Número 123 | Jueves 5 de octubre de 2006
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

In memoriam

Alejandro Brito | El 6 de septiembre pasado, murió nuestro querido amigo el médico Aarón Rangel Paredes, miembro del consejo editorial de este suplemento. Su muerte nos agarró a todos por sorpresa. Desconcertados, no atinábamos a salir de nuestro asombro quienes asistimos a su funeral. Amigos y pacientes nos preguntamos unos a otros por lo sucedido. Sus familiares se encargaron de informarnos: Aarón decidió no comunicarle a nadie de su afección pulmonar. No quería causar molestias ni congojas.

Así era él, reservado pero muy dispuesto a escuchar. Esa era una de sus grandes cualidades, sabía escuchar, algo muy raro en un médico. Muchas veces, lo que más necesita una persona con VIH/sida es ser escuchada, alguien que preste oídos para aliviar la terrible angustia.

El doctor Rangel gozaba con su profesión, era un alivio verlo, consultarlo. Su peculiar sonrisa inspiraba de entrada mucha confianza. Porque además de ser un buen médico internista con especialidad en infectología, conocía mucho de psicología humana; sabía cómo tratar a cada uno de sus pacientes. Eso lo convirtió en uno de los médicos más comprometidos y más queridos en el campo del VIH/sida. Ya fuera como director del Centro de Información del Consejo Nacional para la Prevención y el Control del Sida (Conasida), en los años noventa, o frente a la Clínica Especializada Condesa, del 2000 al 2002, su prioridad siempre fueron las y los pacientes, por eso tuvo problemas en ambas instituciones.

A quienes lo conocieron y trataron no les parecerá una exageración si afirmamos que el doctor Aarón Rangel salvó muchas vidas y alivió muchos sufrimientos. Lo caracterizó la generosidad, siempre dispuesto a aliviar el dolor ajeno. No era soberbio, no juzgaba, ni tenía ese odioso sentido de superioridad que caracteriza a muchos médicos.

Muy pronto se corrió la voz. Su oficina de la Clínica Condesa y las salas de espera de sus consultorios de Anaxágoras y Medellín se fueron poblando de conocidos de amigos de los amigos, sobre todo hombres gay —el sector de la población más golpeado por la epidemia—, que encontraron ahí la confianza, el buen trato y el apoyo negado en los centros de salud. En reconocimiento a ese trabajo, miembros de la comunidad gay le otorgaron el Premio al Mérito Gay en 2002.

Por todo eso y más no sorprendió encontrar a tantos amigos y conocidos que acudieron a darle el adiós al querido Aarón, sinceras muestras de cariño, de dolor y de respeto. Adiós al médico, al amigo, al humanista. Adiós.