Usted está aquí: martes 5 de septiembre de 2006 Opinión Goya, Klinger y Ruelas: grabados

Teresa del Conde/ I

Goya, Klinger y Ruelas: grabados

Creo que lo primero a considerar es que la muestra, vigente en el Museo Nacional de San Carlos y, por tanto, el catálogo que recientemente salió a la luz se debe a la accesibilidad de las colecciones, que tienen como eje al Goya de Los caprichos actuando como disparadero. Allí veo lo que pudiera ser un problema, pues, ¿quién es inmune a este artista? Nadie, que yo sepa, hasta ahora.

No sucede exactamente lo mismo ni con Klinger ni con Ruelas, aunque en México toda persona medianamente entendida conoce a este último, y Klinger es uno de los grandes maestros de la corriente simbolista. Para equilibrar en cierta medida las tres ''venues" que la exposición depara, hubiera sido necesario echar mano de tintas de Ruelas.

Eso hubiera traído una complicación: ya la muestra no hubiera sido propiamente de originales múltiples, y el dicho de la directora del museo, María Fernanda Matos Moctezuma, dejaría de tener sentido.

''Junto a las interpretaciones que puedan desprenderse de esta exhibición, queda de manifiesto la riqueza de recursos plásticos que brinda el grabado en manos de estos tres artistas excepcionales que muestran sus cualidades y destrezas en el manejo de las líneas de distinto calibre, en su conocimiento de las potencias del mordido del ácido, en las sutiles gradaciones de grises conseguidas con la aplicación de la brea y, en general, en la atmósfera y calidad que alcanzan en toda la superficie con base en soluciones monocromáticas sobre un soporte de papel..."

Pese a lo que puedan decir algunos especialistas, Klinger y Ruelas están de lleno dentro de la corriente simbolista y decadentista finisecular, los une más que nada la Academia de Karlsruhe, dependiente de la de Munich, a la que ambos asistieron.

Los nueve aguafuertes de Ruelas, realizados en el consorcio Cazin, o sea en el taller de Joseph Marie, hijo del orfebre y medallista de mayor renombre que su vástago, siendo, como son, masterpieces, conforman un corpus minúsculo si se compara con el de Klinger. Este fue activo, emprendedor, ambicioso, dotado de enorme talento pero también de capacidad de trabajo. Ruelas fue un taciturno exiliado de su medio mexicano -con todo y la Revista Moderna de por medio-, debido a circunstancias que sólo en parte podemos colegir, más que demostrar. Le fue ofrecida una beca por Justo Sierra para que complementara una educación visual que ya poseía y para que se entrenara como grabador, algo que hizo sólo durante los dos últimos años de su vida, no antes, al menos no desde que pisó París en 1904.

Los nueve aguafuertes son todos de 1906-1907. Sus muy frecuentes visitas a Saint Maló, en la costa bretona, deben haberle tomado su tiempo. Saint Malo era entonces un sitio de playa muy permisivo en todos sentidos y es más que posible que por tal razón Ruelas, vástago de una familia castrense, lo prefiriese a otros, además de que allí disfrutaba de un aislamiento que le convenía. Realizó en ese puerto dos pequeñas marinas, trabajos correctos, nada más. Salvo una que otra excepción, validada por la iconografía que le fue propia, la pintura de Ruelas no se equivale a sus extraordinarios trabajos como dibujante a línea (o a la aguada) destinados -no propiamente a ilustrar, sino a dar cauce al modo particular en que asimiló esa vertiente decadente que puso de manifiesto el barón de Huysmans en Au Rebours-, si bien Ruelas resulta más afín a la vena germánica del simbolismo que a la francesa.

''Pocas obras de arte tienen cualidades que nos permiten hablar de ellas como puntos de inflexión que transfiguran en forma determinante la historia cultural del mundo", dice con evidente acierto Fernando Gálvez de Aguinaga, curador en jefe de la muestra.

Menciona como obras de inflexión: El Gran Vidrio, de Duchamp, que se encuentra en el Museo de Filadelfia; Las Demoiselles, de Picasso, en el MoMA de Nueva York, así como los murales de Giotto en la Capilla Scrovegni, también conocida como Capilla de la arena, en Padua.

Es evidente que Goya es otro punto de inflexión. Antecede al romanticismo, al expresionismo y hasta al surrealismo, y el aguafuerte El sueño de la razón produce monstruos, tiene implicaciones intemporales, incluso en el campo de la política. De ese aguafuerte deriva el título de la muestra, que se debe a idea del curador: El sueño de la razón produce ecos. La cercanía temporal con la muestra Goya en el Museo Nacional de Arte, que terminó en marzo pasado, no invalida, sino que coadyuva a la introspección de Los caprichos barajados ahora en su aspecto temático y entreverados con Klinger y Ruelas.

 
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