Usted está aquí: martes 18 de julio de 2006 Opinión Aprender a Morir

Aprender a Morir

Hernán González G.

Afirmarse negando

Alguien dijo que la diferencia entre democracia y dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes, pues el hecho es que el ser humano nace no sólo para morir sino además, en el ínterin, para acatar y someterse a variopintas leyes y preceptos que le son impuestos antes que por su propia naturaleza por diversos intereses ajenos.

Poder y muerte se asemejan en un inevitable proceso de descomposición. A todo ejercicio del poder lo acompaña en mayor o menor grado la corrupción -ver los singulares resultados de las elecciones del 2 de julio-, esa paulatina podredumbre de los buenos propósitos enunciados frente al virus de acciones más lucrativas. El peor enemigo de la democracia no es la ignorancia sino el miedo, sobre todo de los gobiernos espurios, empeñados en afirmarse en el poder negando el triunfo del opositor.

Escribe Patricia Arrieta : "una amiga padece cáncer en el colon, el cual ya se extendió al hígado y a los pulmones. Sigue un tratamiento de quimioterapia. Ella dice que se siente bien y que todo va funcionando a la perfección. Sin embargo, es evidente que la enfermedad va ganando la batalla".

"Me preocupa ver que ella vive la ilusión de que no pasa nada. Creo que verdaderamente está convencida de que todo va bien. Yo presiento que está en una fase muy avanzada, pero al no aceptarlo descarta cualquier posibilidad de informar a su familia de lo que sucede. Está prácticamente sola en la ciudad de Aguascalientes. ¿Hay algún centro de atención o especialista en Aguascalientes al cual pueda recurrir?

"Creo que sólo un tanatólogo profesional podría orientarla. Yo no puedo hacer nada y no quiero ver cómo se va apagando sin aceptar lo que ocurre para poder disfrutar de la compañía de su madre o hermanos."

Aceptar la no aceptación de un paciente, estimada Patricia, es el primer compromiso lúcido de quien ama a ese paciente.

Tu legítima preocupación refleja una cierta imposición de lo que tu amiga "debería" hacer, siendo que sólo el paciente tiene el derecho y la libertad para enfrentar su padecimiento como le parezca, incluido el hecho de no informar a sus familiares si así lo decide.

A esa negación o atenuación imaginaria de la enfermedad por parte del enfermo como una manera de afirmarse, de fortalecer su pertenencia a la vida, sobrevienen etapas, no necesariamente en ese orden e incluso simultáneamente, de profundo enojo -desde con Dios hasta con el perro-, de regateo o aplazamiento de medidas o de decisiones -"nomás que pase la boda de fulana o en cuanto se reciba zutano"-, de depresión y, a veces, de serena aceptación de la inevitable y absurda realidad.

Te sugiero buscar información sobre apoyo tanatológico, no psicológico, en el IMSS, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes o en la Academia de Derechos Humanos de esa ciudad.

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