Usted está aquí: domingo 10 de septiembre de 2006 Sociedad y Justicia "Los tiburones llegaban siempre por las noches"

REPORTAJE / LA HISTORIA DE LOS TRES PESCADORES EN ALTA MAR

"Los tiburones llegaban siempre por las noches"

No devoramos a nuestros compañeros muertos; teníamos comida suficiente

TANIA MOLINA RAMIREZ /II

Ampliar la imagen Salvador Ordóñez, Chavita, con su Biblia desvencijada Foto: Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen Embarcadero conocido como la U, en el puerto de San Blas Foto: Tania Molina Ramírez

San Blas, Nayarit. Mientras más se adentraban en el océano Pacífico -pese a las tormentas- las aguas estaban más tranquilas, sin la marejada "de cuatro o cinco metros en forma de caracol" de la primera mitad de la travesía.

Para mantener estable la panga pusieron bidones, a modo de flotadores, en los costados.

En una tormenta la Biblia que Salvador Ordóñez Vázquez, Chavita, lleva desde hace 10 años perdió las pastas y el Apocalipsis. Así lo asegura este tiburonero oaxaqueño, un hombre chaparrito, vivaz, cortés y alegre. Si sobrevivieron nueve meses a la deriva, estos tres pescadores se lo deben, quizá, al carácter de este hombre de mar.

Para Chavita el asunto era sencillo: sobrevivir. Y hacerlo de buenas. Las canas que ahora despuntan en su cabeza delatan, sin embargo, la preocupación que pasó.

"Nunca tuvimos momentos tristes", aseguró, y enseguida aclara: "La única tristeza fue cuando murieron los otros dos compañeros".

El capitán Juan David y su marinero Farsero jamás engulleron un bocado crudo, "sólo las tortas que traían de tierra. Decían: 'va a pasar un barco y nos va a levantar'".

Pero el reloj de Lucio Rendón Becerra registraba el paso de las horas y los días, y nadie acudía al rescate.

El 20 de enero, pasado el mediodía, Juan David gritó:

Chava!

-¿Qué pasó, Juanito?

Chava!

El tiburonero se acercó al capitán. Estaba muerto.

Durante tres días velaron a Juan David: "Le rezamos siete Padrenuestros y siete Avemarías, y lo pusimos en el agua". Un mes después harían lo mismo con Farsero.

No pensaron en comérselos porque en esa temporada, dijo, atrapaban "mucho pescado y caguamas".

La relación de Juan David y Farsero con los otros tres era distante. Hablaban poco. Chavita ni siquiera le dirigía la palabra a Farsero: "Era un déspota; me decía hipócrita, creo que porque era de otra religión".

De su apodo, sólo supo que "el capitán le decía 'Farsero... Farsa...'; yo pienso que porque era mentiroso".

¿Por qué no preguntaron sus nombres completos? Es cosa común que los pescadores se conozcan sólo por apodo. De todos modos, persiste la duda: ¿por qué no averiguaron más datos para poder avisar a sus familiares?

"Tres días antes Juanito andaba bien. De pronto cayó en una crisis nerviosa: ya no hablaba ni tomaba agua, sólo se reía y abría mucho los ojos."

De Juan David, Chavita sólo supo que cultivó jitomate en Sinaloa, que practicaba la pesca deportiva con su padre en Mazatlán, que en Vallarta trabajó en la computación y que lo invitó a hacer un viaje posterior a las islas Socorro.

Un noticiario mostró en estos días una foto del fallecido. Chavita no lo reconoció: "Cuando zarpamos tenía barba".

"Le dimos mar adentro con gusto"

Luego de las muertes, Chavita buscó otra estrategia. "Veía pasar aviones del weste al este. ¿Y si vamos hacia allá, de dónde vienen?", planteó a sus compañeros. Acordaron hacer una vela con las cobijas que hasta entonces servían de sombra.

"Le pedí a Dios que me diera inteligencia para no morir": cortaron los bordos de las bancas y con ellos crearon los mástiles. "Riéndonos pusimos la vela y le dimos mar adentro con gusto. ¿Y si la librábamos y cruzábamos el continente? No sabíamos la distancia. Sólo decidimos: si nos morimos, nos morimos; si nos salvamos, nos salvamos".

La idea era ir hacia el surweste. Si el barco tomaba otra dirección, "timoneábamos con los motores". Se guiaban con el compás, el sol y las estrellas: "el arado es una flecha que va indicando el norte".

La vela les sirvió de sombra. Acostados bajo ella, le entraban a un gustado tema: ¿qué harían al llegar a tierra?

Jesús Eduardo Vidaña López y Lucio Rendón construirían una casa. Jesús, para su esposa y sus hijos; Lucio, para traerse a su madre de Mazatlán a Nayarit. Chavita nomás quería volver al mar a trabajar.

