Usted está aquí: domingo 10 de septiembre de 2006 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

Habemus Papa. La cargada y la comparsa

Ampliar la imagen Leonel Castillo, magistrado presidente, entregó a Felipe Calderón Hinojosa la declaración de presidente electo FOTOMarco Peláez

Felipe Calderón es presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos. La congregación esperaba humo blanco y vio arder en leña verde a la institución presidencial. Vicente Fox nunca supo lo que era la Presidencia de la República; el complejo ejercicio de la dualidad jefe de Estado, jefe de Gobierno. El que sacó al PRI de Los Pinos abrió la puerta trasera para que la dualidad volviera a ser trinidad: actuó como jefe de partido.

Y el tribunal de resoluciones inatacables dictó fiera condena moral al declarar que el presidente Vicente Fox puso en riesgo el proceso electoral. Faccioso estilo de dar al traste con uno de los incuestionables logros de la larga hegemonía de PNR-PRM-PRI: la transmisión pacífica del poder. Para no hablar del revisionismo sexenal y del ajuste de cuentas a peces gordos, como los que no pudo atrapar el católico carismático que impidió el acuerdo parlamentario para aprobar la reforma fiscal. Mal anda Felipe, con las arcas llenas y la sucesión itinerante en plena crisis política.

Crisis entre legalidad y legitimidad. O lo que cada una de ellas signifique en el imperio del maniqueísmo y la crispación enloquecedora de la nueva Babel. Pobrecito del buen señor Fox. El 70 por ciento de las gentes decentes aprueba lo que hizo pasar por gobierno al llegar la hora de "bajar la cortina" del changarro presidencial. Mismo porcentaje afirma que el de San Cristóbal Potemkin no tiene control alguno sobre lo que pasa y se hace en el país. Las palabras y las encuestas quieren decir lo que yo diga que quieren decir. Pero ni Felipe Calderón ni todos los de a caballo pueden restaurar la institución hecha pedazos en la caída para arriba. Ganó Felipe.

"Por fin, México tiene un presidente electo", dice Jorge G. Castañeda en The New York Times. Y propone volver a los periodos presidenciales de cuatro años y a la relección de diputados, senadores, gobernadores, ediles y, desde luego, del presidente mismo. De Felipillo santo al que le encienden veladoras los de la cargada para alumbrar el camino de Damasco, el milagro de las conversiones a falta de convicciones. La política no como arte de lo real y lo posible, sino de la comparsa y el cortejo: el poder es el poder, dice Perogrullo. El que sabe, sabe y el que no "(se) sorprende de la irresponsabilidad de Porfirio Muñoz Ledo." Dicho por el vocero Rubén Aguilar y no por el filósofo de Güemes.

Pasajero de la transición, Muñoz Ledo se ha integrado a cada comparsa para rendir culto al oportunismo y lucir el talento que nadie le niega: ser el abate Siéyes de la contrarrevolución, sobrevivir al terror de la transición en presente continuo, como homenaje al camaleón heráldico de la democracia sin adjetivos y los partidos sin objetivos. ¿Cómo quiere su programa de gobierno esta mañana, señor Presidente? Ah, el talento de Porfirio el profesional y el talante de Jorge el intelectual que ha dejado empolvarse los textos de Maquiavelo para aconsejar al Príncipe la imprudencia y olvidar que el florentino era republicano. ¡Ave María Purísima!: Jorge G. Castañeda, quien vino y se fue con la alternancia, señala el "camino hacia la paz en México". Ha estallado la sucesión. La guerra del acomodo palaciego por otros medios.

Acampado a la mitad del camino, Andrés Manuel López Obrador hablará de qué y cómo operará la convención nacional del 16 de septiembre; del Constituyente permanente que se refleja en órbita retrógrada: parece ir para atrás, va para adelante. A lo mejor, pue´que, lo más seguro es que quién sabe. Pero mientras salen del clóset tecnocrático los del gozne Salinas-Zedillo para incorporarse al cortejo de Felipillo santo, la multifacética tropa del Estratega de Nacajuca toma asiento en curules y escaños, retoma el reclamo de todo el poder a los fieles: sólo López Obrador es presidente y Andrés Manuel su profeta. Ricardo Monreal no apareció en la toma de tribuna pero va a la montaña para exigir juicio político contra los magistrados cuyas resoluciones son inatacables.

El aspirante que volvió del frío, Manuel Camacho, se queja porque le silban y lo insultan en los restaurantes de lujo; del clima "enrarecido" que se vive a causa de la campaña del miedo y los agravios contra López Obrador. Desde el pasado, la lúgubre voz del convidado de piedra: ¿Luego el clima político sí mata, señor don Manuel? Al filo de la rebelión, Leonel Cota Montaño no responde al llamado de la red privada del secretario de Gobernación. Cunde el caos anarquizante en Oaxaca, con esperpénticos remedos de Fuenteovejuna, simiente para multiplicar los linchamientos en nuestra pobre República, manipulación a cargo de dueños del dinero y de los fantoches que este compra. Carlos Abascal repite que ni quita ni pone gobernadores. Hay un Senado de la República. Y el de Oaxaca es estado libre y soberano.

Ulises Ruiz no va a renunciar. Manlio Fabio Beltrones y Carlos Navarrete saben que sin acudir a la desaparición de poderes, decenas de gobernadores pidieron licencia en cuanto se los ordenaba el presidente en turno. Y con tan poca vergüenza que cada año regresaban a pedir nueva licencia para evitarle molestias al patrón. En la insolente oligarquía que impera, Santiago Creel no puede ceder a las presiones multitudinarias de la oclocracia. Hay presidente electo, pero el constitucional no puede darse el lujo de preguntar ¿Y yo por qué?, mientras es violado el pacto federal.

En el interregno del pasmo, Manuel Espino desestima el valor de la palabra del presidente electo. Duro y pesado El Yunque de la derecha, mocha como el águila deformada. Y conforme a la cruel paradoja prevista por David Ibarra, Calderón emprende la sucesión con las propuestas de su adversario. De acuerdo, don Felipe (así le dice Vicente Fox desde la publicación del bando solemne), combatir a la pobreza. ¿Pero cómo? En la nueva Babel los coros entonan loas al Ogro filantrópico de Paz. Poco les importa que el ogro del poeta fuera el estado de bienestar; la diferencia entre la política social de Estado y la noble filantropía, tan cercana a la caridad cristiana.

No hay don capaz de gobernar, ya no digamos de alcanzar el don de la gobernabilidad, sin emprender de inmediato el combate a la oprobiosa desigualdad que nos aqueja, a la miseria en la que sobreviven 40 o 50 cincuenta millones de mexicanos. Monta tanto, tanto monta la oferta de Felipe como el compromiso de Andrés Manuel. Y conste que no doy rango ni tamaño a la República que promete restaurar López Obrador, para no cometer delito de lesa santidad, ni incurrir en la ira de los fieles que no distinguen medio, ni medios en esto de la comunicación.

Pero mientras Diódoro Carrasco, Luis Téllez K., Carlos Ruiz Sacristán y Genaro Borrego se incorporan al cortejo de Felipillo santo, una legión de remisos se encarga de la "refundación del PRI" bajo el influjo de la "fiebre amarilla". Dilema de la identidad perdida. Roger Bartra escribe del Fango sobre la democracia y habla de "por qué perdió la izquierda y dónde radica su incapacidad para aceptarlo." La nave va. Cuauhtémoc Cárdenas, parco, sobrio: "Ya veremos quién gobierna y cómo ejerce el poder."

Un presidente, dos presidentes: Vamos a ver, dijo un ciego.

 
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