Usted está aquí: lunes 23 de octubre de 2006 Cultura Descifran avanzadas técnicas de tlacuilos para elaborar códices

Desarrolla la UNAM un procedimiento para estudiar los documentos sin dañarlos

Descifran avanzadas técnicas de tlacuilos para elaborar códices

Analizan los textos no por su valor histórico, sino como obras de arte, y los discursos que plantean

Identifican bases químicas en los colorantes usados, como el azul maya

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen Fragmento del Códice Colombino, único prehispánico que se encuentra en el país Foto: María Meléndrez Parada

Ampliar la imagen Aspecto de la manera en que se estudian los códices con luz infrarroja, técnica desarrollada en la UNAM Foto: María Meléndrez Parada

Ampliar la imagen El Códice Cholula, el cual muestra huellas severas de deterioro Foto: Cortesía de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia

Ampliar la imagen El Códice Badiano, que denota ya la inflluencia española Foto: María Meléndrez Parada

En el mundo prehispánico existía un conocimiento muy avanzado de las técnicas pictóricas. Realizar un códice era un acto de creación artística en el que maestros tlacuilos debían preparar cuidadosamente sus materiales y utilizarlos de acuerdo con técnicas aprendidas y perfeccionadas de generación en generación.

¿Cómo elaboraban sus pigmentos y colorantes? ¿Cuántos tonos de azules, amarillos o rojos formaban parte de su paleta cromática? ¿Cómo los aplicaban sobre las pieles curtidas o en textiles? ¿Qué diferencias existían entre el negro humo y el negro hueso? ¿Cómo hacían para que el color resistiera el paso del tiempo? ¿Cuál era su técnica de dibujo y coloreado?

Con estas premisas y dudas bajo el brazo, un grupo interdisciplinario de investigadores mexicanos analiza cuatro de los códices más valiosos que pertenecen a México y que se encuentran bajo el resguardo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH): el Colombino, el Badiano, el Cholula y el Mapa de Sigüenza.

La relevancia de este estudio radica en que se utiliza una metodología no destructiva, con tecnología desarrollada por especialistas del Instituto de Física (IF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en colaboración con investigadoras del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE), también de la UNAM, y el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Consejo Nacional para la Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Se trata de una alianza entre varias instituciones que "usualmente no se da" en el país, con el fin de realizar un análisis global de esas joyas del patrimonio nacional, considera el físico José Luis Rubalcava, integrante del proyecto que, aunque se encuentra en su fase inicial, está revelando secretos fascinantes.

Por ejemplo, "en el caso específico del estudio del Códice Badiano se han identificado diferentes manos en su elaboración y una interesante combinación de conceptos occidentales y mesoamericanos en cuanto a la creación pictográfica que merecen ser analizados con mayor detenimiento", señala el equipo de trabajo conformado por físicos, restauradores, químicos, historiadores y fotógrafos en un informe técnico realizado ex profeso para La Jornada.

Agregan que aunque los códices han sido estudiados desde hace años por especialistas de diversas disciplinas, "nuestra aportación tiene que ver con la metodología empleada, la cual utiliza diferentes técnicas no destructivas, como el registro fotográfico con calibración de color mediante espectrofotometría y soportes digitales de alta resolución para la identificación material".

A los códices se les está estudiando más que como documentos históricos, "como obras de arte que poseen un lenguaje plástico propio y paralelo al discurso escrito, en el caso del Badiano, y pictográfico en el caso del Colombino".

Estudio del patrimonio

Rubalcava añade en entrevista que hace cuatro años el Instituto de Física de la UNAM desarrolló el prototipo de un aparato de fluorescencia de rayos X para estudios del patrimonio nacional, como la pintura de caballete que alberga el Museo Nacional de Arte, miles de cascabeles prehispánicos que se encuentran en el Templo Mayor, obras de arte plumario o piezas coloniales.

Un segundo aparato perfeccionado es el que se utiliza ahora para descubrir la naturaleza del los colores que iluminan esos bellos documentos que narran el pasado de México, in situ, instalado en la bóveda de seguridad donde se resguardan los códices.

