Usted está aquí: sábado 9 de septiembre de 2006 Opinión El azaroso mal menor y el elusivo bien mayor

Gustavo Gordillo

El azaroso mal menor y el elusivo bien mayor

1. Desde la crisis política abierta en las elecciones presidenciales de 1988, las elites políticas han guiado el proceso de transición democrática por dos principios: el mal menor y el mínimo común denominador. Derivado del segundo, las reformas electorales apostaron a asegurar estrictamente transparencia en el proceso y en los resultados electorales. Esta visión dió origen a un elaborado y complejo entramado institucional, organizado mediante un Instituto Federal Electoral ciudadano y un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

2. La intuición básica de este minimalismo en los acuerdos por parte de las principales fuerzas políticas era que bastaba eso para generar un ambiente competitivo capaz de permitir la alternancia. La alternancia se vió como la prueba de ácido de que la transición democrática habría llegado a su culminación.

3. Seis años de gobierno de alternancia en el ámbito federal comprueban cada vez más que el minimalismo fue insuficiente para realmente concluir con la tan deseada transición. Esencialmente porque aun con reglas que garanticen transparencia y efectividad en los procesos electorales -que el voto cuente y se cuente- la permanencia en el terreno del poder del Estado de otros enclaves del autoritarismo impide culminar esa transición y puede, como ahora en las elecciones de 2006, dañar los propios procesos electorales.

4. Pero esa subsistencia de otros enclaves autoritarios en medio de un contexto de relativa competencia electoral es producto del otro principio que ha guiado la transición mexicana. El del mal menor. Desde las elecciones de 1988, sea por razones de legitimidad y luego, a partir de 1997 también por razones simplemente aritméticas, las alianzas políticas entre distintas y a veces antagónicas fuerzas políticas se convirtieron en un tema crucial de la gobernabilidad.

5. Sin embargo, para casi todos los actores políticos, el otro fenómeno concomitante a la pérdida de mayorías estables en el Congreso, la necesidad de construr una nueva coalición gobernante que sustituyera a la coalición que gobernó en la posrevolución, fue eludido sistemáticamente. El eje de las alianzas políticas en el Congreso -generalmente poco transparentes- lo fue la alianza de facto entre priístas y panistas. Se trató sobretodo de alianzas puntuales y desaseadas que usualmente generaron fricciones al interior de ambos agrupamientos.

6. La apliciación del principio del mal menor obedecía a tres razones: primera, la dificultad para legitimar ante la opinión pública las negociaciones políticas como ejercicios normales en toda democracia y no como acuerdos vergonzosos; segunda, la dificultad para procesar al interior de los partidos conductas proclives a la negociación política cuando predomina el agandalle, y tercera, una visión cortoplacista que miraba más a las ganancias políticas inmediatas.

7. Claramente, la cultura de la negociación política se ve torpeada en nuestro país desde dos flancos. Desde el de los puros -los supuestos radicales, que son más bien defensores del status quo-, con sus acusaciones de traición a todo lo que lleve a negociaciones políticas serias, y desde el de los pragmáticos -que también son defensores del status quo-, con sus acusaciones sobre el desperdicio del tiempo político en negociaciones de gran envergadura.

8. El resultado combinado de todos estos fenómenos ha sido acuerdos puntuales y oportunistas, reformas inconclusas, mala fama pública a todo lo que implique negociaciones públicas abiertas. Mínimo común denominador en las negociaciones electorales. Alianzas políticas basadas en con quién y hasta donde limito el costo de negociar con un "contrincante" han producido conservadurismo en las iniciativas políticas y fetichismo institucional.

9. La culminación de la transición democrática requiere un proceso deliberado, acompasado, gradual y acumulativo de desmantelamiento de los enclaves autoritarios ampliamente presentes en el actual sistema político. El propósito final es un nuevo acuerdo constitucional basado en una nueva coalición gobernante.

10. Hay, empero, una idea central que impide los acuerdos. La idea de que es posible en vez de negociar con el contrincante, debilitarlo y eventualmente aniquilarlo.

11. El acuerdo central -el verdadero compromiso histórico- que puede desmantelar los enclaves autoritarios es el que hemos eludido como país desde 1988. El acuerdo entre un sector de la derecha, expresado en el PAN, y otro de la izquierda, expresado en el PRD.

12. No es que desconozca la importancia política, aunque ahora disminuida, del PRI y de sus muy eficientes operadores políticos, como el actual coordinador de la fracción priísta en el Senado. Pero las alianzas del PRI y el PAN han sido esencialmente conservadoras. Se han empantanado en todo lo que hubiera significado reformas de fondo.

13. Resulta sin duda paradójico, sino es que excéntrico, que se plantee en este momento que el verdadero compromiso histórico debe gestarse entre la derecha y la izquierda mexicana, cuando las negociaciones entre el PAN y el PRD están abriéndose -por decirlo de alguna manera- con verdaderos deal-breakers. La renuncia a las movilizaciones sociales pide el PAN al PRD. La renuncia de Calderon como precondición para negociar pide el PRD al PAN.

14. La apuesta de muchos actores políticos está en los desprendimientos de la CBT. La misma apuesta expresa la cortedad de miras y, en cierto sentido, la incomprensión del momento actual. Los acuerdos con desprendimientos van a ser siempre ilegítimos y de muy corto plazo. Agravian a la coalición contrincante, favorece a quienes rechazan toda forma de negociación y eluden el tema central: analizar la dinámica propia de las movilizacione sociales. Para desmontar el autoritarismo se requiere una coalición gobernante fuerte y sólida, capaz de enfrentar los poderes fácticos. La derecha desconfía que la izquierda quiera hacer eso desde los canales institucionales. La izquierda desconfía que la derecha quiera enfrentar a los poderes fácticos porque la concibe presa de esos intereses.

15. Y sin embargo, la ausencia de ese compromiso histórico ha provocado casi 20 años de un país congelado, que se desarma y se desarticula paso a paso en una incontenible caída en la decadencia. Se requere en verdad buscar el elusivo bien mayor.

http://gustavogordillo.blogspot.com

 
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