Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de julio de 2006 Num: 593


Portada
Presentación
Bazar de asombros
La feria: Zapotlán en vivo
MARCO ANTONIO CAMPOS
"¡Maten a Borges!"
JOAQUÍN MAROF
Carta desde Río de Janeiro
ANDRÉS ORDÓÑEZ
Leer Madame Bovary 150 años después
ADRÍAN MEDINA LIBERTY
La cita
LEANDRO ARELLANO
Abecedario del Mundial
RICARDO BADA
Bazar
ALEYDA AGUIRRE
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUIA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ


Directorio
Núm. anteriores
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Urbes de papel
Andrés Ordóñez

Carta desde Río de Janeiro

Hugo querido:

Salgo de casa a la hora en que el mar es un inmenso cardumen de reflejos. La ciudad es una playa luminosa donde ángeles apenas vestidos se balancean al caminar. Hace días he querido iniciar nuestra correspondencia, pero entre los rigores de esta vida algo extraña que bien conoces y mi incapacidad de decidir el orden de lo que te quiero contar, los días me han abandonado implacables. Tú, que has andado Brasil, sabes lo difícil que es optar por una sola cosa en Río de Janeiro. La ciudad es un estímulo absoluto.

Oigo que muchas cosas han cambiado en Río. La gente de mi entorno se queja del deterioro. Yo la encuentro muy hermosa aunque, es verdad, en la bella orografía que nos circunda son evidentes los asentamientos irregulares donde se agolpan –como sucede también en México– los millones de inmigrantes que buscan sustento aquí.

La gente habla de las favelas como si no fuesen ellas mismas la ciudad. La ciudad, me dicen, se ha convertido en un rehén de las favelas. Es curioso, aquí la gente habla como habitante de frontera. Pese a la confluencia de razas, subsiste cierta dificultad para integrar especialmente el continente, imagínate tú que a los hispanoamericanos nos llaman "latinos" como si Brasil fuese Miami. Como lo muestra el caso de las favelas, al interior de la propia sociedad carioca la otredad es un fenómeno. En Río de Janeiro llaman barrios "nobles" a los vecindarios de gente pudiente y en los edificios de esas zonas hay un elevador para los patrones y otro menos confortable para los trabajadores.

A las favelas se le atribuye la escalada de la violencia que los medios se encargan de exagerar todos los días. En el imaginario colectivo de Río y probablemente de la nación entera, favela es sinónimo de crimen y violencia. Su sola proximidad es capaz de hacer emigrar a la gente decente y de desplomar el valor de inmuebles y terrenos.

No obstante, el fenómeno de las favelas encierra una de las paradojas de la intensa vida carioca. En esa singular relación con la otredad, nadie parece advertir que si la ciudad funciona, en buena medida se debe a los favelados. ¿Dónde si no en las favelas viven los ejércitos de obreros, empleadas domésticas, barrenderos, afanadoras, albañiles, nanas, choferes, mensajeros, empleados del transporte urbano, mozos, estibadores, policías y hasta los porteros y guardias de seguridad privada que por las noches velan el sueño de los nobles e incluso de no pocos de los que habitan las zonas plebeyas? ¿Recuerdas aquel librito extraordinario de Ortega y Gasset, Ideas y creencias? Tal parece que la huella del imperio persiste en lo que Ortega llamaría las "creencias" de este luminoso Río de Enero.

He procurado acercarme a las favelas. Hace unos días volví a Ciudad de Dios, la misma de la película de Meirelles. La cercanía con sus habitantes me ha ayudado a entender la otra dimensión de la favela y a apreciar la nobleza de la gente que cotidianamente hace un esfuerzo extraordinario por sacar la comunidad adelante contra viento y marea. Creo que es una exageración decir que la ciudad es un rehén. En todo caso, no lo es de las favelas. En realidad son los habitantes de las favelas los primeros rehenes, de sus circunstancias y, por supuesto, de quienes ejercen la violencia organizada. Y ¿sabes una cosa?, me pregunto si en las causas de esa violencia no se encuentra otra paradoja escalofriante de nuestra América contemporánea: a mayor juventud, mayor violencia. ¿Será posible, Hugo querido, que la inconciencia metafísica de la muerte potencie en un adolescente armado su capacidad destructiva?

Tal vez la violencia que tanto preocupa sea la manifestación de la fuerza transformadora, pero desesperanzada, de esta gente entrañable. Suponiendo que ese fuere el caso, es por demás injusto atribuirle a Río de Janeiro la violencia como marca de patente. Mafia de favela, mara centroamericana, sicarios mexicanos que con dulzura infantil entran en el sueño de la muerte tras el tiro en la cabeza …, esos jóvenes se encuentran conformando –ellos sí para que veas– la nueva hermandad latinoamericana.

En la Ciudad de Dios he podido sentir el poder expresivo de quienes, expatriados de la idea de "la ciudad", conforman los contingentes que una vez al año, durante unos cuantos días de carnaval, hacen brillar de noche la playa de reflejos marítimos desde la cual te escribo esta mañana solar.

Hasta muy pronto,

Andrés