No hizo mandas: "Si las hago y no cumplo le estaría fallando a mi Dios".

Jesús prometió "que se iba a poner un peso de 25 kilos e iba a ir, hincado, a la iglesia". También se propuso dejar de fumar, pero esto no se cumplió.

-¿Y del sexo qué hacían? -preguntó un pescador, al calor de las chelas, en una tiendita de San Blas.

-Nada -contestó lacónico Chavita.

Sus compañeros insistieron, pero el tiburonero no cedió: "sólo pensábamos en sobrevivir".

A este diario confesó que alguna vez comentaron que si llegaban a una isla habría "mujeres grandes, güeras y bonitas".

Sabrosos sesos

Entre noviembre y enero llegaron los frentes fríos. En diciembre, el mes más severo, a Lucio se le reventaron los tímpanos. "Le salió mucha pus con sangre".

Al margen de esta afección, los tres no se enfermaron. Por el contrario: Jesús se embarcó con un mal en la garganta y se curó "gracias a la grasa de la caguama".

La aleta de tiburón, tan preciada en tierra, era inservible. Los sesos y los ojos, en cambio, "eran muy sabrosos".

Cuando se acabó la cuerda y los anzuelos, desarmaron los motores y sacaron cable para hacer más.

Luego de comer, Chavita se lavaba los dientes. Conservaba aún un cepillo dental y pasta, pero cuando ésta se acabó utilizaba únicamente agua de mar.

Defecaban desde la borda de la panga

A pesar del agudo olfato de los tiburones, nunca se sintieron en peligro. "Llegaban siempre por las noches y golpeaban la panga con la cola". Quizá fue en una de esas noches que Chavita soñó que "la embarcación se volteaba y llegaban animales grandes que nos querían comer".

Llevaban como cinco meses de travesía cuando apareció un tiburón al que sí temían: la tintorera. "Nos escondíamos de ella, y también de las orcas".

El olor a pan

Avanzado el viaje, comenzaron a divisar barcos pequeños. Andaban cerca de tierra: "Gritábamos de gusto. Nos preguntábamos si estaríamos llegando a China".

En una ocasión, un barco iba derecho hacia ellos, pero luego, inexplicablemente, dio vuelta y se perdió.

¿Por qué no paraban?

Los pescadores de San Blas consultados dijeron que a veces el capitán cree que puede tratarse de un barco pirata. La mayoría de veces las embarcaciones se confunden con los reflejos del mar. Como no traían fósforos ni encendedor, y el espejo de Chavita se había roto, hacían señales con un impermeable o una playera.

Además de barcos veían luces intensas. No lo atribuyen a alucinaciónes. En cambio, surgió una inquietante señal: les llegaban deliciosos olores a pan o cigarro.

El rescate

Salvador soñó con un barco grande, blanco, con mástiles altos, que venía del sur.

Cuatro días después, cerca de las 14 horas, acostados en la panga, platicaban sobre lo que harían cuando llegaran a tierra. Fue en ese momento cuando Chavita escuchó el inconfundible ronroneo de un motor. Se levantó de un brinco: "¡Un barco!". "Estás delirando", reviraron.

Un barco, sí, grande y blanco había enviado una lancha, y de ella gritaban: "Come on! Come on!". Al momento, Chavita estaba a bordo. Los demás se habían quedado en la panga: "Yo pienso que no creían lo que estaban viendo".

Por la alegría no se acuerda si les tomaron fotos. Su ropa estaba desgarrada pero, al menos Chavita, tenía el cabello recortado. El peine se le cayó al agua, pero usaba sus tijeritas para rasurarse y cortarse el pelo; el cuchillo le servía de espejo.

Jesús "se aliñaba con ellas", pero aun así la barba le creció bastante.

Los pescadores pusieron a secar las cobijas. Las querían de recuerdo. ¿Puede una cobija durar tanto? Los pescadores de San Blas aseguraron que podían durar hasta más tiempo a la intemperie.

Cuando el capitán supo que los medios visitarían el barco mandó pintar y limpiar. "Todo lo que llevábamos lo tiraron, incluidas las cobijas. Sentimos bien gacho".

Su primera comida fue sopa ramen y taquitos fritos de algo que sabía a marlín. "Nada me cayó pesado, pero a los dos días nos empezamos a hinchar. Comí menos, hice sentadillas, caminé mucho y ahora ando bien".

Sus compañeros siguen hinchados. Jesús estuvo internado por una infección renal y Lucio sufre arritmia. ¿Son pocos males para una travesía de este calibre? Los pescadores consideran que se lo deben al remanso de 11 días sobre el barco.

El 22 de agosto llegaron a las islas Marshall. Era la primera vez que veían tierra desde aquel día otoñal en que perdieron de vista a las islas Marías.

 
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