediciones lo que se proponía: novela, relatos, teatro, ensayo, crónica. Y ahora me impresionaba su amplio mostacho en contraste con su incipiente calvicie. Pero lo que más me llamaba la atención de este Rafael era su entusiasmo contagioso, su vehemencia cuasi en campaña, así se tratara de un asunto baladí.

EN SUS TAUROMAGIAS, el autor de El Rayo Macoy, más que hablar "de toros", transmite al lector sus personalísimos sentires y pensares en torno a la fiesta de toros, algunos de sus personajes y muchos de sus sentimientos, a través de esa, repito, apasionada afición taurina, a diferencia de tantos escritores mexicanos que repudian, desdeñan u ocultan tamaña debilidad premoderna, reprobada por los imperios en turno.

PERO LO QUE atrapa de las Tauromagias ramirezheredianas es ese estilo desenfadadamente disciplinado que caracterizó al autor, en el que la antisolemnidad puede ir del brazo de la agudeza, la gracia al lado de la observación crítica y la exasperación caminar junto a la esperanza y la ternura, todo con una lograda capacidad para matizar en vez de dramatizar en torno a un espectáculo originalísimo e inteligente que, por falta de pensamiento crítico y honesto, se ha visto reducido a su propia caricatura.

INTIMOS E INTENSOS resultan sus relatos de chonadas, novenarios y aventuras de los torerillos corredores de la legua, en una tauromaquia aún a la espera de cineasta o documentalista que recoja las heroicas escenas de esa expresión del arte del toreo, no apta para exquisitos.

YA DESCANSA RAFAEL Ramírez Heredia -gitano huasteco- de tanto escamoteo y tergiversación en torno a una de las fiestas de sus amores. Vida lograda si la hay, el hueco que deja será más sensible en la medida que nuestra intelectualidad, como los políticos, no vea ni oiga acerca de esta expresión cultural de México.

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