Número 121 | Jueves 3 de agosto de 2006
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Carnaval de atrocidades  

Por Joaquín Hurtado

Aquí en mi muy norteño vecindario urgen a sellar tu dudosa victoria: el triunfo de la bufonada electoral. Siendo casi de la misma edad pertenecemos a una generación para quien robar, transar, arrebatar, picudear, chantajear, devastar es aceptable para alcanzar cualquier fin. Lo comprendo, no lo comparto.

Cuando mi hijo Isaac, nuevo votante a sus diecinueve, me preguntó cuál era el caso de acudir a las urnas le dije que podíamos elegir entre un modelo económico y social depredatorio y otro humanista: uno que ofrecía compensar décadas de expoliación.

Estudiante universitario, él tomó su decisión: no te daría su voto. Sabíamos que la moneda estaba en el aire, así lo evidenciaron las encuestas. En un proceso como este se gana o se pierde, incluso por un sufragio. Pero cada día nos preocupa el creciente nivel de rabia, de exasperación que expresan sus compañeros de la universidad, nuestros amigos, vecinos y familiares: tu contrincante más cercano, dicen con tono admonitorio, es un feroz peligro para nuestros bienes, nuestras vidas, nuestros hijos por el solo hecho de exigir el justo recuento de los votos.

Tu juego fue suicida: si ganabas malo, porque tu propaganda creó un desbarrancadero post-electoral que ahora parece insalvable. Si perdías peor: instauraste en la sociedad la doctrina del desprecio irracional, gratuito.
El estratagema te dio resultado: tus seguidores se quedaron con la mitad del país, ya fracturado por una historia de ignominias, explotación, rencores, sangrías de clase, etnia, género... Los que dijimos abiertamente que no votaríamos por ti quedamos automáticamente del otro lado de la calle, con el grupo de los aborrecibles. En el gueto.

Soy homosexual, tengo sida, no lo oculto: entro y salgo de mi escondite por mis medios. He aprendido a sobrevivir entre los marginados, los renegados, los apestados, los condenados; mi lengua y mi razón son mis instrumentos de conservación, mis armas de defensa. Pero pertenezco a una minoría, soy un privilegiado. Ante el fantoche del estigma y el vaho de la discriminación opongo argumentos como ciudadanía, justicia, derechos humanos. Pero hay miles que no pueden defenderse en ese idioma. Su país, mi país los sigue manteniendo en el escondrijo, en el silencio, tatuados para siempre con las siglas del asco.

Cuando osamos salir de nuestro ataúd de muertos sociales nos han acusado, curiosamente, con los mismos juicios con los que enlodaste esta fiesta cívica. Enemigo, traidor, monstruo, culpable, verdugo, ser bestial, ente abominable, espectro sediento de venganza, asesino de niños, maricón de mierda. ¿Será coincidencia que quienes más nos lo han escupido son los mismos grupos que te apoyan en el libreto obsceno y en el activismo vomitivo de esta contienda electoral?

Mi hijo no le debe nada a las leyes de los hombres ni de tu Dios, su única falta es ser mi hijo, opción que no eligió. Fue duro liberarlo del gueto de cuna. Pero su razonada voluntad fue no votar por ti: por eso ya está de nuevo en el basurero civil, junto a millones. No tardará en huir de esta patria atroz. Esa infamia jamás la pagarás, Felipe Calderón.