Usted está aquí: sábado 12 de agosto de 2006 Opinión La democracia en cuestión

Neil Harvey*

La democracia en cuestión

La decisión del tribunal electoral de no aceptar el recuento total de los votos emitidos en la contienda presidencial no logrará superar la falta de credibilidad expresada por millones de mexicanos respecto del proceso electoral. El recuento de 9 por ciento de las casillas parece más ligado a un intento de legitimar una elección cuestionada que a dar certeza a la población sobre el verdadero resultado. Con ello se pretende subordinar una parte central de la democracia a la continuidad del régimen actual. Sin embargo, las movilizaciones en varios puntos del país nos recuerdan una vez más que los principales arquitectos de la democracia son los sectores y ciudadanos menos privilegiados.

La democratización es un fenómeno que ha llamado mucho la atención en los últimos 30 años. La caída de las dictaduras y la celebración de elecciones en un creciente número de países ha dado pie a debates sobre las causas de estos cambios. Aquí mencionamos tres posibles explicaciones con el objetivo de entender el actual conflicto poselectoral en México.

En primer lugar, la teoría de la modernización pretende demostrar que hay estrecha correlación entre los niveles de crecimiento económico y los avances democráticos. Según esta teoría, a medida que un país se modernice económicamente y su población sea más urbana, con mayores niveles de educación y mejores ingresos (es decir, una sociedad con una clase media en expansión), las demandas democráticas no quedarán atrás y, tarde o temprano, la libertad política acompañará al éxito económico. Sin embargo, el problema principal con esta teoría es que es demasiado general y determinista. Por ejemplo, hay varios ejemplos de dictaduras latinoamericanas que en los años 70 gobernaban en los países más "modernos" (Chile, Argentina y Uruguay, por ejemplo), lo cual demostró la necesidad de tomar más en cuenta las decisiones de los actores políticos.

Una segunda teoría de la democratización trató de encontrar similitudes entre los procesos de transición en diferentes países. Comparando varios casos latinoamericanos y del sur de Europa, un grupo de analistas propusieron en los años 80 el argumento de que las transiciones democráticas se dan cuando un grupo dentro del régimen autoritario busca negociar el cambio de poder con un grupo moderado de la oposición política. En este escenario, el pacto entre los dos grupos es el paso imprescindible para empezar la transición y convocar a elecciones libres y competitivas. Este tipo de análisis no descarta el papel de la sociedad civil en la construcción de la democracia, pero sostiene que los actores centrales del cambio político son los líderes y las elites políticas. De ellos, y los términos de sus pactos, depende la estabilidad y la gobernabilidad. Si este enfoque logró superar el determinismo de la teoría de la modernización, terminó dando demasiado peso a la clase política y dejó de lado las relaciones entre diversos liderazgos y el resto de la sociedad.

Por lo tanto, una teoría alternativa de la democratización se basa más en la movilización popular y su impacto en la vida política, empezando con las luchas de diversos grupos por sus derechos, sean éstos agrarios o laborales, humanos, o derechos políticos. La teoría de la transformación democrática mira al conjunto de la sociedad y no tanto a los indicadores de crecimiento económico, o a las negociaciones de las cúpulas partidistas, para explicar cómo se logra y dónde se dificulta la democratización. A diferencia de los que buscan crear una cultura política que defienda acríticamente a las instituciones, aun cuando éstas violen la misma ley, los ciudadanos y las ciudadanas que se movilizan por exigir el respeto a sus derechos están demostrando la posibilidad de una transformación democrática.

En el conflicto poselectoral actual, la democracia, y no solamente la Presidencia, está en juego. Las distintas teorías de la democratización nos ayudan a comprender el tamaño del problema. Las tesis sobre la relación entre desarrollo económico y democracia quedan bastante cuestionadas si notamos que la mayoría de las irregularidades en el conteo de los votos ocurrieron en el norte del país, donde tal parece que los dirigentes panistas se han olvidado de las luchas democráticas que emprendieron sus propios miembros hace pocos años.

Por otra parte, si en México la transición pactada se dio en 1996 con las reformas electorales de aquel año, notablemente con la consolidación del Instituto Federal Electoral (IFE) como órgano independiente y creíble en elecciones a partir de ese momento, la debacle del proceso electoral de 2006 ha puesto en entredicho el verdadero alcance de esas reformas e innovaciones institucionales. En vez de consolidar la democracia, el gobierno de Vicente Fox intervino al igual que sus antecesores priístas en la contienda presidencial, buscando evitar que el pueblo mexicano participara en una elección competitiva, mientras el IFE no actuó para asegurar una contienda equilibrada.

Con una modernizacion excluyente y cada vez más antidemocrática, y ni siquiera contando con la certeza de los procedimientos de una democracia electoral y pactada, los mexicanos tendrán que defender sus derechos por medio de la movilización, las alianzas y sus propias formas de organización. En esto continúan una larga historia de lucha por la transformación democrática en el país y abren la posibilidad de construir una democracia participativa, el verdadero peligro para el poder actual.

* Profesor-investigador, Universidad Estatal de Nuevo México, Las Cruces

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