Usted está aquí: martes 17 de octubre de 2006 Opinión Germán Cueto en el Carrillo Gil

Teresa del Conde/ I

Germán Cueto en el Carrillo Gil

La obra escultórica de este creador se ha mostrado a lapsos en museos tanto mexicanos como del extranjero. En 1954 participó como artista internacional en una exposición que tuvo lugar en Estocolmo, tiempo después estuvo representado en Futurismo & futurismi en el Palazzo Grassi de Venecia (1986), coordinada por Pontus Hulten, gracias a que Serge Fauchereau, del equipo curatorial, incluyó en ella un apartado sobre el movimiento estridentista mexicano al que Cueto perteneció desde que Maples Arce emitió el Manifiesto a finales de 1921, distribuido y estampado en muros de esta ciudad.

A èse siguieron las tres ediciones del folleto o periódico Actual. Los estridentistas auspiciaron dos revistas cuyo diseño es de tónica futurista: la primera fue Irradiador (1924) y la segunda Horizonte, que tuvo vigencia entre 1926-27.

En Venecia, Cueto estuvo representado por la Máscara, de List Arzubide, que ahora se exhibe en el museo Carrillo Gil, hecha en terracota pintada.

Hay en exhibición otros ''retratos" estridentistas, correspondientes a Arqueles Vela, Manuel Maples Arce y Luis Quintanilla. Estas llamadas ''máscaras" no son tales, no tienen función ritual o dancística; son caretas que en muchos casos parten de la caricatura y en otros de síntesis ilustrativas, cuyo antecedente remoto tal vez se encuentre en las piezas volumétricas de Daumier, que son también caricaturas, salvo que las del mexicano no tienen carácter denunciatorio, están hechas en diversidad de materiales, desde papel maché o cartón hasta piedra policromada , cemento o yeso y varias se fundieron en bronce.

Entre estas últimas se encuentra su versión de Picasso (en la que hasta el momento no se ha reparado y espero que se anote en la cédula correspondiente) perteneciente a la colección de Isabel Galán.

Las caras o cabezas fueron comunes en cierto momento del siglo XX y las de Cueto guardan alguna similitud con las de Boccioni, en tanto que otras obras suyas, como los diseños para teatro, guardan similitud con los esmaltes creados por Giacomo Balla sobre ropa ''futurista" para hombre y mujer.

Las pequeñas esculturas en bronce de Germán Cueto son muy buscadas por los coleccionistas, están dentro de la tónica que otros artistas europeos trabajaron, señaladamente Henri Gaudier-Brzeska, el escultor que pereció en el frente francés durante la Gran Guerra, cuya corta trayectoria se desarrolló más bien en Inglaterra que en Francia, donde Cueto pudo haber visto algunas piezas suyas que coincidían con sus propias opciones durante su primera incursión europea, que tuvo lugar en 1916.

En esa ocasión estuvo principalmente en España, donde conoció a Julio González. Posiblemente desde entonces se propuso trabajar en metal.

González fue líder moderno en el uso del hierro como medio escultural y ejerció influencia hasta en Picasso, de quien fue amigo cercano.

La muestra del Carrillo Gil, siendo rica en cuanto a selección, es casi ''ágrafa", no hay en ella esas breves explicaciones que guían de un rubro a otro. Se dirá: ''no se necesitan, la obra habla por sí sola", pero en el caso de Cueto, un artista muy apreciado por círculo reducidísimo de especialistas y poco exhibido en esta capital, sí hubiera resultado necesario que la museografía (de por sí no muy clara) se acompañara con breves explicaciones, respondiendo a un guión, de lo contrario la suerte de la muestra sería la misma que corrió en la exposición del Reina Sofía, ocurrida a principios del año pasado en el contexto de México como país invitado a la Feria de Arte Contemporáneo Arco.

Según el crítico de arte Luis Rius Caso, resultaba imposible de ver, porque presentaba el aspecto de un bazar.

La exposición capitalina más abundante que se ha hecho de Cueto correspondió a curaduría de Fernando Gamboa y tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno en 1981, durante el momento en el que José de Santiago fungía como flamante director.

Se publicó un cuadernillo-catálogo a la usanza de los catálogos de entonces, que pese a su suma discreción contiene el que es uno de los mejores (si no es que el mejor) ensayo que se ha escrito sobre Cueto. El autor fue Xavier Moyssén Echeverría, de grata memoria.

Uno de los testimonios más conmovedores que existen sobre él se debe a Helen Escobedo, su discípula y rendida admiradora.

Lo rescata como gran artista y gran maestro, hombre de una discreción y finura excepcional, con esa elegancia de otros tiempos que ya poco se da.

La actual exposición se armó con el concurso de Ester Echeverría (la viuda del pintor), Sylvia Navarrete y Carlos Ashida a partir de tres exhibiciones: la del Reina Sofía (curaduría de Fouchereau), la del Museo Federico Silva, en San Luis Potosí, y la del Museo de Zapopan en Guadalajara, con ricas adiciones de la familia Cueto-Galán. Germán Cueto murió en 1975.

 
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