Usted está aquí: martes 22 de agosto de 2006 Opinión El mapa de White

Pedro Miguel

El mapa de White

Hace cosa de un mes el sicólogo Adrian White, de la Universidad de Leicester, Inglaterra, dio a conocer un "mapa mundial de la felicidad" elaborado con base en datos variopintos de la UNESCO, la OMS, la New Economics Foundation, el Afrobarómetro, el Latinbarómetro, la base de datos Veenhoven, la CIA y el Reporte de Desarrollo Humano de la ONU. El resultado: los países más felices del mundo, marcados en el gráfico con un rojo intenso, son Dinamarca y los escandinavos, Estados Unidos, Canadá, los emiratos petroleros, Australia, Venezuela y Malasia. México está en la segunda categoría, junto a Colombia, Argentina, España, Alemania, Italia, Mongolia y Arabia Saudita. Luego viene un grupo en el que se encuentran China, Francia, Japón, Namibia, Brasil, Paraguay y Chile. En el nivel inferior siguiente están Ecuador, Perú, Bolivia, Libia y Marruecos; en el penúltimo estadio de la infelicidad se hallan India, Argelia, Haití y Sudáfrica, y la desdicha plena está representada por manchas amarillas que cubren a Rusia y las repúblicas ex soviéticas, Pakistán, Etiopía, Uganda, Egipto, Sudán y no sé cuántos más. Irak, Afganistán, Corea del Norte, Groenlandia, Liberia y el Sahara Occidental aparecen, en el mapa de White, teñidos de un gris ominoso, en el cual hay además dos manchas negras correspondientes al lago Victoria y al mar Caspio, lo que tal vez indique que se trata de los cuerpos de agua más desdichados del mundo.

Definir la felicidad es un atrevimiento sin destino porque para unos es la unión con Dios; para otros, la consumación artística; unos más la conciben como la suma de los placeres físicos satisfechos, una buena parte de los humanos la localiza en la convivencia con los seres queridos, hay quienes la identifican con un conjunto de aparatos electrónicos avanzados, muchos la viven en su advocación de despegues, aterrizajes y llegadas a hoteles; no falta el demente que la viva en los velorios de sus enemigos, la Madre Superiora de los Beatles la encontraba en una pistola tibia y puede que alguien la halle en una pizza entregada a domicilio; definir la felicidad es un atrevimiento porque cada ser humano tiene su propia idea, personal e irrepetible de lo que significa ser feliz, y ésta consiste en la combinación en dosis únicas de cada uno de los factores enumerados, menos algunos de ellos, más otros que no se mencionan aquí. Según White, la felicidad está directamente relacionada con "buena atención médica, un PIB per cápita elevado y acceso a la educación", en tanto que la infelicidad se vincula a las situaciones de guerra, de posguerra y de altos índices de pobreza. Sin embargo, tales obviedades no necesariamente se reflejan en el mapa de White, en el que Colombia es más feliz que Francia y Rusia, más desgraciada que Haití.

Quién sabe qué cosa sea la felicidad. Tratar de definirla es ya una osadía y tal vez una arrogancia abusiva, porque de seguro tiene significados distintos para un banquero de Nueva York, para una abuela de Uzbekistán y para un mecánico de Montevideo. Es más fácil y más certero medir la duración de la vida, los salarios, las viviendas, los hospitales, las escuelas, los decesos violentos, el índice de adicciones y el grado en que las autoridades respetan la voluntad de los ciudadanos.

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