Usted está aquí: lunes 2 de octubre de 2006 Opinión Desde el muro que verá hacia México

Gonzalo Martínez Corbalá

Desde el muro que verá hacia México

Según la NASA , la Gran Muralla China es el único objeto construido por la mano del hombre que se puede observar desde un satélite en su vuelo circundante alrededor de la Tierra; sin embargo, todo hace pensar que dentro de muy poco tiempo ya no será así. Si bien ésta tiene 5 mil kilómetros de largo, el Gran Muro, cuya realización, que según La Jornada del 30 de septiembre, ya fue aprobado por el Senado de Estados Unidos por 80 votos a favor y 19 en contra, tendrá más de mil 125 kilómetros, lo que lo hace la segunda construcción de mayores dimensiones del planeta, y seguramente también será observada desde los satélites estadunidenses por los tripulantes de esa nacionalidad, con el orgullo de haber levantado un muro comparable al chino.

Habrá algunas diferencias: en la Gran Muralla se construyó, bajo la dinastía Han, una torre de vigía cada 2.5 kilómetros, cada cinco un puesto de guardia y cada 50 un cuartel. En el caso del Gran Muro, además de las bardas dobles, como las que se hacen en los reclusorios para crear lo que se llama coloquialmente el pasillo de la muerte, se le dotará de una reja virtual que tendrá cámaras, sensores terrestres, aviones no tripulados y tecnología de vigilancia al estado del arte, y se ampliará la capacidad de la Patrulla Fronteriza con la contratación de otros mil 500 guardias.

El secretario de Relaciones Exteriores de México asumió esta vez cabalmente su función, y aseguró a la reportera Rosa Elvira Vargas que el gobierno mexicano enviará una nota de protesta a la Casa Blanca, advirtiendo, con toda razón, que la construcción del muro "no es la solución" al problema migratorio México-Estados Unidos.

En una serie de tres artículos ("Los muros y las murallas de la historia") tratamos de demostrar -arando en el mar, según parece- la inutilidad que estas construcciones han tenido, como fueron precisamente la Gran Muralla China, el Muro de Berlín, y recientemente el de Cisjordania, desde el propio punto de vista de los países que los levantaron, pues al final de todo nunca sirvieron para los objetivos de defensa nacional para los que fueron construidos. En el caso de la Gran Muralla, siquiera ha servido, por lo menos, aunque sea dos mil años después, como atractivo turístico dada su belleza y méritos arquitectónicos, así como por su grandiosidad, que provocan la admiración de propios y extraños, lo cual, indudablemente, no será el caso del Gran Muro, que quizás sólo sirva a las generaciones venideras para recordar los tiempos -esperamos superados para entonces- en los que los mexicanos de este lado del muro no teníamos suficientes empleos para ofrecer a nuestros compatriotas, ni lo suficientemente bien remunerados, para que no tuvieran que arriesgar la vida y abandonar a sus familias, yendo a buscarlos al otro lado de la frontera.

Y se recordará también que hubo un presidente de Estados Unidos que quiso garantizarse a sí mismo y a su partido, el Republicano, la mayoría sobre los demócratas levantando la bandera de una lucha antiterrorista en todo el mundo, según una interpretación muy personal, que lo hizo llevar a su pueblo a guerras sangrientas y costosas que han tenido múltiples y desastrosos efectos en la pérdida de vidas de soldados estadunidenses, y de hombres, mujeres y niños de muchas nacionalidades de entre la población civil, y que no ha logrado siquiera conseguir el control del petróleo ni del gas que abunda en el subsuelo de los países invadidos, provocando un efecto contrario aun entre la opinión pública de Estados Unidos, y entre sus compatriotas, que no comparten esta interpretación presidencial ni aceptan los engaños de los que fueron víctimas para justificar una guerra de otra manera injustificable.

El riesgo de perder el control de una o de las dos cámaras del Congreso en las próximas elecciones del 7 de noviembre ha llevado al presidente George W. Bush a tomar medidas que dan la impresión, tanto de él mismo como del resto de los dirigentes republicanos, de que han puesto en un callejón sin salida, y de un solo sentido, es decir, sin regreso, a su pueblo, por lo que el New York Times ha empleado duros calificativos. Por ejemplo, en un editorial del jueves pasado llamó "irresponsable" al Congreso y acusó a los republicanos de aprobar apresuradamente, por razones electorales, una ley "mala para las tropas, mala para el país e inútil para protegernos del terrorismo" (El País, 29 de septiembre), y la senadora Hillarry Clinton dijo: "Tenemos que hacer todo lo posible para derrotar a los terroristas con todas las herramientas a nuestra disposición, pero algunos lo están aprovechando para obtener ventajas electorales".

De esta manera nos hemos visto nosotros los mexicanos, de este lado del Gran Muro, involucrados en las luchas interiores de carácter electoral, cosechando, por supuesto, únicamente los inconvenientes y ninguna de sus ventajas. Las notas de nuestra cancillería debieran mencionar que el gobierno estadunidense está obligado a mantener dentro de sus propias fronteras los efectos de sus acciones para conservar el poder frente a sus adversarios, y también a mantenernos fuera de las consideraciones que los lleven a incluir a los mexicanos, de este lado de la frontera, y de aquel lado también, en sus estrategias para fortalecer su seguridad nacional y para atacar el terrorismo, con medidas absurdas por improcedentes, y al final del camino inútiles porque los terroristas no están entre nosotros lisa y llanamente.

Que apunten para otro lado y que no estén disparando contra quienes somos fatalmente sus vecinos y amigos de ese gran pueblo, que es el de Estados Unidos, pero que no tenemos por qué estar sufriendo las consecuencias ni de sus luchas internas por el poder ni tampoco de las que libran fuera de sus fronteras para resolver otro tipo de problemas, como sería, por ejemplo, el de sus insuficientes reservas de petróleo.

Dedicado a la memoria de la destacada periodista Sara Moirón

 
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