Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de octubre de 2006 Num: 605


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Memorias de un brasileño
ANDRÉS ORDÓÑEZ
Entrevista con CARLOS LYRA
La enfermedad como casa y escritura
ARNOLDO KRAUS
El año Freud
TERESA DEL CONDE
Marin Sorescu: descubrir el mundo
NEFTALÍ CORIA
La agencia espacial mexicana
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ
Duchamp en México
EVODIO ESCALANTE
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Señales en el Camino
MARCO ANTONIO CAMPOS


Directorio
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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

UNAMUNO E IBEROAMÉRICA (VIII DE XI)

Es notable el entusiasmo de Unamuno por las Tradiciones peruanas, de Palma. En ellas encontró hermosas descripciones y rasgos de un ingenio original y desenfadado. En el ensayo sobre la literatura latinoamericana recuerda con regocijo (y don Miguel no era hombre de muchas risas) una anécdota contada por el autor peruano y relacionada con la Compañía de Jesús. Narra Palma una visita a un noviciado jesuita. A su término, el invitado preguntó al rector las razones por las cuales en ese lugar no se seguía la tradición loyoliana de tener solamente jóvenes inteligentes, pues se había percatado de que uno de los novicios era bastante torpe y negado de luces. "Todos tienen su utilidad –contestó el rector, y añadió, refiriéndose al novicio cerrado de mollera–: A ese prójimo lo destinamos a mártir del Japón."

Mucho le interesaban, por otra parte, los temas religiosos latinoamericanos. Para profundizar en ellos estudia al peruano González Prada y a los mexicanos Benito Juárez y Justo Sierra. Al segundo, ministro de Instrucción Pública del gobierno del dictador Porfirio Díaz, lo llama "orgullo de México" y celebra su ensayo, México: su evolución social, aparecido en 1901. Don Justo, liberal e ilustrado, fue un muro de contención de los excesos de los espadones, y el promotor de un programa de difusión de la cultura y de reinstalación de la Universidad Nacional que había sido víctima de las constantes guerras civiles y de la visión positivista sobre la educación superior y la enseñanza de las ciencias. Unamuno se interesa en la glosa hecha por Sierra del pensamiento juarista y fija su atención en una frase del genial indio zapoteco: "Desearía que el protestantismo se mexicanizara, conquistando a los indios; éstos necesitan una religión que los obligue a leer y no los obligue a gastar sus ahorros en cirios para los santos." Esta afirmación clásica de su época y de la preocupación liberal, fue la base de un programa que estableció en un país férreamente dominado por el poder político de la Iglesia y de los conservadores ("cangrejos" les llamaban los liberales y les dedicaban una cancioncilla burlesca que tenía letra de Guillermo Prieto: "Cangrejos para atrás, marchemos al compás"), la libertad religiosa y la educación laica.

No apoya Unamuno el anticlericalismo militante de los liberales latinoamericanos y critica vigorosamente el "jacobinismo afrancesado". Defiende al cristianismo y no gusta del "lastre pagano, la pompa del culto y el casuismo jusuítico". Asegura que Voltaire es en el fondo católico y resume sus ataques en una de sus brillantes paradojas: "El jacobinismo es el catolicismo hecho incrédulo." Advierte, por otra parte, los riesgos del protestantismo, con toda su carga cultural anglosajona, su estrechez dogmática y su cerrada actitud fanática. Una frase de don Miguel me pareció notable por su anticipación histórica: en torno a su propuesta de una renovación del cristianismo y a las teorías juaristas, afirma: "Debe hacerse una Reforma, pero indígena, brotada de dentro, no traducida." Lo que le molestaba del jacobinismo de Prada, Juárez y otros reformadores de América, era el afrancesamiento o, en el caso de México, el aumento de la presencia anglosajona que vendría a desvirtuar la herencia hispánica por una parte y, por otra, la tradición autóctona. Creo que este respeto de don Miguel por las culturas indígenas es una prueba de su creencia en la necesidad de mantener vivas las diversidades y de evitar los proyectos uniformadores y los dogmatismos de camino único.

Al hablar ya en concreto de las literaturas latinoamericanas, establece matices que se le habían perdido hasta al mismo don Marcelino Menéndez y Pelayo, lector de varios libros al mismo tiempo y monumental historiador de la literatura en lengua española. Sin embargo, seamos justos, el polígrafo tumultuoso no siempre observó con tino al mundo americano, pues el color del cristal de sus antiparras era demasiado peninsular. Menéndez y Pelayo, recuerda Unamuno, aseguró tajantemente: "la literatura mexicana por ninguna parte acaba de aparecer", y el ensayista Sánchez Mármol, coautor del enorme estudio México: su evolución social, replicó que el juicio del vigoroso académico era, por lo menos, "exorbitante", pues "hay en México una producción literaria hija de cerebros mexicanos que en muchos casos reivindica un colorido regional".

(Continuará)

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