Usted está aquí: lunes 24 de julio de 2006 Deportes Sin toro aborrecido, Ricardo Rivera repite color y corta otra merecida oreja

Primera pifia de la nueva empresa de la México: poner a jóvenes sin merecimientos

Sin toro aborrecido, Ricardo Rivera repite color y corta otra merecida oreja

Desaprovecharon dos novillos del encierro de San Isidro

Leos, debut y despedida

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El novillero Ricardo Leos, quien anunció ayer su retiro de los ruedos, enfrenta su segundo toro de la tarde en la Plaza de Toros México Foto: Jesús Villaseca

Recuperada la sana costumbre de repetir al domingo siguiente al triunfador de la novillada, la empresa Renovación Taurina anunció para la segunda de la temporada al sensacional colombiano Ricardo Rivera Cuéllar, nacido en Cali el 19 de octubre de 1983.

Tras su feliz presentación, en la que se llevó una oreja, todo hacía suponer que la tarde de ayer el público duplicaría la entrada. Sin embargo, un cielo gris y un cartel francamente desequilibrado -Rivera, la presentación de una ganadería y dos jóvenes desconocidos- hicieron que el coso reportara una pobre entrada, con gente tan distraída que ni al tercio llamó a Ricardo antes del festejo.

Abrió plaza Bordador, de 431 kilos, negro listón delantero de cuerna, decoroso de presencia, que acusó debilidad y sosería en las verónicas iniciales. Tras un puyazo sin recargar, vinieron tandas por ambos lados, mejores por el izquierdo, donde un gañafonazo dejó imperturbable a Rivera, quien al final de su torera labor ligó la dosantina con el cambio de mano y enseguida un derechazo con el pase cambiado. Como es su costumbre, se fue por derecho, dejando una estocada entera apenas desprendida, empañada con dos golpes de descabello.

Sin embargo, ese despliegue de creatividad, cabeza y vergüenza torera no fue justipreciado por el escaso público, que con caprichoso silencio correspondió al esforzado novillero.

Celoso de sí mismo, de sus alternantes y de encelar a bestias y espectadores, Ricardo Rivera recibió a su segundo, Gallero, de 422 kilos, entrepelado, bragado y discreto de cuerna, que comenzó soseando, con templadas verónicas, antes de que el de San Isidro, hierro debutante que previamente lidiaba como Roberto Ibarra, tomara un puyazo tratando de quitarse el palo.

Luego el caleño, quieto, intuitivo y gustoso de ponerse allí, quitó por ajustadas gaoneras e inusuales saltilleras -manoletina con el capote- para iniciar con la muleta su faena con dos péndulos y una gran tanda de derechazos en los medios, pues muchas veces los toros se desengañan a base de aguantarlos y se olvidan de dudas y resabios si se les sabe obligar con colocación, quietud y, sobre todo, convicción.

Desafortunadamente, el pitón rasgó la muleta en un pase y mientras Ricardo la reponía el toro se fue al tercio, donde la joven promesa siguió recreándose en ceñidas tandas muy bien rematadas, dejando la muleta siempre en la cara.

Con la convicción que lo caracteriza, Rivera se fue tras la espada, sepultando en todo lo alto el estoque. La oreja fue exigida por unanimidad y, sin ser encerrona, el pundonor y las cualidades del colombiano convirtieron la novillada en festejo de un solo novillero.

Lo demás fue lo de menos, a excepción del brillante examen presentado por Armando Ramírez, joven aspirante a subalterno, originario de Jalisco, quien banderilló lucidamente a los seis toros, e incluso hizo un quite a cuerpo limpio al tercer espada, Jorge Delijorge, para luego dejar un par al relance en tablas y ser sacado al tercio en el quinto.

Fracaso de Leos

Ricardo Leos, de Aguascalientes, con 15 novilladas en cinco años, confirmó que la nueva empresa carece de veedores de novilleros o no atinan a discernir cuáles pueden funcionar en la Plaza México. Alto, desgarbado, agobiado por las dudas y la falta de técnica y oficio, Leos desaprovechó un lote para haber desorejado.

En su segundo, el viento, justiciero, le arrancó el añadido, lo que aficionados desalmados aplaudieron. Alguien le gritó que lo recogiera, pero de inmediato otro replicó: ¡lo caido, caido!, hartos todos de tan improcedente inclusión.

De pronto surgió un gritito sospechoso: "Herrerías, ¿dónde estás?", como si se intentara iniciar la recotización emergente del desalmado promotor. Y luego otro asistente más juicioso: "empresa, esa no es la renovación".

Por fortuna, al término del festejo Leos, en el centro del ruedo, se desprendió voluntariamente de la coleta y la arrojó al tendido con impresionante swing, indicando que se quita de esto para que otros mejor dotados intenten lo que a él no se le dio.

El menudito Jorge Delijorge, de Zacatecas, lo intentó todo, y algo le salió con el mejor de la tarde. Aunque menos desprovisto que Leos, se ve difícil que el muchacho consiga un sello y una expresión que le permitan descollar. En cualquier caso, no se le vieron las 55 novilladas que dice traer.

 
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