Usted está aquí: lunes 23 de octubre de 2006 Política Periodismo a la carta

Carlos Fazio /II y última

Periodismo a la carta

Tras un periodo de relativa calma entre 1974 y 1979, se inició una segunda etapa de transmisiones radiales virulentas hacia Cuba mediante el incremento de emisiones por onda corta desde el territorio de Estados Unidos. La nueva escalada contra la isla coincidió con el comienzo del gobierno de Ronald Reagan. En 1980 el programa Santa Fe I -como se conoció al primero de una serie de documentos elaborados por un grupo de expertos al servicio del Partido Republicano- recomendó la creación de una nueva radio, en el contexto de lo que ya se dibujaba como un conflicto de baja intensidad dirigido a resolver de una vez por todas el "problema cubano".

"La Habana debe ser responsabilizada por su política de agresión contra los estados hermanos de América. Entre otras medidas, será creada la Radio Cuba Libre, bajo abierta responsabilidad del gobierno de Estados Unidos. Emitirá información objetiva al pueblo cubano y, entre otras cosas, (detallará) los costos de la sacrílega alianza de La Habana con Moscú. Si la propaganda falla, debe ser lanzada una guerra de liberación contra Castro", decía textualmente el documento de Santa Fe I.

Los asesores de Reagan echaron a andar un incipiente mecanismo de lobby para convencer al Congreso. Los esfuerzos culminarían en 1985. El 17 de mayo de ese año, Reagan convocó a una reunión de alto nivel en la Casa Blanca. Estuvieron presentes el vicepresidente George Bush; Caspar Weinberger, secretario de Defensa; el secretario de Estado, George Schultz; Robert McFarlane, consejero; el director de la CIA, William Casey; Charles Wick, director de la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA), y otros miembros del Consejo de Seguridad Nacional, entre ellos Pat Buchanan y Constantine Menges. Allí se anunció el nacimiento de Radio Martí, cuya paternidad reivindicaría Jorge Mas Canosa, máximo dirigente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), con sede en Miami.

"¿Por qué no retar el control de información de Castro en la isla, con transmisiones como las de Radio Europa Libre?", dijo un eufórico Mas Canosa, quien se convirtió en el tipo más popular del exilio anticastrista. Aunque no fue ideada por él, la creación de Radio Martí se convirtió en un símbolo de lo que era capaz de lograr el lobby de la FNCA. Graduado en un curso de propaganda de la CIA en Fort Bening, Mas Canosa reconocería después ante The Miami Herald que el proyecto radial "podía tener serias implicaciones militares".

Desde entonces, la emisora ha tratado -sin éxito- de fomentar un potencial opositor interno en la isla, que pueda dividir a la población y distanciarla de sus líderes, mientras se prepara el terreno para crear una situación de disturbios y acciones estridentes. Dicho de otro modo, la función de Radio Martí es fomentar un frente interno que justifique, desde el exterior, eventuales acciones militares o de otra índole, por Estados Unidos, en defensa y apoyo de una presunta "oposición democrática".

Desde sus inicios, Radio Martí, que nació como un servicio para Cuba de La Voz de Estados Unidos -dependiente a su vez de la USIA, entidad gubernamental encargada de la propaganda en el exterior-, ha tenido como sello inequívoco el de la acción punitiva desde el éter y ha contado con elementos de flagrante ilegalidad en el campo de la radiodifusión. De forma simbólica, Radio Martí -que encarna una modalidad de subversión, desestabilización y penetración cultural e ideológica de Estados Unidos hacia Cuba- salió al aire utilizando en el sur de Florida las mismas antenas de transmisión que usó la CIA en los años 60 para comunicarse con los grupos de misiones especiales y agentes infiltrados en la isla.