El Códice Colombino es el único documento prehispánico que pertenece a México. Consiste de dos fragmentos, uno conservado en la BNAH, y otro, llamado Becker 1, se encuentra en el Museo de Etnología de Viena, Austria. Esta pieza proviene de la Mixteca de la costa; su texto pictórico se encuentra muy dañado, pero se ha logrado interpretar su contenido y hoy se sabe que se trata de una biografía del Señor 8 Venado, Garra de Jaguar (1063-1115 dC), uno de los protagonistas más importantes de la historia mixteca. La vida de este alto dignatario es narrada también por otros documentos prehispánicos de esa región, como el Códice Nuttall (que está en Londres) y el Códice Bodley (ubicado en Oxford).

El Mapa de Sigüenza narra la peregrinación de los aztecas mexicas desde su salida de Aztlán, recorriendo la Huasteca, la zona Tepaneca, pasando por Chapultepec y hasta su llegada al valle de México, donde fundan Tenochtitlán.

El Códice Cholula está clasificado como material cartográfico histórico y se trata de un mapa de la región de Puebla; entre los pictogramas que contiene se encuentran caminos, pirámides, iglesias, batallas, personajes e inscripciones en náhuatl, escritas sobre papel amate; de esta forma se describen los últimos años de la civilización indígena y los primeros de la española. También expresa la manera en la que estas dos civilizaciones se fueron fundiendo y adaptando.

El llamado Códice Badiano es un hermoso librito ilustrado cuyo título original es Libellus de medicinalibus indorum herbis, realizado por el médico indígena Martín de la Cruz que, ya para el año de 1552, tenía ciertas influencias de la medicina europea.

La obra fue traducida al latín por Juan Badiano, indio de Xochimilco, profesor del Colegio de Santa Cruz en Tlatelolco, y fue dedicada al hijo de Antonio de Mendoza, virrey de la Nueva España. La versión del latín al español la hizo Angel María Garibay y fue publicada en 1964.

Los investigadores que analizan estos cuatro códices explican que aunque los cronistas del siglo XVI mencionan la preparación de algunos colores utilizados por los pintores indígenas, "estas descripciones son bastante incompletas. Sin embargo, aunque deficiente, la información de las fuentes documentales coloniales es nuestro punto de partida para la investigación sobre materiales y técnicas de manufactura de los códices prehispánicos y coloniales.

"La identificación de materiales orgánicos, como son los colorantes y aglutinantes, es mucho más complicada que la identificación de materiales inorgánicos, como los pigmentos.

"Hace menos de una década, para identificar éstos aún era necesario tomar muestras, es decir, retirar un pequeño fragmento de la capa pictórica de los documentos para someter esa muestra a diferentes análisis.

"Con el aparato portátil de fluorescencia de rayos X se ha logrado determinar elementos químicos presentes en la base de preparación, colores y soporte, lo cual permite identificar los materiales usados en la realización de los códices sin que sea necesario extraer ninguna muestra de la capa pictórica.

"En la misma bóveda que resguarda los documentos se realizan análisis por reflectografía infrarroja, fluorescencia de luz ultravioleta, colorimetría, fluorescencia de rayos X; en una segunda etapa se probará un aparato portátil para efectuar espectroscopía Raman, lo cual resultará de gran utilidad para la identificación de colorantes orgánicos.

"El azul maya es el primer ejemplo conocido de un pigmento artificial empleado en época prehispánica: no se encuentra en la naturaleza, sino que se prepara sometiendo el índigo (un colorante) y la atapulguita (una arcilla blanca) a un proceso que da por resultado un pigmento sumamente resistente", detalla la información del grupo de investigadores conformado por Eumelia Hernández Vázquez (IIE-UNAM), Elsa Arroyo Lemus (IIE-UNAM), José Luis Ruvalcaba Sil (IF-UNAM), Sandra Zetina Ocaña (IIE-UNAM), Tatiana Falcón Alvarez (IIE-UNAM) y Carolusa González Tirado (BNAH-INAH).

Los avances de este importante proyecto se analizarán y discutirán en el coloquio Rayos X y otras técnicas físicas en arte, arqueología e historia que se realizará del 7 al 10 de noviembre próximos en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía de la ciudad de México.

 
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