Usted está aquí: domingo 22 de octubre de 2006 Opinión Reyes y reina

Carlos Bonfil

Reyes y reina

Arnaud Desplechin es uno de los autores más sobresalientes en el cine francés actual. Reyes y reina (Rois et reine, 2004) fue un éxito internacional de taquilla y crítica, y con todo ello ni esta película ni el resto de su filmografía han conseguido figurar en las listas de los recorridos de cine francés presentados recientemente en nuestro país. Con excepción de La centinela, exhibida por la Universidad Nacional Autónoma de México, el resto del trabajo de este realizador se desconoce en nuestro país. Reténganse los títulos Esther Kahn, Cómo me disputé mi vida sexual, La vida de los muertos o Leo, interpretando En compañía de los hombres, y adviértase la audacia de la distribuidora que hoy acepta correr el riesgo de presentar comercialmente en México una cinta de dos horas y media, con un buen reparto y con una narrativa desconcertante que combina los temas de la muerte y la locura, la melancolía amorosa y el resentimiento de un padre, enfatizando la complejidad y el encanto de una mujer, pequeña reina de las galerías de arte, cuya vida afectiva gira en torno de cuatro hombres, los reyes del título, dos ya fallecidos, a quienes ella sobrevive con pragmatismo, consciente de que los dos restantes habrán de sobrevivirla.

Sorprende el título impuesto a la cinta en español, Reyes y reinas, que en su generalización abusiva hace caso omiso de la particularidad de un relato original, donde cuatro existencias masculinas se refieren desde el punto de vista de una sola protagonista, la estupenda Emmanuelle Devos. Atiéndase a la novedad de la cinta y al modo en que Desplechin combina con astucia la comedia y el drama sicológico. Dos historias corren paralelas: Nora Cotterelle (Devos) ha perdido a su novio de quien estaba embarazada, y 10 años después la descubrimos en busca de un padre que acepte adoptar a su hijo. El elegido es Ismael (Mathieu Amalric), antiguo novio suyo, cuya profunda depresión lo mantiene internado en un asilo. Al mismo tiempo, Nora descubre que su padre, un escritor famoso, padece cáncer terminal, lo cual complica la existencia de la joven en vísperas de un matrimonio que tenía como propósito simplificársela. En esta espiral narrativa nada termina teniendo el aspecto que prometía en un inicio. El novio muerto visita a Nora en un sueño para informarse de la suerte de su hijo, y el padre a punto de morir escribe en su diario las frases lapidarias que cambiarán la imagen que teníamos de la relación con su hija. Ismael, el loco de lucidez sorprendente, violinista y filósofo, aporta, además, una vigorosa nota humorística a esta historia de aparecidos, en particular cuando señala imperiosamente a una siquiatra (Catherine Deneuve) que las mujeres carecen de alma, por vivir desde siempre en pequeñas burbujas protectoras, en tanto los hombres viven una línea recta y dura que conduce sin reparos a la muerte. Esta y otras extravagancias las refiere Ismael en esta notable comedia fúnebre que combina un cuarteto de Anton Webern con el Moon river, de Henry Mancini y Johnny Mercer. Un cruce de Robert Altman y Jacques Rivette en la historia de un anciano temeroso de la muerte próxima, heroico en la persistencia de sus fobias y su culto al orgullo, cuya actitud contrasta con una generación más cínica que reduce a la hilaridad y al absurdo la vanidad de lo vivido y el enigma de lo que queda por vivir.

¿Una comedia sobre la muerte? En todo caso, sobre la absoluta incertidumbre de los sentimientos propios y los ajenos. Sobre la insensatez de confiar en la fidelidad de los demás cuando éstos apenas pueden garantizar la propia. "Muero lleno de cólera, y no deseo que tú me sobrevivas", escribe el padre a la hija, mientras el ánima de otro padre ahuyenta a bofetadas a los tiburones que acechan la suerte de su hijo. Unos bandidos entran a la tienda del padre de Ismael, anciano admirable que con una sonrisa y unos pocos golpes derriba la fatalidad. Un giro de humorismo ha bastado para conjurar ésta y muchas otras desgracias. Este mismo giro lo ensaya con brío Desplechin en Reyes y reina, tragicomedia fantástica, donde los muertos protegen a los vivos de todas sus incontinencias terrenales.

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