Usted está aquí: sábado 21 de octubre de 2006 Economía Entre el clavel y la rosa su izquierda escoja

Gustavo Gordillo/ III

Entre el clavel y la rosa su izquierda escoja

Pactos entre contrincantes politicos. El éxito de una consolidación democrática depende de los pactos políticos entre las principales fuerzas. Esos pactos requieren de aceptación social para que sean efectivos, es decir para que no se queden en el terreno de simples declaraciones. A veces, algunos sectores de la sociedad los visualizan como pactos oligárquicos porque desconocen los alcances de éstos y sospechan que algo más se pactó que no está escrito o dicho. Los sectores llamados duros, que son realmente segmentos oportunistas de las distintas formaciones políticas, tienden a identificar negociaciones con traiciones. Los principales actores que fomentan la aversión y el rechazo a los pactos políticos son quienes se han beneficiado de la simulación y de la componenda "en lo oscurito". Los pactos y las negociaciones políticas de largo alcance obligan a la transparencia y en consecuencia son objeto de fiscalización democrática.

Desacreditar la realización de negociaciones políticas provoca dos conductas dañinas a la consolidación democrática. Por un lado, fomenta una política en dos carriles que compromete a medias a una determinada formación política al tiempo que le brinda un espacio de maniobra para denunciar las negociaciones si los resultados no son los esperados. Muchos comentaristas ven este comportamiento en segmentos importantes del PRD. Yo lo veo más aún en los dirigentes de facto del PRI. Por otro lado, en el afán de evitar suspicacias políticas, se tiende a establecer acuerdos por fuera de la institucionalidad vigente. Es el caso de las concertacesiones en el sexenio salinista. Como se vió entonces ese camino termina por erosionar aun más a las instituciones democráticas.

Cultivar un ambiente proclive a la negociación y a los pactos políticos con los contrincantes implica una transformación cultural de enormes proporciones. Sin ella, la normalización democrática será siempre endeble. Pero así como prevalece entre las elites políticas tradicionales la desconfianza y la componenda, es más frecuente encontrar una cultura de la negociación y del acuerdo floreciendo entre sectores de organizaciones sociales y civiles. Nuevas generaciones de jóvenes que han crecido social y culturalmente en espacios de mayor democracia probablemente abonarán más en este terreno. Porque son los circuitos de generación y trasmisión de conocimientos los que pueden hacer la enorme diferencia en una transformación cultural que para permear el conjunto de la sociedad se llevará al menos una década.

Al tiempo que se avanza y fomenta esa transformación cultural es indispensable definir el contexto de los pactos políticos en la perspectiva de una consolidación democrática. En primer lugar deben estar los compromisos irreductibles de las fuerzas políticas con la construcción de un régimen democrático. Sin ser exhaustivos, éstos podrían enunciarse de la siguiente manera: un compromiso público inequívoco de rechazo a la retórica de la violencia como medio para movilizar apoyo o para acceder al poder o para saldar cuentas entre las elites políticas. Este compromiso debe ser la piedra de toque de los demás acuerdos políticos.

Los resultados electorales, decisivos para definir quién va a gobernar, son un punto de arranque a partir del cual se generan procesos que facilitan o dificultan la gobernabilidad. Un régimen mandatado para avanzar en la normalización democrática con una exigua mayoría, enfrenta retos tanto en el terreno de la construcción institucional, como en los relativos a la reforma social y a la política económica. Para garantizar esa normalización, su propia legitimidad depende de un proceso intermitente de pactos políticos que hace de la interacción el principal mecanismo para incentivar la cooperación entre contrincantes. Requiere gobernar con constantes y estables vínculos con la sociedad porque seguramente a lo que dará lugar esos procesos de negociación es a la fundación o refundación de partidos políticos, a la construcción de nuevas coaliciones y a la emergencia o ampliación de las elites políticas, de las organizaciones gremiales y de las organizaciones ciudadanas.

Las izquierdas no pueden dejar el campo de las negociaciones políticas a sectores oportunistas que han sido históricamente proclives a la componenda y al acuerdo cortoplacista. Lo único que puede salir de ahi son pactos de impunidad, como hemos visto en los casos de Oaxaca y Puebla, y antes en el Pemexgate y en el asunto de los Amigos de Fox. Las izquierdas tienen que comportarse como entidades nacionales y no como facciones políticas. Para fomentar un ambiente propicio a las negociaciones y a los acuerdos políticos es indispensable una construcción política de garantías mutuas. Las garantías tienen que ver más con los aspectos procedimentales que con los contenidos programáticos.

La coyuntura actual está marcada por la capacidad que tienen los principales actores políticos y económicos de ejercer vetos. Estos vetos cruzados han llevado a la parálisis de la acción pública en terrenos tan estratégicos como seguridad pública, reforma de pensiones o energética, transformaciones al régimen de gobierno o combate a la desigualdad. Esos vetos son el instrumento central de todos los grupos oligárquicos y corporativos para desarticular el poder del Estado. Las garantías mutuas se expresarían en los procedimientos que reduzcan esa capacidad de veto a través de dos principios claves: transparencia en los contenidos y las implicaciones políticas de los pactos; y tiempos precisos de ejecución con sus mecanismos de evaluación de resultados.

http://gustavogordillo.blogspot.com

 
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