Usted está aquí: jueves 26 de octubre de 2006 Opinión Teatro para niños

Olga Harmony

Teatro para niños

Afortunadamente, cada vez es mayor la importancia que los padres de familia dan a que sus hijos vean buen teatro, y también es afortunado que se presenten a los niños opciones cada vez más interesantes e imaginativas, muy alejadas de los añejos cuentos que antes parecían ser lo único que podían disfrutar. El Centro de Teatro Infantil del INBA, dirigido por Marisa Giménez Cacho, se preocupa, y mucho, por ofrecer un alto grado de calidad en las escenificaciones que elige. De dos de ellas querría ocuparme, ambas de autores que están en el Sistema Nacional de Creadores, lo que avala la importancia que el teatro para niños ha cobrado.

En colaboración con el grupo Seña y verbo, que dirige Alberto Lomnitz, presenta El rey que no oía pero escuchaba de Perla Szuchmacher. Ya en varias ocasiones me he referido a este grupo de teatro de sordos que, además de promover la no discriminación hacia los no oyentes, desde el punto de vista teatral ofrece la singularidad de utilizar tres lenguajes, el hablado, el corporal y el de señas. La autora presenta un cuento que tiene un gran fondo social, ya que a la tiranía del rey parlante opone la fuerza del pueblo que lo defenestra para poner en su lugar a ese otro rey que sabía escuchar a sus súbditos aunque no fuera oyente. Con la dirección al alimón del propio Lomnitz y el sordo Adrian Blue, con los excelentes actores Ricardo Esquerra y Clarisa Maheiros, oyentes, y los sordos Eduardo Domínguez, Jofrán Méndez y Lupe Vergara, de igualmente buen desempeño, se desenvuelve la anécdota.

En un sencillo espacio escenográfico creado por Edyta Rzewska -también diseñadora del vestuario-, que consiste en una escalinata con un cajón que será trono, los cinco duendes que narran la historia intercambian papeles, apoyados por perchas que, según sus aditamentos, cobran vida y se convierten, así en personajes. Edyta crea, mediante divertidos sombreros, diferentes oficios de personas que llevan al rey malo a la frivolidad y al derroche, exprimiendo a un pueblo que lo derroca, aunque al final ambos hermanos se reconcilian, juegan al duelo ajedrecístico y de esgrima y el lenguaje de señas es aprendido por todos los pobladores, con lo que cualquier cruel connotación se elimina; no por nada la dramaturga -también directora- es una connotada exponente del teatro infantil.

Un caso diferente, aunque también con implicaciones sociales, es el de Pancho Villa y los niños de la bola K, de Antonio Zúñiga, con el grupo Alborde Teatro de Ciudad Juárez, que presenta tres edades diferentes del viejo Alfredo Chaparro (Manuel Chávez, también general Villa), cuando niño (Roberto Heredia) y cuando joven (Gilberto Barraza) que lo llevarán a la época revolucionaria mediante sus recuerdos, a punto de su muerte. Con escenografía de Jesús Hernández, también diseñador de la iluminación, consistente en tres paneles de burdas tablas, que se doblan, la del centro da lugar a una pantalla para las proyecciones, y que tienen pequeñas hendiduras por las que se logra presentar ventanas de un ferrocarril que rueda y pita según el diseño sonoro de Mauricio Ugalde -los actores, con vestuario de Sergio Ruiz- van dando lugar a los recuerdos del viejo, a veces doblando algún papel. Vemos a la madre Yolanda Abbud, también en otros roles como el de la viuda de Villa; al hermanito muerto en la bola en forma de títere que arroja canicas rojas en lugar de sangre, a la pícara Torcuata (Xochiquetatl Rodríguez) que asomará a la puerta del tren, y que veremos en proyección como una de las más famosas fotografías del archivo Casasola, a la pequeña Rosa (la bailarina Citlali Rodríguez, que será también un ángel) y a otros personajes desfilar en escena en este excelente montaje dirigido por Rodolfo Guerrero, en que el grupo juarense vuelve por sus fueros.

Y hablando de teatro para niños, es bueno insistir en que ojalá la próxima administración presidencial le dé la debida importancia a los programas de teatro escolar tanto en el Distrito Federal como en los estados, que este año se ha visto tan mermado en número de grupos, en que los pequeños y los adolescentes menos privilegiados que los que asisten a los teatros del INBA pueden acercarse al fenómeno teatral con puestas en escena interesantes y bien realizadas por profesionales que, en el caso de los estados, reciben asesorías y en el del DF son seleccionados por jurados de artistas y maestros.

 
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