Usted está aquí: sábado 9 de septiembre de 2006 Opinión Oportunidad de un nuevo diálogo

Nora Patricia Jara

Oportunidad de un nuevo diálogo

Con la toma de la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro el pasado primero de septiembre, culminaron una serie de agravios y afrentas iniciados con el intento de desafuero del ex jefe de Gobierno de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, y se rechazó el estado de sitio impuesto por el saliente jefe del Ejecutivo federal a los habitantes del DF y en contra de los simpatizantes de la coalición Por el Bien de Todos.

Con la reprobación generalizada de las bancadas políticas en la Cámara de Diputados, en particular la del PAN, que no pudo fijar su postura en el acto protocolario que inauguraba el actual periodo ordinario de sesiones, en el que el Presidente en turno debe hacer una evaluación de su administración ante el pleno, se dio por finiquitada una tradición que ya no tiene cabida en la democracia contemporánea de nuestro país: el no diálogo entre poderes y el avasallamiento del Legislativo por el Ejecutivo, bajo el pretexto de guardar las formas, que más que parlamentarias hacían gala de sumisión y enajenación hacia la figura presidencial.

Con la consigna de "ni los veo ni los oigo", llegó el día en que los representares del poder político en México se reunieron en el mismo recinto para dar cada uno su versión de la supuesta realidad que hemos vivido los mexicanos en estos seis años, de un gobierno que no supo encabezar un auténtico cambio y prefirió la ofensa y la persecución política y judicial para eliminar al adversario, tirando por la borda los esfuerzos por transitar por un rumbo democrático con base en la libre competencia.

En San Lázaro se rechazó así, con el rompimiento total del diálogo, el estado de excepción que fue impuesto durante semanas anteriores a los ciudadanos de esta capital, que fueron obligados a portar identificaciones y justificar su presencia hasta en las calles que dan acceso a sus domicilios, ante el pretexto de conjurar posibles amenazas a la integridad física del Presidente.

Tanquetas, mallas y muros metálicos con soldadura fueron ubicados en los alrededores del Congreso de la Unión, además del cierre parcial del Sistema de Transporte Colectivo-Metro y un despliegue de más de 9 mil elementos comandados por la policía militar del país, lo que impidió el paso de transeúntes, vecinos y legisladores que, ofendidos por las constantes revisiones y la restricción del libre tránsito de personas, los llevaron a denunciar ante el pleno, para no dar marcha atrás a una protesta enmarcada en el conflicto poselectoral surgido de las indefiniciones de la autoridad comicial y su complicidad en la guerra sucia emprendida por los barones del dinero y el poder en contra de uno de los contendientes.

En contraste, poco efecto hacían las palabras de la bancada del PRI, que denunciaba en su intervención el "estado de sitio" que se instauró por órdenes federales, mientras uno de los responsables, Eduardo Medina Mora, parecía ajeno a los extrañamientos de legisladores. La sesión reventó cuando estratégicamente los perredistas, aprovechando su turno al dar a conocer su postura parlamentaria, subieron a la tribuna en el salón de plenos para impedir que continuara un rito que poco o nada dice ahora a los ciudadanos, pero que por la fuerza de la costumbre era el espacio de lucimiento, o en este caso de confrontación entre poderes.

La advertencia se cumplió, el llamado acto solemne no fue un día de campo para nadie, pero tampoco ocasión para la provocación y el enfrentamiento; ya se anunciaban hechos de sangre si los simpatizantes de López Obrador intentaban pasar los retenes militares para dirigirse a San Lázaro.

Para algunos este momento será recordado en el futuro como un instante de vergüenza, y para otros puede ser, si así lo desean, no en el que se le impidió a un Presidente poco respetuoso al único poder que auténticamente representa al pueblo -como lo definieron los constituyentes de 1917- leer un mensaje, sino la oportunidad para encauzar un nuevo diálogo entre partidos y legisladores que esté a la altura de las necesidades que hay que atender hoy para definir en lo inmediato una agenda política que evite una confrontación fraticida y que permita dejar atrás una contienda que sí pasará, con certeza, a nuestra historia como una de las más inequitativas y vergonzantes de los años recientes.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.