Usted está aquí: sábado 21 de octubre de 2006 Opinión Wilma: un año de completo abandono

Editorial

Wilma: un año de completo abandono

Luego del huracán Wilma, el estado de Quintana Roo, el más perjudicado por este fenómeno meteorológico, vive una doble realidad: por un lado, el sector turístico y los servicios asociados prácticamente se han recuperado, gracias a los recursos proporcionados por el gobierno federal; por el otro, las comunidades más pobres siguen inmersas en una precaria situación y se encuentran abandonadas por las autoridades, a pesar de las numerosas promesas de acudir en su ayuda.

El 21 de octubre de 2005, Wilma ingresó a Quintana Roo con categoría 5 en la escala Saffir-Simpson ­la más alta­ y vientos de hasta 315 kilómetros por hora, provocando un millón de damnificados y graves daños en la infraestructura turística de Cancún ­hoteles, restaurantes, plazas comerciales, marinas y pequeños y grandes negocios­ y en zonas residenciales, sobre todo en las colonias irregulares alrededor del centro turístico. Sólo unos 5 mil cuartos de hotel estaban en condiciones de recibir huéspedes en Cancún y unos 15 mil en la Riviera Maya. Los tres muelles de la isla de Cozumel, el principal destino de cruceros en todo el mundo, quedaron inservibles.

De acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, se recibieron 19 mil 545 denuncias por siniestros, las cuales sumaron unos mil 790 millones de dólares. Dentro de este universo no figuran las 7 mil 708 palapas propiedad de personas en extrema pobreza que desaparecieron durante el desastre. Asimismo, la Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional del estado informó que las afectaciones en la infraestructura pública ascendieron a 2 mil 170 millones de pesos, y la Secretaría de Desarrollo Económico consignó a unas mil 753 empresas perjudicadas, de las cuales mil 478 eran microempresas. Y en cuanto al empleo, la Confederación Patronal de la República Mexicana sostuvo que se perdieron unos 20 mil 500 puestos laborales, tan sólo en Cancún.

El doble criterio de las autoridades para aliviar a la población quedó en evidencia desde un inicio, ello sin mencionar las irregularidades cometidas inmediatamente después del huracán, como el robo de la ayuda humanitaria y su concesión condicionada a filiaciones partidistas. La recuperación de las playas de Cancún, del bulevar Kukulcán de esta ciudad y la restauración de la capacidad hotelera fueron las únicas prioridades del gobierno federal, que aportó al menos mil 800 millones de pesos, de los cuales 235 millones de pesos se gastaron para renovar las playas y 134 millones se destinaron al bulevar Kukulcán. Además, se concedieron créditos blandos a los empresarios hoteleros, a quienes se les eximió del pago de impuestos en el resto de 2005, y se les otorgó un programa de becas por 75 millones de pesos para que pudieran mantener a su planta laboral, entre otras facilidades. Así, se han recuperado 23 mil de los 27 mil cuartos de hotel en Cancún, mientras la capacidad de la Riviera Maya creció en 5 mil cuartos más que antes de Wilma.

En contraste, unas 14 mil familias que habitan en 64 colonias irregulares siguen padeciendo las consecuencias del huracán, viviendo en casas de cartón, algunas de ellas con techos de lona, para protegerse de las inclemencias del tiempo. Esta situación es aún más grave y escandalosa si se tiene en cuenta que hasta el momento estas personas no han recibido la ayuda prometida para reconstruir sus viviendas y reubicar sus poblados: tan sólo obtuvieron unas cuantas láminas de cartón y promesas de auxilio que nadie se ha preocupado en cumplir. Inclusive muchos han tenido que levantar nuevamente sus palapas por sus propios medios.

Este abandono revela que para las autoridades, los empresarios damnificados y sus negocios son los únicos que cuentan, como lo demuestra el hecho de que parte de la vital infraestructura social (instalaciones deportivas, culturales, educativas y sanitarias) aún no se ha reconstruido. En tal contexto, las autoridades deben tener en claro que la ayuda en casos de desastre debe ser integral y equitativa, para evitar injusticias que luego derivan en focos rojos de inestabilidad e ingobernabilidad.

 
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