Usted está aquí: martes 10 de octubre de 2006 Opinión Hongo coreano

Pedro Miguel

Hongo coreano

En el otro lado del planeta, la doctrina de guerra preventiva inventada hace cinco años por el gobierno de Estados Unidos ha dado un fruto dominical en forma de champiñón y ha abonado el crecimiento del árbol atómico, que el lunes amaneció con una nueva rama. Gracias a las poco previsoras estrategias internacionales de George Walker, el régimen impresentable de Kim Jong Il estrenó su juguete rabioso y puso a trabajar a diplomáticos, espías y sismólogos de medio mundo. Qué éxito.

En un entorno de sálvese quien pueda, el puñetazo nuclear de Pyongyang alimenta la inseguridad global, pero descarta de tajo las amenazas de invasión que hubieran podido desasosegar a los gobernantes norcoreanos; en lo inmediato, una segunda guerra de Corea no tendrá lugar.

Ahora puede verse que el error de la extinta dictadura de Saddam Hussein no fue desarrollar armas de destrucción masiva, sino el no haberlas poseído. El muy semejante Pervez Musharraf, en cambio, puede dormir tranquilo: ningún gobierno occidental descubrirá que el régimen de Islamabad es una amenaza para la paz regional -aunque financie, ése sí, atentados terroristas como el muy sangriento ataque de julio pasado en Bombay- o que Paquistán merece una ayudadita para volverse democrático. Y a nadie, desde luego, se le pasará por la cabeza enviar tropas para deponer a Pervez, sentarlo en un tribunal a modo y condenarlo por sus violaciones a los derechos humanos.

Por mucho que se lean y relean los documentos constitutivos del supuesto orden internacional, no hay razón jurídica que impida a un Estado cualquiera dotarse de bombas atómicas si ése es su gusto. Los alegatos sobre la pertinencia de reservar la posesión de tales armas a gobiernos democráticos, pacíficos y respetuosos de los derechos humanos son, hoy más que nunca, un mal chiste: mejores lecciones de paz da al mundo Paraguay que Francia o Rusia; es más democrática Bolivia que China, y más vale buscar respeto a los derechos humanos en Senegal que en Estados Unidos. Además, de los nueve gobiernos que ahora disponen de arsenales atómicos, el único que ha usado sus inmundicias en una guerra ha sido el estadunidense, y no las lanzó precisamente sobre objetivos militares, sino sobre las poblaciones inermes de Hiroshima y Nagasaki. El régimen de Pyongyang será impresentable, pero no ha cometido, hasta ahora, una atrocidad semejante.

Otro dato que ilustra la hipocresía de los países ricos es que varios de ellos, sin poseer bombas nucleares, tienen en cambio los elementos tecnológicos requeridos para armar sus propios arsenales en cuestión de meses. Es el caso de Alemania y Japón, entre otros países a los que ningún funcionario de la Agencia Internacional de Energía Atómica ha ido a importunar.

La proliferación nuclear es indeseable, pero no hay otra manera de evitarla que mediante la autocontención de las actuales potencias atómicas y la creación de un mundo más apacible y regido por la legalidad. El gobierno de Bush decidió que esto debe ser el viejo oeste, es decir, un terreno para saquear y conquistar, y que la tarea principal de Washington en el mundo es cazar indios, es decir, gobiernos enemigos. La acción de dotarse armas atómicas se consideraba hasta hace poco una expresión de demencia, pero en esta jungla de guerras preventivas, en la que la Casa Blanca se concedió el derecho de destruir al país que se le antoje, habría que verla, más bien, como una manifestación de sensatez. Que se apure Irán, antes de que lo bombardeen.

[email protected] * http://navegaciones.blogspot.com

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.