Tras la salida al aire de Radio Martí, asesores en guerra sicológica de Reagan comenzaron a manejar la idea de poner en práctica un proyecto televisivo para enviar propaganda a la isla. En las conclusiones finales, sus promotores se pronunciaron por la utilización de un aerostato cautivo, situado en la base militar de Cayo Cudjoe, próximo a Cayo Maratón. El aerostato, ubicado entre unos 3 mil y unos 4 mil metros de altura, contaría con un transmisor de alta potencia y una antena direccional adecuadamente diseñada que, orientada al este de la ciudad de La Habana, abarcaría una importante porción de la región occidental. Los estudios incluían, además, la posibilidad de utilizar uno o dos aviones para ampliar la cobertura de la señal.

Con toda justicia, el intento de imponer a Cuba una señal televisiva fue calificado de virtual Enmienda Platt electrónica, en alusión al apéndice impuesto por Estados Unidos a la Constitución cubana de 1902, que cercenó parte de la soberanía isleña (Guantánamo). El plan, finalmente aprobado, violaba la Convención Internacional de Comunicaciones, rectora de las ondas mundiales, adoptada en Nairobi en 1982. El convenio fue suscrito por 130 países, incluidos Estados Unidos y Cuba. Las transmisiones en español de Tv Martí comenzaron el 27 de marzo de 1990, usurpando un canal del espacio radioeléctrico cubano utilizado por Radio Rebelde. Pero se encontraron con un obstáculo: un grupo de científicos y técnicos cubanos concibió y puso en práctica un sofisticado sistema que, tan pronto la señal se proyecta desde el aerostato en Cayo Cudjoe, se "dispara" automáticamente e impide la penetración de la señal televisiva sobre territorio cubano.

Según varias investigaciones de la Oficina de Fiscalización General del Congreso de Estados Unidos, "los programas noticiosos de Tv Martí carecen de equilibrio periodístico y no cumplen con los requisitos de calidad de La Voz de Estados Unidos". Para el representante demócrata Bill Alexander, de Arkansas, Tv Martí es "una reliquia de la guerra fría". A su juicio, no beneficia "los intereses de Estados Unidos" y no tiene sentido "mantener una televisora que no se ve".

No hay duda, pues, de que al margen de las normas internacionales sobre radiodifusión, Estados Unidos ha venido utilizando medios masivos de comunicación como instrumento de propaganda subversiva, en un intento por desestabilizar y socavar el orden interno en Cuba. Para ello se ha valido durante años de periodistas mercenarios como Carlos Alberto Montaner que, ahora se sabe, recibían pagos del Departamento de Estado para mentir, hacer propaganda, falsas denuncias y difamar a la revolución cubana, no para informar con objetividad.

Para muestra un botón: el 7 de agosto de 1989, Montaner preguntó en su comentario por Radio Martí: "¿Cuándo comenzó realmente la complicidad de Cuba con el narcotráfico? Aunque parezca increíble, hay pruebas tan remotas que (señalan que) desde 1961 el Che Guevara, entonces presidente del Banco Nacional (de Cuba); el capitán Moisés Crespo, de la policía política cubana, y nada menos que Salvador Allende (luego presidente de Chile) discutieron la posibilidad de crear una red de contrabando de drogas entre América Latina y Estados Unidos". Se trató de una gran patraña.

Por eso, mueve a risa ahora que Montaner y un grupo de periodistas corruptos hayan reclamado a La Jornada mayor "rigor periodístico" y la acusen de haberse sumado "al pelotón de fusilamiento moral" contra ellos. Más allá de los conflictos éticos y de interés -que en lo personal han dicho que no los tienen-, el verdadero problema de Montaner y compañía es que han venido trabajando para Radio y Tv Martí, dos vehículos para la subversión en Cuba, y por ello han recibido miles de dólares durante años de sucesivas administraciones estadunidenses. Su respetabilidad y credibilidad, por tanto, no valen un centavo, aunque por presiones de la mafia terrorista de Miami -"que lo puso de rodilla", según el Granma- el Nuevo Herald haya tenido que restituir en su puesto a Alfonso, Connor y Cancio.

 
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