Usted está aquí: jueves 31 de agosto de 2006 Opinión El búnker y la razón cínica

Carlos Fazio /II

El búnker y la razón cínica

Además del búnker-acción y el búnker-masa, existe un búnker-búnker. El búnker dirigente. Dicho búnker está formado por la clase dominante en sus estratos superiores. Es el titular de los intereses que son puestos en peligro por la evolución crítica de la sociedad. En tales circunstancias, los miembros del búnker dirigente no dudan en defenderse con todo el peso de las "instituciones" y las fuerzas represivas del Estado.

A ese búnker pertenecen banqueros, capitanes de industria, grandes empresarios de los medios de comunicación, en particular los electrónicos, buena parte de los integrantes de la clase política, la plana mayor del charrismo sindical, intelectuales, académicos, periodistas. Se trata del búnker institucional en cuyo seno se mueven los 10 magnates mexicanos que figuran en la lista de la revista Forbes, los 39 barones del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios que concentran 40 por ciento del PIB nacional, los integrantes del Consejo Coordinador Empresarial, los representantes de trasnacionales como Procter and Gamble, Kimberly Clark, American Express, Grupo Carlyle, General Electric, McDonalds, Johnson and Johnson, Microsoft, ING, Jumex, Pepsico (propietaria de Sabritas), unos pocos millares de industriales medios, algunos jerarcas de la Iglesia católica y de otras denominaciones cristianas, y un cortejo de bunkerianos menores, que les rodean y acompañan como los asteroides escoltan a los planetas y contribuyen a su mecánica celestial.

En la coyuntura, el verdadero problema en la batalla por las libertades públicas, la defensa del voto y la construcción de un proyecto alternativo de nación donde todos quepan radica en el búnker institucional. A medida que se agudizan las contradicciones, los administradores del búnker-búnker ensayan una nueva mítica para hacer pasar las posturas conservadoras. Recurren a una semántica democratizante (Calderón ofreció "cogobernar" con quien antes definió como "un peligro para México" y aplicar programas que antes criticó por "populistas"), para contrabandear la mercancía reaccionaria y prolongar la dominación estructural sobre las masas de "renegados" y "violentos". Así, mientras la sociedad conservadora condena "toda" violencia, su larga mano, el búnker-acción, ya sea por acción física o intelectual, pero siempre acción directa, realiza actos vandálicos, intolerantes, como la destrucción de 53 obras que integraban la exposición de gráfica digital De las obligaciones de la razón (al mayoreo y al menudeo).

El carácter, aspiraciones y la verdadera ideología del búnker-dirigente asoman cuando sus hombres abordan el tema de las instituciones y la función que compete al poder. Como ocurre con el dinero, con las instituciones y el poder no se juega. Todo es negociable. Todo tiene arreglo si no se toca el dogma. Y el dogma son el dinero, el poder y las instituciones. Ninguna de las tres cosas es negociable. Por eso la millonaria campaña de propaganda en defensa Instituto Federal Electoral, paradigma del "México moderno". El sacrosanto IFE, "ciudadanizado", "blindado", "a prueba de fraudes". Mitos, mitos, mitos. El autoelogio. La autolegitimación del fraude disfrazada de reivindicación de la "ciudadanía" encarnada en "la gente común". El viejo recurso de elogiar al populacho, a la chusma: María la tortillera, Pancho el plomero, Rosita la cajera, mancillados en su "honor" por quienes amenazan al Estado de derecho al reclamar voto por voto, casilla por casilla. Otra vez la trampa semántica y la razón cínica. El fútil y mendaz intento por fusionar el Estado, sus aparatos y las instituciones con todas las Marías tortilleras de México. Un exabrupto, que exhibe el desprecio de los propagandistas y sus contratistas por los de abajo.

¿Qué es el poder para el búnker? Ante todo una pasión. Una pasión útil, sórdida, al servicio del juego de intereses. El poder constituye un instrumento de dominio clasista, jamás un mecanismo que encarne la voluntad de la mayoría popular. Para la plutocracia, el poder es la emanación jurídica y soberana de su pura voluntad de mando, que se apoya, en definitiva, sobre la necesidad de sostener unos principios inmutables que justifican cualquier medida que pueda adoptarse en el gobierno del Estado, por monstruosa o impopular que esta sea. Es el empleo del poder como mazo que levita sobre la sociedad. Ejemplos sobran: Acteal, El Charco, El Bosque, Sicartsa, Atenco, Oaxaca, las tanquetas en San Lázaro.

Pero hay, en el búnker, un miedo patológico a la información. Para el búnker, el periodismo ha sido una palanca para la creación de mitos o bien para su alimentación. Los dueños de los grandes medios utilizan la información como vehículos de propaganda. Como un instrumento de deformación de la realidad al servicio de la sociedad piramidal y clasista. Es un miedo elemental. Saben que la información constituye el oxígeno que habrá de poner en marcha un verdadero proceso de democratización del país, que hará peligrar los principios y esquemas de dominación, esos que el búnker representa en forma extrema. Por eso no quieren que el pueblo esté informado. Por eso temen a la verdad.

 
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