Usted está aquí: viernes 7 de julio de 2006 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Traición de la clase política al país

Abstencionismo, silenciosa protesta

Manos limpias protagonizaron la campaña más sucia

Ampliar la imagen Mapa del último reporte de resultados de la pasada elección para presidente en México, ayer en la sala de prensa del IFE Foto: Cristina Rodríguez

Más allá del rumbo que tome el aún inconcluso proceso electoral, las cifras que arrojan los comicios del pasado domingo no son precisamente para celebrar, porque una vez más el gran vencedor ha sido el abstencionismo, la muda mayoría que así se manifiesta, en silencio, en contra de una clase y un sistema político que le han vuelto la cara al país.

Casi 30 millones de personas optaron por no ejercer su derecho al voto. Se podrá decir que 58.9 por ciento (el número de sufragantes reconocido por el IFEbrando) resulta una proporción mayor a 41.1 por ciento de los silenciosos, pero esta última cifra de ciudadanos es compacta, contundente, mientras que la otra está dividida en varias rebanadas, dos de ellas gruesas con una diferencia de tan sólo medio punto porcentual, que vistas por separado resultan casi 6 puntos menores a la de los mudos.

Tras la mayoría silenciosa (que no es reconocida a la hora de la toma de decisiones, porque -según dice la clase política- "optó por no manifestarse"), la buena nueva es que gobernará al país la primera minoría (la que resulte, una vez concluido el proceso electoral), que en cualquiera de los casos representaría a una tercera parte de los votantes, cerca de una quinta parte de la lista nominal y poco más de 14 por ciento de los habitantes de esta heroica nación.

Tarde que temprano el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tendrá que levantarle la mano a alguien, en señal de "triunfo", de pírrico vincitore de los comicios en los que la mayoría de los ciudadanos mexicanos no votó -porque esa es su silenciosa protesta-, una mayoría que no será considerada en el gobierno de minoría, y quien quiera reclamar que se espere tres años para los comicios intermedios, porque "si no votas, cállate", de acuerdo con el facistoide slogan de los roqueros del canal de las estrellas.

Cada una de las dos principales minorías tiene su propio proyecto de nación, y el pírrico vincitore impondrá el suyo al restante 86 por ciento de los mexicanos. Así es la democracia, se canta a la primera provocación, pero el problema es mucho más de fondo, porque el sistema electoral permite que gobiernen los menos a nombre de los más -aunque los beneficios siempre sean para los primeros, nunca para los segundos-, en un sistema fotocopiado de los grandes corporativos. Un ejemplo clásico de esta circunstancia es Carlos Slim y Teléfonos de México: el primero logró el control absoluto de la ex paraestatal con tan sólo 5 por ciento de las acciones, 5 centavos de cada peso, y la chequera engordó y engordó para los menos, al igual que los precios, para los más.

Una tercera minoría, otrora aplanadora de Estado, se revuelca en su propia mugre, con el 22 por ciento de la votación. Nadie la considera, no existe para el registro, pero más allá de su infame dirigencia, existen los ciudadanos que consideraron válido apoyar esta línea, los cuales tampoco serán incluidos en el programa de gobierno del pírrico vincitore y su 14 por ciento de representatividad nacional. Y al lado de ellos, las rebanadas más delgadas, obtenidas más con oportunismo y revanchismo que con propuestas reales.

"Gobernaré para todos", suele escucharse -se escucha- decir al "ganador" de los comicios, cualquiera que sea. Y la historia nos demuestra fehacientemente que, en los hechos, el gerente de las minorías procede en riguroso sentido contrario a su compromiso público.

"Cambio y continuidad", se escucha entre las promesas de la feria, a sabiendas que ni para las propinas va a haber cambio, mientras la famiglia de la continuidad aplaude de pie. "Manos limpias", presumen, cuando protagonizaron la campaña más sucia y abyecta de que se tenga memoria, y eso que los tricolores se decían dueños y señores del tema. "Elecciones ejemplares", con una "autoridad" electoral sumisa, manipuladora, mentirosa.

Por decreto, una microscópica diferencia de medio punto porcentual impone a la mayoría de los mexicanos un gobierno de minoría con un proyecto ajeno a la realidad y las urgencias nacionales, aún menor que su minúsculo antecesor, algo que parecía imposible, pero que lograron.

Ya se repetirán las execrables escenas de un presidente laico con la cruz en la mano, besando anillos papales y bendiciendo por doquier; de obispos disfrazados de civiles despachando como secretarios de Estado en nombre del Altísimo; a la Virgen de Guadalupe como jefa de gabinete; a la famiglia del "cambio" continuando con los negocios a costillas del erario, como Dios manda; a la cultura en manos de la ignorancia; a los curas viola niños cobijados por el gobierno; al Yunque maquillado de demócrata; al pasado vestido de futuro y tantas otras gracias que conlleva ser la primera minoría en un país de mayorías olvidadas. Y en medio el país, que finalmente les vale madres.

Qué lástima. Y en el exceso, la ridiculez: un país de pobres "gobernado" por un partido de ricos.

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