Usted está aquí: lunes 2 de octubre de 2006 Opinión DDT y demás sustancias tóxicas

Iván Restrepo

DDT y demás sustancias tóxicas

Uno de los temas relacionados con el medio ambiente que más preocupan a los países de la Unión Europea es disminuir la generación de sustancias tóxicas y peligrosas, así como garantizar de la mejor forma su traslado y destino final para que de producirse no se conviertan en amenaza permanente para la salud de la población y los recursos naturales.

A nivel comunitario y dentro de cada país, existe una legislación cada vez más estricta en torno a dichas sustancias. Pero falta un largo camino por recorrer para lograr una industria ambientalmente limpia, mejores sistemas de seguridad para el confinamiento de los residuos generados y una vigilancia efectiva de las autoridades para que, sin excepción, todas las empresas cumplan con la legislación vigente sobre la materia.

La mejor prueba de lo mucho que falta por hacer son los reportes que analizan el problema de la generación de esas sustancias, mismos que advierten sobre su creciente presencia, así como de los accidentes ocasionados por el mal manejo, inclusive criminal, con que son depositadas.

Un ejemplo de lo anterior ocupa la atención europea en las últimas semanas: un barco holandés, el Probo Koala, virtió en Abiyán, capital de Costa de Marfil, en Africa, 500 toneladas de aceites altamente tóxicos, entre ellos ácido sulfídrico y varios más derivados del petróleo. Descargó tan mortíferas sustancias en la principal laguna de la ciudad y en otros 15 sitios que colindan con zonas habitadas por miles de familias. Como resultado, han muerto siete personas (entre ellas cuatro niños) y suman más de 10 mil los intoxicados. Las autoridades aislaron los sitios afectados mientras se define la estrategia para "limpiarlos" lo mejor posible. Detuvieron también a ocho personas implicadas en este hecho criminal. Lo ocurrido impactó notablemente al país de donde procedía la carga, Holanda; a la empresa propietaria del barco que la llevó hasta Abiyán, a varias trasnacionales vinculadas con el manejo de sustancias tóxicas y a los organismos nacionales e internacionales responsables de controlarlas. No solamente se violó la legislación internacional y hubo negligencia y corrupción gubernamentales, sino que existe una bien tejida red de intereses privados que deposita en Africa la basura del mundo industrial que por su alta peligrosidad nadie quisiera tener a la vuelta de su casa. La investigación de lo ocurrido en Costa de Marfil no concluye todavía y se prometen severas sanciones para los responsables.

Pero otras sustancias químicas también indeseables se utilizan en dicho continente y provienen, legalmente, de la Unión Europea y Estados Unidos. Se trata de los plaguicidas, que cada año matan en el mundo a más de 400 mil personas.

En una reunión sobre trabajo y medio ambiente en Africa, celebrada en septiembre pasado en Johannesburgo, se reveló la utilización intensiva e inadecuada de agroquímicos, lo que afecta no sólo a la mano de obra (muy mal protegida en dicho continente), sino tambien a comunidades enteras situadas en plenos campos de cultivo, y al medio ambiente en general.

En Africa 70 por ciento de la población se dedica a la agricultura. En algunas líneas de cultivo se utiliza tecnología "avanzada", como en la producción de flores en Kenia, Mozambique y Tanzania, lo cual exige grandes cantidades de agroquímicos. Algunos no se pueden aplicar en los países donde se fabrican, como Suiza, Francia o Alemania, que luego importan esas flores obtenidas con sistemas laborales que dejan mucho que desear. También en Africa se usan compuestos, como el DDT, prohibidos desde hace cuatro años a escala mundial.

En México las sustancias tóxicas y peligrosas igualmente son problema. Con retraso de años, y como parte del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, apenas se comienzan a publicar datos sobre emisiones y transferencia de contaminantes industriales. A las volandas, para dar la impresión de que el sexenio cierra exitosamente en esa materia, se difunden los informes presentados por mil empresas. El panorama no es nada grato: es desalentador, signo de la negligencia oficial y de su tolerancia hacia el sector privado.

 
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