Usted está aquí: sábado 12 de agosto de 2006 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Especulación financiera, jugoso negocio para unos cuantos

Impuesto sobre transacciones arrojaría buenos dividendos

Compartamos, un banco ''ambulante''

Las rebanadas del pastel:

La especulación financiera en el país, legalizada e institucionalizada como parte de la "modernización nacional", resulta un jugoso negocio para unos cuantos y representa cuantiosas pérdidas -medidas éstas con la vara fiscal- para el grueso de los mexicanos.

Las transacciones en los mercados bursátil y cambiario se realizan libres de impuestos, no obstante las voluminosas utilidades en ellos obtenidas. Tan sólo el más reciente reporte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores habla de un incremento de 168 por ciento en las ganancias de las casas de bolsa, de las que el erario no ve un sólo peso.

Gravar la especulación como vía de incrementar la captación de recursos públicos ha sido un tema recurrente, al igual que la reiterada cuan tajante negativa de los barones y sus contlapaches en el gobierno de entrarle al análisis y a la toma de decisiones en ese sentido.

En uno de sus más recientes estudios, la Cepal hace un ejercicio sobre uno de los renglones más productivos de la especulación: el mercado internacional de divisas. En él (Un impuesto sobre las transacciones cambiarias como instrumento de lucha contra la pobreza, realizado por John Williamson), señala que, entre otros elementos, un impuesto de 0.01 por ciento a las transacciones cambiarias permitiría obtener multimillonarios recursos para combatir la marginación y el hambre en el planeta.

El autor señala que la idea de establecer un impuesto "módico" sobre las transacciones cambiarias se remonta a una conferencia dictada en 1972 por James Tobin, premio Nobel de economía, quien proponía una tasa impositiva de, "quizás", uno por ciento del valor de las transacciones en divisas, la que, según sostenía, podría satisfacer dos propósitos en forma simultánea: el primero sería dificultar en alguna medida la dinámica de las finanzas internacionales, lo que devolvería cierto grado de independencia a las políticas monetarias nacionales y pondría freno a la destructiva especulación desestabilizadora; el segundo -consecuencia del primero- sería recaudar dinero para destinarlo a alguna buena causa internacional.

De acuerdo con cifras del Banco de Pagos Internacionales (2004), el valor actual de dichas no sería menor a 1.9 billones de dólares (millones de millones, para efectos castellanos) por día, de tal suerte que podría acumularse una cantidad digna de ser considerada, y utilizada, para el combate de la pobreza en el planeta, sin afectar mayormente los intereses de los barones de la especulación financiera internacional.

Señala el autor que un impuesto sobre las transacciones cambiarias ejerce una atracción natural como método para obtener ingresos que puedan gastarse en causas internacionales, sobre todo porque sería recaudado en gran medida, o íntegramente, por una cantidad limitada de gobiernos de países ricos, pero lo pagaría una clientela internacional muy extensa. Sin embargo, muchas de las formas de presentar esta idea pueden haber desalentado a posibles simpatizantes debido a que quienes la respaldan tienden a afirmar que el impuesto podría solucionar, al mismo tiempo, problemas como la especulación desestabilizadora. Con este mecanismo podrían captarse alrededor de 20 mil millones de dólares, monto que paulatinamente aumentaría.

Sería barato y productivo, pero el estudio parece no considerar la obsesiva ambición de quienes manejan el mercado.

De los lectores, sobre la macrousura de los Legionarios de Cristo y sus obras pías: "mi esposa, por necesidad, forma parte de un grupo de mujeres que han obtenido créditos de -Banco- Compartamos en Taxco, Guerrero. Los préstamos son de 3 mil a 18 mil pesos como máximo; se da un anticipo (interés disfrazado) de 10 por ciento sobre el monto solicitado, que queda como depósito hasta que se liquide el préstamo (4 meses); se da semanalmente y de forma obligatoria un ahorro de 20 pesos como mínimo, dando la oportunidad de que quienes voluntariamente puedan y quieran ahorrar más, puedan hacerlo, cantidad que se suma a multas por retardos y faltas; finalmente, se les devuelve al finiquitar el crédito; para ahorrarse lo administrativo, contable y riesgos, se forma una mesa directiva con su presidenta, secretaria y tesorera, quienes tienen la responsabilidad de exigir en reuniones semanales los pagos parciales correspondientes a cada una de las participantes. Son, entre otras cosas, las responsables por cualquier faltante de dinero y de depositar al banco HSBC el total de lo recolectado, y en caso de extravío o robo, tienen la obligación junto con el grupo, de reponer el dinero; los bienes muebles, papelería y el local para las reuniones semanales los proporciona alguna de las participantes sin obtener, por supuesto, ninguna remuneración por todo ello. Un banco así, sí que es buen negocio. Se quejan de la economía informal, y este es un banco ambulante" (Gregorio Albavera Viveros. egresado de la Facultad de Economía de la UNAM, [email protected]).

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