Usted está aquí: domingo 10 de septiembre de 2006 Cultura Recuerdan la personalidad espontánea de Juan de la Cabada

Segundo de la serie de homenajes al escritor

Recuerdan la personalidad espontánea de Juan de la Cabada

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Juan de la Cabada, Juan, Juanito: el amigo entrañable, el escritor original, el vago dicharachero, el irreverente. Genio y figura, la noche del viernes fue recordado el autor campechano en el segundo de la serie de homenajes que se le rinden con motivo de los 105 años de su nacimiento y los 20 de su muerte.

Los pintores Rina Lazo y Adolfo Mexiac, así como Salvador Zurita, todos ellos amigos de Juanito, se reunieron en el Museo de la Revolución para compartir con el público recuerdos y anécdotas.

"Era tan espontáneo, tan simpático -dijo Rina Lazo- que uno cree que lo conoció desde siempre. En 1969 le pedí que me escribiera un prólogo para el catálogo de una exposición. Me dijo: yo no sé escribir prólogos pero si acaso lo que sé hacer es escribir cuentos, te voy a escribir uno. Y me escribió uno con mucho cariño".

A menudo llegaba sin avisar a la casa de Lazo y de Arturo García Bustos, "a las 10 de la noche, bien mojado y decía: 'tenía ganas de venir a platicar pero me enojé con el taxista y me bajé'. Y llegaba sólo con su guayabera, caminando bajo el agua".

Así era de espontáneo: "llegaba a la casa y nos decía: les voy a contar un cuento. Se sentaba y tomábamos té mientras él desplegaba el cuento que después iba a escribir. Era maravilloso oír cómo nos contaba La barca de oro, un cuento que imaginaba en ese momento sobre la decadencia del PRI. ¿Quién lo diría? Era un relato sobre lo que vivíamos en estos momentos".

El muralista Adolfo Mexiac conoció a De la Cabada "allá por 1954, 55, en el Taller de la Gráfica Popular. Llegaba ahí con mucha frecuencia, a platicar con Leopoldo Méndez, con Pablo O'Higgins; nos embelesábamos oyendo las anécdotas que contaba. Llegaba sin motivo especial. Después, en los años 60, yo trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista y ahí llegaba con mucha frecuencia y se ponía a platicar con personas que seguramente conocen ustedes: Juan Rulfo, Tito Monterroso, Gastón García Cantú. Era sumamente sencillo, nada protocolario, abierto, extraordinario".

Juan de la Cabada y Salvador Zurita se hicieron amigos cuando este trabajaba como auditor administrativo en Infonavit, en 1971: "Mi jefe era Dámaso Murúa, un cuentero sinaloense que era amigo de Juan. De hecho por él conocí a gente como Fernando Gamboa y Efraín Huerta. Dejó una marca imborrable en mi vida, como lo hizo Juan, que fue ejemplo de una persona íntegra, coherente, congruente en su pensamiento y en su obra".

La serie de homenajes a Juan de la Cabada -indicó Zurita- tiene como propósito llamar la atención de los editores para que rediten la obra del escritor, que ya no se encuentra fácilmente en el mercado; también para despertar el interés de los lectores jóvenes.

Se llevarán a cabo otras dos sesiones de homenajes, una el miércoles, en el Museo de la Ciudad de México (19 horas) y otra el viernes 29 de septiembre en el Centro Cultural Bella Epoca (21 horas).

Como parte de las conmemoraciones, en el Museo de la Revolución se exhiben una serie de fotografías de Juan de la Cabada en la que se le ve en distintos momentos de su vida. Las fotografías provienen del archivo de la fotógrafa María García, esposa del fotógrafo Héctor García, quienes fueron también amigos del escritor homenajeado.

 
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