Usted está aquí: sábado 7 de octubre de 2006 Disquero La riqueza de los pobres

DISQUERO

La riqueza de los pobres

Si uno dice Mozart, sonríe. Si uno escucha la música de Mozart, se enaltece, asciende, vuela.

Algo similar ocurre con Erik Satie (1866-1925), cuyo apellido mucho tiene de satín y terciopelo y su música un par de alas arcangélicas y un aroma de encanto irresistible que hace sonreír a quien la escucha, lo enaltece, catapulta su ascenso, vigila su vuelo.

La música de Erik Satie es uno de los grandes descubrimientos que se pueden hacer en esta vida, sobre todo si el salto incluye el conocimiento de su obra integral, no sólo las bellas, vilipendiadas, envidiadas, manoseadas, impolutas y palpitantes Gimnopedias, ese hermoso lugar común que resiste todo.

Erik Alfred Leslie Satie es un personaje inabarcable. Rompe todos los moldes. No cabe en ningún compartimento estanco. A lo único que parece responder es al aserto de Lezama Lima: ''ah tú que escapas/ en el momento de tu mejor definición".

A los seis años perdió a su madre (inglesa) y su religión (protestante). Su abuela pereció ahogada y lo internaron en un orfanatorio. Después su padre lo llevó a París, pero al casarse en segundas nupcias puso a Erik en manos de dos madrastras (su nueva mujer y la madre de ésta) muy burguesas y molestas. En el Conservatorio se le recibe mal. Sus amores se concentraron en una relación borrascosa con Suzanne Valandon, que duró seis meses y su vida como pianista a sueldo en algunos cabarets (Le Chat Noir y el Auberge du Clou) es una cadena de equívocos y humillaciones.

Si ha habido un compositor realmente pobre, lo que se dice pobre, ese es Erik Satie. Un ejemplo: a pesar de que sus amigos Maurice Ravel, Claude Debussy y Jean Cocteau le habían compartido fama y celebridad, en 1912 no pudo asistir al estreno de una de sus partituras simplemente porque no tenía buen un traje qué ponerse.

Pero también su pobreza tenía un halo de misticismo. Concentrado siempre en ideas profundas, guardó especial reverencia a la numerología y eligió el número 3 como su guía (escribió 3 gimnopedias, 3 pedazos en forma de pera y así consecutivamente varios trípticos o trinidades) y fundó una capilla de la orden de los Rosacruces, con él como presidente y único integrante.

Pero también su pobreza tenía un carácter innovador, una herramienta técnica con la cual revolucionó -sin que la historia de la música le haya pagado aún la deuda- el arte de los sonidos y silencios. Lo que para algunos se podría llamar ''economía de medios", en las obras de Satie la austeridad es una riqueza inagotable.

Hay muchas maneras de conocer a Satie más allá de sus Gimnopedias. Partamos de una paradoja: el disco Gymnopedies, del sello Arts, presenta la orquestación que hizo Debussy a esas obras maestras, además de obras de algunos contemporáneos de Satie: Gabriel Fauré, Jacques Offenbach, Jules Massenet, Ernest Chausson, Vincent D'indy, Edouard Lalo.

Pablo Espinosa

 
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