Usted está aquí: domingo 1 de octubre de 2006 Opinión Estrenos tlalpenses

Angeles González Gamio

Estrenos tlalpenses

En varias ocasiones hemos escrito sobre Tlalpan, una de las zonas con más tradición y encanto de la ciudad de México. Se ha abordado su nacimiento entre las cavernas que dejó la erupción del volcán Xitle, lo que llevó a que se le bautizara como San Agustín de las Cuevas; de la vida en la época prehispánica y durante el virreinato; de su participación durante las gestas libertarias, tanto la independentista como la Revolución; de su exitoso desarrollo industrial a lo largo del siglo XIX e inicios del XX; hemos mencionado sus haciendas y ranchos, las fincas, mercados, templos y monumentos, y la entusiasta actividad de sus cronistas.

Hoy nuevamente Tlalpan nos da tema; el motivo: la inauguración de obras que mejoran la imagen urbana, con una restauración a fondo del bello centro histórico; esto significa que además de las acciones de tipo decorativo, se rehabilitaron las redes de infraestructura, se expandieron y complementaron el equipamiento y los servicios, se mejoraron las condiciones de las vialidades, las edificaciones y se restauraron sitios y monumentos históricos.

Todo ello hace que sea una experiencia verdaderamente placentera caminar por las añejas calles, plenas de historia, con sus hermosas construcciones, sobre banquetas más amplias, recubiertas de un acabado de concreto hidráulico decorado con unas bonitas franjas de color que enfatizan el ritmo de los árboles, que a su vez estrenan cajetes protectores. Se recolocaron en varias calles las guarniciones de piedra y en el resto se instalaron modernos materiales que semejan el pétreo elemento. Si lleva carriola o silla de ruedas, no se preocupe, las esquinas tienen cómodas rampas.

El arroyo también estrena moderno y durable ingrediente, con un lindo estampado que luce como la piedra pequeña irregular de las viejas calles tlalpenses; en los pasos peatonales el diseño es tipo ladrillo, de textura lisa y tono aperlado que brinda un agradable contraste; en el centro del crucero el acabado semeja piedra de bola y es color ocre; el efecto total es magnífico. Antes de colocar el novedoso concreto hidráulico, se revisó y reparó, en su caso, la infraestructura hidráulica y se hizo la nivelación de rasantes para evitar encharcamientos.

Hace unos días tuvimos la oportunidad de apreciar estas obras, en el contexto de su inauguración por el delegado Eliseo Moyao Morales, quien se puede ir satisfecho, pues realizó un buen trabajo durante su gestión, con una gran entrega, honradez, eficacia y mucho amor, que se percibía en el interés que ponía en todos los proyectos.

Es de los pocos delegados que se interesaron en la cultura, gracias a lo cual se pudieron realizar varios libros sobre distintos aspectos de la delegación; entre otros, uno sobre historia oral, editado conjuntamente con el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, que lleva a cabo el Programa de Historia Oral, que el delegado apoyó con entusiasmo, lo que permitió recabar valiosos testimonios de las personas de mayor edad de los viejos barrios, pueblos y colonias, reconstruyendo en la voz de sus protagonistas la memoria histórica de la demarcación; pronto los invitaremos a la presentación.

Durante el recorrido, en la señorial Casa Frissac se develó el busto de don Javier Barros Sierra, el valeroso e insigne rector de la UNAM, con la idea de establecer ahí un instituto de ciencias y artes que lleve su nombre.

Otro estreno cultural es la apertura de una nueva biblioteca de moderna arquitectura, luminosa, colorida, con todos los adelantos tecnológicos para que los jóvenes tengan acceso al libro y a la computadora. Además tiene una librería del Fondo de Cultura Económica y otra del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Un atractivo especial es que está rodeada de arbolados jardines.

Y hablando de jardines, de los más bellos son los que rodean la antigua Hacienda de Tlalpan, hoy grato restaurante situado en la calzada del mismo nombre, en el número 4619, donde don Héctor Flores Maldonado ha revivido las glorias decimonónicas del añejo inmueble, con decoración de época, vitrales, buena comida mexicana y, como en los tiempos de don Porfirio, uno que otro platillo de la cocina francesa, como el chateaubriand o las cerezas jubilee.

Imagínese el deleite de estar saboreando un fresco pampanito a la pibil o un pato en salsa de mango o en pipian, si prefiere algo mexicanísimo, admirando la belleza de fastuosos pavos reales paseándose entre los prados. Con esa vista sin duda el postre le va a saber más dulce; muy recomendable la pastelería, que preparan ahí mismo. Si es cafetero, acompañe su café con el pastel de ¡café!.. buenísimo.

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