Usted está aquí: miércoles 25 de octubre de 2006 Opinión Recesión estadunidense

Alejandro Nadal

Recesión estadunidense

En los últimos 36 meses, el precio del petróleo en el mercado internacional experimentó un incremento de 120 por ciento, llegando a los 80 dólares por barril. El alza fue provocado por un aumento en la demanda, problemas de abastecimiento después del huracán Katrina y expectativas de crisis por la guerra en Irak.

Como en el caso de cualquier mercancía básica, la expansión de la demanda tuvo dos componentes. El primero estuvo determinado por la capacidad instalada y la tasa de inversión imperante en la economía mundial. El segundo componente es la demanda especulativa que está alimentada por expectativas sobre la evolución futura del mercado petrolero. Hoy se ha reducido la demanda especulativa porque se piensa que el precio del petróleo continuará cayendo o, por lo menos, ya no va a aumentar. ¿Será eso una buena señal?

Entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre, el precio del crudo descendió alrededor de 20 por ciento y se situó alrededor de los 60 dólares. Muchos observadores consideran la reducción en el precio del crudo una buena noticia porque entraña una caída en costos a lo largo de todas las cadenas productivas y facilita el control de la inflación.

Pero existe otra interpretación, menos optimista y compartida por un número creciente de casas de bolsa y corredurías. Según esta visión, la caída en el precio del petróleo es consecuencia de una reducción en la demanda total de crudo y no el efecto de un mejor comportamiento por el lado de la oferta. De hecho, la baja en el precio del crudo podría constituir un factor negativo que perturba los planes de inversiones en nueva exploración petrolera y expansión de la capacidad productiva. De cualquier modo, la evolución reciente en el precio del crudo sería el indicio más claro de que la economía mundial y, en especial, la de Estados Unidos se encamina a una recesión.

La información sobre el desempeño de la economía estadunidense en el tercer trimestre estará disponible el 27 de octubre, pero desde ahora los pronósticos no son alentadores. El consumo sigue siendo el motor clave de la economía, pero las ventas de autos y otros bienes de consumo duradero han sufrido un descenso significativo y ésa es la más clara señal de que se avecina una recesión. El relajamiento de las presiones inflacionarias está directamente relacionado con esta perspectiva de lento crecimiento.

La acumulación de inventarios, el aumento en los índices de capacidad ociosa y la mediocre evolución del empleo en septiembre también indican que las cosas no andan bien. La producción industrial sufrió una reducción de 0.6 por ciento en septiembre, la caída más fuerte en un año. El pesimismo por la debacle en Irak contribuirá a empeorar las perspectivas negativas sobre la inversión y el consumo en los próximos meses.

Por todo lo anterior, se pronostica que la tasa anualizada de crecimiento del tercer trimestre no rebasará 1.7 por ciento. Eso representaría un desplome brutal en el desempeño estadunidense porque el crecimiento anualizado en el primer trimestre fue 5.6 por ciento y 2.9 por ciento en el segundo trimestre. La menor tasa anualizada para el tercer trimestre se acompaña de un pronóstico de cero por ciento en el cuarto trimestre. De 5.6 por ciento a 0 por ciento en doce meses: eso es el equivalente de un aterrizaje forzoso. Por esa razón el pronóstico firme es que la economía estadunidense entrará en una recesión para el primer trimestre de 2007. La nueva recesión podría ser más profunda y duradera que la de 2001.

Ni Europa ni Japón podrán compensar el efecto global de una reducción en la tasa de crecimiento de la economía estadunidense. En el caso de Japón, porque su recuperación incipiente después de diez años de estancamiento todavía es frágil. El Banco Central Europeo mantiene una postura muy restrictiva en su lucha contra la inflación y, además, la caída en las exportaciones a Estados Unidos hará más difícil mantener altas tasas de crecimiento. Abatir las tasas de desempleo en Europa no será fácil.

Para la economía mexicana y su modelo maquilo-exportador, todo esto deletrea malas noticias. Cerca de 90 por ciento de nuestras exportaciones son para Estados Unidos y ese dato dice todo sobre los efectos sobre México de una recesión en aquel país. El mal desempeño de nuestro vecino también tendrá consecuencias sobre Canadá y realmente se traducirá en una recesión estadunidense en toda la extensión de la palabra. En México, el grupo en el poder tendrá que enfrentar la condición agravante de un menor excedente petrolero para despilfarrar.

El señor Agustín Carstens dice no creer que habrá una recesión, ni en Estados Unidos ni en México. Quizás maneje indicadores diferentes a los de las principales corredurías y a los del Financial Times. En todo caso, sus declaraciones recuerdan a Calvin Coolidge, el presidente de Estados Unidos que afirmaba que todo iba bien y la economía se encaminaba hacia una mayor prosperidad para todos. Era el año de 1929.

 
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