Usted está aquí: lunes 14 de agosto de 2006 Deportes Pepe López salva el festejo, sale al tercio y da vuelta por interesantes trasteos

Quinta novillada en la México; ahora desperdician novillos de San Francisco

Pepe López salva el festejo, sale al tercio y da vuelta por interesantes trasteos

Torera faena de El Rifao y petardo del juez Ramos y de Ortega

Ya no hay novilleros

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El Rifao, con su primero de la tarde Foto: Jesús Villaseca

Si no es por las finas tandas con la diestra que recetó a sus dos novillos el moreliano Pepe López y la sentida interpretación del pasodoble mexicano La Macarenita, a cargo de la banda de música de la plaza, estaríamos hablando de otra tarde intrascendente en la plaza más importante del país.

En el quinto festejo de la llamada temporada chica en la monumental de Insurgentes continuó el mal fario de la nueva empresa: más novillos con estimable toreabilidad para más novilleros con notable incapacidad.

Hicieron el paseíllo Pepe López, de Morelia, que tan buen sabor de boca dejó en sus actuaciones del año pasado en este escenario; y se presentaron Manuel Rocha El Rifao, de Huamantla, y Francisco Ortega, temerariamente apodado El loco de Tijuana, para lidiar una novillada de San Francisco de Asís, de los herederos de don Juan Hernández.

A la postre resultó un encierro parchado, ya que lo completaron dos novillos de Los Ebanos, uno como primera reserva en sustitución indebida del quinto, que se lesionó una mano ya iniciada la faena, por lo que el juez Jorge Ramos no debió ordenar que fuese devuelto pues al hacerlo contravino el artículo 68 del reglamento taurino: "El animal que se inutilice después de cambiar el segundo tercio (banderillas) no podrá ser sustituido", y otro jugado en sexto lugar, ya que al decir de los enterados sólo cuatro ejemplares de la ganadería anunciada fueron aprobados.

Para esto, luego de ser estoqueado en el ruedo el toro lesionado, el ganadero Mario Hernández, de San Francisco de Asís se enfrascó en prolongada discusión con representantes de la empresa y el juez de callejón, Eduardo Moreno, quienes se negaron a que el primero obsequiase uno de sus novillos rechazados a El Rifao.

Por si el desorden fuera poco, hasta en dos ocasiones El loco de Tijuana, tercer espada, se fue a los medios con el propósito de recibir a "su" novillo, siendo que, por la desatinada decisión del juez Ramos, ese reserva correspondía a El Rifao, y otras tantas ocasiones el juez de callejón tuvo que ordenarle que regresara al burladero.

Un grupo de aficionados -¿o alguna de las porras?- gritó: "¡Señor juez, qué desmadre es!" Pero si a principios del sexenio del gobierno del cambio, la delegación Benito Juárez se hizo de la vista gorda con el anterior empresario, ni modo que al cuarto para las 12 intente ser autoridad en materia taurina.

Lo bueno es que la capacidad de transmisión con el tendido que desplegó Pepe López en sus dos novillos y la riñonuda faena de El Rifao a su primero, impidieron que la tarde se convirtiera en enésima decepción para el franciscano público que, además del sainetazo descrito, aguantó la lluvia hasta en tres ocasiones.

Con Príncipe, su primero, con cara, fijo y repetidor, Pepe López se dobló suavemente para luego engarzar bellas tandas con la diestra, tal vez empañadas con unas manoletinas sin quietud. Dejó tres cuartos traseros de colocación y fue sacado al tercio luego de que los despojos del novillo eran ovacionados en el arrastre.

De mayor intensidad y variedad fue su labor con el corrido en cuarto lugar, Emperador, pobre de cara, codicioso y claro de embestida que, no obstante haber intentado saltar al callejón, recargó en serio en el peto, provocando un tumbo.

Con la muleta, López se dio a torear primero por sentidos naturales y luego por derechazos largos y templados, recreándose y transmitiendo su gozo al tendido -ojo, que esa cualidad no surge todos los días-, para luego señalar un pinchazo arriba, es decir, sin aliviarse en el embroque, y tres cuartos de acero tendidos. La gente pedía la oreja pero la autoridad -ah que la autoridad- con un rigorismo sin criterio, la negó. Sin embargo, la vuelta que le hicieron dar corrobora la excepcional capacidad del muchacho para transmitir sentimientos al tendido.

Torero, muy torero, se vio El Rifao, con su primero, Rey, con trapío y malas ideas, que miraba al matador y sabía usar los pitones. Tras unos doblones y sentido trincherazo, el tlaxcalteca consiguió naturales escalofriantes, tanto por las intenciones del novillo como por la quietud del diestro. "¡Ya mátalo!", suplicaban nerviosos algunos villamelones. Con su segundo, de Los Ebanos, luego del largo paréntesis, el daño estaba hecho: la gente desconcertada y el novillero desconcentrado.

El loco de... no está loco sino que padece demasiadas confusiones, tanto de la lidia como de lo que significa dar espectáculo, y desperdició lastimosamente a un novillo que traía las orejas con alfileres.

 
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