Usted está aquí: jueves 3 de agosto de 2006 Opinión Más viajes

Margo Glantz

Más viajes

Estuve en Lima invitada para participar en la Feria del Libro, dedicada a Argentina, y a la que también estuvieron invitados José Emilio Pacheco, Jorge Volpi y Víctor Manuel Mendiola de México, gracias al apoyo de Relaciones Exteriores; a Antonio Villegas, embajador de México, su esposa Claudia y su agregada cultural, Carmen Serra, de quien antes había conocido la eficacia cuando visité Nueva Delhi en 2004.

Cabe subrayar que, según sus promotores, ésta ha sido la feria más lograda que haya organizado la Cámara Peruana del Libro, cuyo programa cultural estuvo dirigido por la poeta Doris Moromisato. Feria repleta de gente, de libros y de actividades diversas como debiera ser, la presentación de un libro magnífico de cocina del poeta Rodolfo Hinostroza y homenajes dedicados a autores peruanos: a la recién fallecida novelista Pilar Dughi y al gran poeta Carlos Germán Belli, ganador del Premio Iberoamericano Pablo Neruda 2006, el pasado marzo, que le fuera entregado en julio en Santiago por la presidenta Bachelet, quien, invitada a la toma de posesión de Alan García, se dirigió, apenas desembarcada, a la feria, acontecimiento singular, considerando además la tirante relación que siempre ha existido entre Chile y Perú (me pregunto si algo semejante hubiera pasado de haber asistido a esa transmisión de poderes nuestro actual presidente).

Figura principal fue el editor de Anagrama, Jorge Herralde, acompañado de Eulalia -Lali- Gubern, as usual, afortunadamente. Jordi rodeado de jóvenes y de reporteros, entrevistado en la prensa y en la televisión, invitado especial de varias sesiones donde dialogó de manera eficaz y con su habitual sentido británico del humor con el narrador Ivan Thays, primero, y luego con Alonso Cueto, ganador del Premio Herralde de novela del año pasado, y Julio Villanueva Chang, editor de la revisa Etiqueta negra, bastante conocida en México.

Muy significativo fue para mí - y para todos los que asistimos- comprobar la proliferación de editores muy jóvenes, entre los 20 y los 25 años, que trabajan en equipo: Estruendo mudo bajo la dirección del emprendedor Alvaro Lasso, de 23 años, quien publicó una bella edición del libro que sobre Roberto Bolaño escribió Herralde, editado aquí por Sexto Piso, y que esta noche se presentará en el Centro Cultural de España, detrás de Catedral.

Matalamanga es el atractivo nombre de otra de las editoriales emergentes, dirigida por Ezio Neyra. Asimismo, Jaime Arturo Vargas -Jairo- es el promotor de Sarita Cartonera, empresa artesanal que utiliza, como la Eloísa Cartonera de Buenos Aires, a los cartoneros que recogen este material de desecho, lo reciclan y además participan en la elaboración de los libros hechos a mano, actividad que pronto tendremos aquí en México, ¿con el nombre de Lupita Cartonera? En todas estas editoriales abundan los textos de autores jóvenes y de algunos escritores reconocidos en sus países de origen -y hasta en España-, pero mal distribuidos en América -la nuestra.

Lima es una bella ciudad rodeada por el mar, llamada por César Moro -secundado por Sebastián Salazár Bondy- Lima la horrible, calificativo que en una de mis visitas, en 1981, me pareció certero, evidente; era el tiempo de Sendero Luminoso, aunque antes, en 1969, y más tarde en 1999, lo creí exagerado, dato que ahora compruebo: Lima es hermosa, muy hermosa a pesar de la humedad circundante, cierto persistente racismo y antagonía entre la sierra y el sur, la neblina baja y fastidiosa, la carencia casi absoluta de sol, la constante y molesta garúa.

Su gente es en cambio amable, dulce, servicial; su comida extraordinaria; sus restoranes divertidos y tradicionales como el Haití o el Juanito o hermosos como La Huaca, situado al lado de un sitio arqueológico apenas recuperado (sólo en la capital hay 500 sitios, varios de ellos inexplorados), pero me detengo, me acerco peligrosamente en mi lenguaje al del desprestigiado Colón, cuando describía en sus Diarios -con primor alterados por Fray Bartolomé de la Casas- la inefable belleza de las tierras recién descubiertas y pronto conquistadas.

Antes de cerrar este artículo hablaré de una nueva exploración arqueológica: la de Caral, dirigida por Ruth Shady, situada a 182 kilómetros al norte de Lima. Alberga una civilización datada entre 2 mil 900 o 3 mil años aC, según las pruebas de carbono catorce, con lo que estaría a la par de las civilizaciones más antiguas del mundo, la egipcia y la sumeria.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.