Usted está aquí: lunes 9 de octubre de 2006 Opinión ANDANZAS

ANDANZAS

Colombia Moya

Luz y sombra en el Cervantino

Ampliar la imagen Mediante esta obra el coreógrafo colombiano hace sentir al público la tragedia a la que ha llegado la humanidad FOTOMaría Luisa Severiano

A MEDIADOS DE semana, Guanajuato lucía tranquilo y desahogado de aquellas turbas famosas de gente joven y amante de la cultura de todas partes. Está gris, con viento helado y una leve y pertinaz chipi chipi, de vez en cuando. Aún se veían las vallas de metal colocadas a lo largo de la banqueta dejando libre el arroyo de la calle que desemboca en la hermosa plazoleta del jardín Juárez, justo frente del teatro del mismo nombre, el más tradicional de la ciudad.

APENAS EL DIA anterior, el miércoles 4 de octubre, había abierto el 34 Festival Cervantino con la famosa Carmen, de Bizet, en medio de la más impresionante fuerza de seguridad que en su historia haya vivido esa ciudad, pues asistió el presidente Fox y un selecto séquito de autoridades con la finalidad de inaugurar tan renombrado y tradicional festival.

DIVERSOS LUGAREÑOS COMENTABAN , aquí y allá, que al transitar por ciertas calles constantemente les solicitaban su identificación, así se dirigieran a su domicilio sin ocultar su coraje, pues siendo habitantes de "su" ciudad, no tenían por qué cargar identificación, cosa a la que por lo general no están acostumbrados los mexicanos.

NO ERA MUCHO el público que asistía al mencionado teatro a ver a El Colegio del Cuerpo, de Alvaro Restrepo y Marie France Delieuvin, con su peculiar equipo que representa a Cartagena de Indias, de la atribulada Colombia. La obra Cuarteto para el fin del cuerpo, con la música en vivo de Olivier Messiaen, demostró una vez más el singular talento de este gran coreógrafo colombiano.

RECORDAR LAS OBRAS que hemos visto de Restrepo nos remite a ese país verde esmeralda y a sus pujantes ríos fecundando la selva húmeda, el Magdalena y parte del Orinoco, sobre todo por la vitalidad y fuerza del artista; a aquellos rojos sangre y ocres con sabor a cántaro de tierra, y piel desnuda que se funde en la lluvia de arena, y a aquellos azules cielo y pálidas transparencias, velos de nubes y ángeles sutiles, etcétera, porque sus obras tienen el alma de colores. Sin embargo, esta vez, El cuarteto para el cuerpo, engendrada en un país fragmentado, sumido en la tenebra oscura de la guerra, los asesinatos, secuestros, niños soldados y sicarios, guerrilleros curtidos apenas en la infancia, adultos por necesidad, ha producido una obra casi dark, grises y negros, en los que la humanidad parece haber perdido su color de vida, su postura erecta de pitecantropus, para convertirse en seres de pavor, inclinados, doblados por el peso del horror, y son, con sus máscaras degradadas, ya cobardes, torturadores, víctimas dolientes o fantasmas de la inquisición, preñados de una religiosidad enferma; símbolos como el gran compás de la logia masónica que es insecto, ora báculo o alas de un pájaro fantástico que como otras criaturas parecen surgidas de mentes ancestrales, ya Bruegel, Remedios Varo o Jeronimus El Bosco, en una orgía lenta, tortuosa e interminable de transformaciones, en las que bajo un destello dorado, este purgatorio sin calor ni color, pugna en los cuerpos extraordinarios de los jóvenes, casi niños intérpretes, por erguir esa columna vencida y levantar ese rostro lastimoso y perverso a la vez. El público en silencio total, ya compuesto por jóvenes estudiantes que entraron en la tercera llamada, apenas respiraba mientras la obra se iba engrandeciendo en la memoria del dolor, el sufrimiento y la crueldad del absurdo de nuestra condición humana.

ASI, CON UN lenguaje puro y original, exento de vicios de la ortodoxia académica, Alvaro Restrepo, con extraordinaria sensibilidad y maestría escénica, ha sabido hacernos sentir, apretando nuestras gargantas con puño firme, la tragedia a que ha llegado la humanidad, en la que sólo, tal vez, la complicidad secreta de los guardianes de la luz pueda disipar este oscurantismo absurdo e implacable que en esta obra, Cuarteto para el fin del cuerpo, los jóvenes marginados de Cartagena se han convertido en traductores maestros del mensaje divino de la libertad del cuerpo con inusitado valor y honestidad de gran nivel profesional.

Y CURIOSAMENTE MIENTRAS el público receptivo y cálido aplaudía interminablemente al excelente grupo de Restrepo, el maestro Ushio Amagatsu, en el Auditorio del Estado, inundaba con el blanco cegador de su portentosa luminosidad, de su Kagemi: más allá de la metáfora de los espejos, otra obra maravillosa que también habla de luz y sombra.

ALVARO RESTREPO, CON El Colegio del Cuerpo se presentará este 9 y 10 de octubre en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario. No se lo pierda, debe verlos. Consulte la cartelera.

 
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