Usted está aquí: miércoles 19 de julio de 2006 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López

Frankenstein blanquiazul

Violencia institucional

Irritación social

Escenografía de Felipe I

Dos errores de AMLO

Ampliar la imagen La coalición Por el Bien de Todos aclaró que la agresión de ayer contra Felipe Calderón Hinojosa no la promovieron ellos, "pero es una respuesta a las constantes provocaciones del candidato presidencial del PAN, de su partido y de la cúpula empresarial" Foto: María Meléndrez

La hipocresía se asusta de los peligros que ha creado. Quienes inocularon en la sociedad los virus del odio, el racismo, el miedo y la violencia gráfica y discursiva, ahora se espantan de que sus pretensiones de imponer de manera espuria otro gerente de la República provoque reacciones consustanciales.

El episodio del Club de Periodistas acomoda perfectamente a quienes pretenden asustar a los mexicanos con el petate del Trife. Si ejercer los derechos de impugnación electoral fuera un peligro (Cantinflitas dixit, entre otros personajes mediáticos de gabardina intelectual mocha), a los ciudadanos inconformes no les quedaría más que el retiro monacal o la degustación militante de las telenovelas nocturnas, aunque el manual clásico del panismo practicante de resistencia civil pacífica haya incluido en el pasado (olvidable y criticable cuando se llega al poder) desde tomas de cruces carreteros en la frontera con Estados Unidos hasta el acoso -a gritos, insultos, empujones y golpes- de los vehículos, las oficinas e incluso los domicilios particulares de los malvados beneficiarios de fraudes electorales denunciados.

El asomo de violencia física habido ayer proviene de un ánimo social irritado ante un fraude electoral que las elites quieren disfrazar de democracia mediante legalismos que ofenden. Para no ir tan lejos: este lunes, Calderón fue peligrosamente provocador de los ciudadanos que en ejercicio de sus derechos legítimos buscan el conteo voto por voto, casilla por casilla, de comicios que estiman fraudulentos. Con un precoz tufo dictatorial, el cada vez menos sonriente y cada vez más enojadizo Calderón advirtió -un día después de la gran marcha ciudadana que desembocó en el Zócalo- que no aceptará "chantajes ni amenazas". Necesitado de escenografía con aire triunfal, Felipe I se ha organizado reuniones de trabajo que le aporten indicios de que sí es el presidente electo y discursivamente pretende arrinconar las protestas ciudadanas y partidistas (las que se dan en las calles y las que van a los tribunales) para hacerlas pasar como intrascendentes y condenadas a la derrota. En ausencia de Fox, Felipe I está siendo hoy el primer provocador del país.

Según los datos disponibles hasta anoche, el arrebato contra el vehículo en que se transportaba Calderón no fue producto de una provocación, pero tampoco ha de ignorarse que el libreto rutinario de los especialistas en confrontar movilizaciones sociales incluye como asignatura indiscutible la infiltración y la violencia inducida. Dos manifestaciones públicas de creciente participación y ejemplar comportamiento son acicate obligado a los estrategas de las cañerías que necesitan montajes que a su vez doten de parque argumental a sus baterías mediáticas.

El riesgo del desbordamiento de las pasiones políticas es evidente porque no hay confianza en las instituciones ni en las autoridades. A nadie debe complacer que la violencia aparezca en el horizonte social, pero es necesario tener claros el origen y la responsabilidad de estos primeros incidentes para poder conjurarlos legítimamente y evitar que sean utilizados como carne mediática de cañón para justificar linchamientos contra el opositor que recorre con pleno derecho la ruta judicial de la inconformidad.

Ahora bien, a diferencia del 88, las pretensiones de imponer una presidencia espuria se enfrentan hoy a una sociedad más movilizada y -a pesar del cierre de filas de los intereses empresariales, sobre todo en los medios electrónicos- más informada. Calderón quiso realizar una gira nacional de presunta victoria electoral pero hubo de cancelarla ante los informes internos que le advirtieron de los riesgos de que sus opositores se aplicaran en una estrategia de protesta permanente y, especialmente, ingeniosa y sorpresiva (por lo pronto, ya en disfrute de los privilegios del erario, Calderón dispuso que se duplicara el número de los miembros del Estado Mayor Presidencial que le custodian). Vicente Fox viaja por el extranjero pero sabe que sus apariciones públicas tendrán también como acompañante el fantasma del fraude electoral.

En ese contexto de excitaciones en espiral ascendente, López Obrador ha cometido dos errores notables. El primero, el de descalificar los trabajos científicos que demuestran la manipulación de datos y cifras por parte de las autoridades del Instituto Federal Electoral para instalar la percepción del triunfo temprano de Calderón y, luego, para acomodar los datos oficiales a comportamientos estadísticos prestablecidos. Ayer, el tabasqueño quiso recomponer el dislate y habló de que en realidad habría dos vertientes del timo electoral, la manual -clásica, "a la antigüita"- y la cibernética. Justamente porque sus estudios no tienen un sentido de defensa de un candidato en sí, la mayoría -el tecleador no quiso escribir "la totalidad"- de quienes analizaron a fondo la manera como el IFE recolectó y expresó el flujo de datos electorales desean confirmar y difundir sus hallazgos, convencidos de que a quien se defraudó no fue sólo a un candidato que por razones propias podría declinar sus derechos de defensa, sino a la sociedad en general. Otro equívoco fue reiterado ayer durante una ríspida entrevista radiofónica en la W, cuando López Obrador se negó una y otra vez (lo que ya había hecho semanas atrás) a reconocer en Manuel Bartlett a uno -el más connotado- de los responsables de la caída del sistema electoral en 1988.

Astillas:

Que dice el presidente Bush que el presidente Chente no oye bien o lo que oye no lo entiende, porque él (el que decide) nunca le dijo al mexicano lo que éste creyó escuchar. Según eso, siguen en pie las buenas intenciones gringas (baldosas en el camino del infierno) de aprobar alguna forma de nueva regulación de los flujos migrantes sureños... Que dice Francisco Gil que ya no queda mucho tiempo para autorizar más bancos en el país, pero que próximamente habrá tres más... Y, mientras la televisión aprieta, en programado agradecimiento de los favores legislativos recibidos semanas atrás, ¡hasta mañana, en esta columna que sigue leyendo y leyendo correos electrónicos con saludos y comentarios, a más de múltiples quejas y denuncias a las que por desgracia no se ha podido dar cauce!

Fax: 56 05 20 99 * [email protected]

 
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