Usted está aquí: domingo 9 de julio de 2006 Opinión Elecciones

Néstor de Buen

Elecciones

Votar en una casilla ajena no resulta cómodo. Uno pensaría que la asistencia sería mínima y con el ritmo adecuado. Pero en Cancún resultó todo lo contrario. Los extraños fuimos muchos con el agravante de que hubo muchos extraños locales: los que cambiaron su domicilio de cualquier otro lugar, pero se abstuvieron de avisar y no pudieron votar como locales porque su credencial marca su antiguo domicilio.

Abrían a las nueve. Precavidos los De Buen nos formamos desde las ocho frente al local del Centro de Convenciones. La cola ya era larga y el solecito exigente.

No faltaban los aprovechados que utilizaban cualquier medio para disminuir la espera. Las autoridades brillaban por su ineficacia. Así, tardamos cerca de tres horas en entrar al sagrado recinto del Centro de Convenciones. En la antesala me tocó un turno de una hora u hora y media, y haciendo cola en el interior, hora y media o dos horas más.

Los rumores ya eran significativos: sólo hay una computadora y no sirve. Trabajan a mano. No era tan cierto, por supuesto, aunque sí que el mecanógrafo fundamental no había tomado en su vida un curso de mecanografía.

Por la noche abundaban los rumores en la ciudad. ¡Que si 2 por ciento arriba, que si 2 por ciento abajo! Y así nos hemos pasado los días y hoy en que escribo estas notas, me informan que ganó el PAN por dos puntos y que el PRD, como es natural, no está conforme.

Quiero suponer, aunque no esté nada seguro de suponerlo ni que dé por reales las cifras -cuando hay detrás el manipuleo del poder-, que efectivamente ganó el PAN por una diferencia mínima. Me temo que una conclusión parecida me produciría la noticia de un triunfo del PRD por la misma diferencia.

Es evidente que el que asuma la Presidencia no deberá gobernar solo. Alternar el poder significa abrir los espacios a la posibilidad de un gobierno constructivo que se complementaría con una Cámara, obviamente decidida, pero susceptible de lograr entendimientos en los problemas sustanciales.

El problema, parece mentira, sería el PRI. Convertido en una estructura fracasada su valor derivaría del apoyo que pudiera prestar a cualquiera de los dos partidos.

El problema es que el PRI, desde hace muchos años, vive sin ideología y sólo con una carga de intereses personales. La gente votaba por el PRI -si es que votaban realmente- por la oportunidad de que el compadre o el amigo consiguiera la chamba que, a su vez, facilitara las cosas al votante.

Detrás de ello no había ideas de ninguna clase. Sólo el dominio de la corrupción.

Si ahora el partido ganador: PAN o PRD entran en un terreno de soberbia, las cosas se van a presentar muy mal. Si, por el contrario, el que gana entiende que el voto obliga a un ejercicio conjunto del poder, las cosas pueden ir razonablemente bien.

En ese caso apuesto por una fórmula conjunta de democracia social. Es lo menos que requiere el país.

 
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