Usted está aquí: viernes 7 de julio de 2006 Opinión Las mil y una mentiras

Gabriela Rodríguez

Las mil y una mentiras

¡Oh IFE poderoso, cuéntanos una historia que nos haga pasar la noche! ¡Por Alá!, porque si sobrevive el PAN cada noche, no perderemos el poder actual ni seremos la burla del pueblo de México. ¡Prometo que si me enamoro del Poder, evitaré las locuras de los enamorados!

-¡No lo digas! ¡Sería verdaderamente un prodigio único ver salir a un pueblo sano y salvo de la seducción del poder!

-De buena gana, y como un debido homenaje, si es que me lo permite este IFE tan generoso, dotado de tan buenas maneras.

Al oír estas palabras, como si no tuviese ningún sueño, Scherezada, digo, el IFE se prestó de buen grado a escribir una nueva narración. En cuanto el PAN entró en su oficinas, mandó degollar al elegido. Después, persuadido de que no existía político alguno de cuya fidelidad pudiese estar seguro, resolvió deshacerse cada noche de algunos observadores y cambiar algunos datos de la historia, apenas alborease el día siguiente.

Así estuvo haciendo durante días. Todo eran lamentos y voces de horror. La gente corría a mostrar y cotejar actas.

Has de saber que hubo un rey, dueño de grandes riquezas, que tenía un hijo desobediente que intentaba heredar su trono a cualquier precio. Era casado por las dos leyes, en el reino le llamaban El príncipe blanquiazul. Pese a los conflictos anteriores con su padre, Alá, el Altísimo, le dio igualmente propiedades, cuentas bancarias, programas sociales federales, así como espacios en la televisión comercial. Tenía una paranoia severa que le hacía ver un sujeto peligroso en todo enemigo que le quisiera despojar del poder. Exigía a los súbditos que se sometieran a su reino si querían seguir recibiendo dádivas del gobierno de su padre; repartió becas, despensas, leche. Tenía tanto, que en cinco días pudo pasar 3 mil 335 anuncios propagandísticos: en televisión nacional reportó 316 espots, la mayoría en horarios triple A, y durante los partidos de la Selección Mexicana de futbol pudo erogar 42 millones 822 mil 738 pesos.

Al mismo tiempo su contendiente, un viudo plebeyo sin sangre azul, cuya sonrisa emitía reflejos color girasol, tenía el apoyo del pueblo porque había decidido actuar en coalición Por el Bien de Todos y, aunque no tenía tantas riquezas ni programas sociales federales, aprovechó los peores espacios en la televisión comercial, donde logró difundir 2 mil 842 espots por los que habría pagado 23 millones 893 mil 609 pesos.

Cuando el impacto de los comerciales del príncipe blanquiazul empezó a marear al pueblo, hubo un duelo televisivo en el cual los dos candidatos defendieron sus propuestas. Definitivamente el plebeyo viudo fue más convincente y supo atacar mejor. Dos semanas antes de las elecciones había logrado acumular cinco puntos por arriba del hijo del rey. Todas las encuestas mostraron que tenía 36.5 por ciento de las preferencias electorales, en tanto el hijo desobediente contaba con 32.5 por ciento de la intención del voto. El dato era, en sí mismo, una victoria anunciada para la coalición Por el Bien de Todos. Imposible revertirlo en las urnas, ya no había campaña ni debates.

Mas he aquí que se llegó el día de las elecciones y apareció Hildebrando en el IFE con su lámpara maravillosa. Ruego a Alá que te guarde y conserve, ¡oh genio maravilloso!, ¡y prolongue la vida del PAN para nuestro bien, a fin de que seas el ala cuya sombra proteja siempre a nuestros funcionarios! Y ten la seguridad de que él, por su parte, obedecerá siempre sus órdenes y no hará sino lo que manden los empresarios.

De la lámpara comenzaron a salir nuevos datos: los cinco puntos que demostró tener el plebeyo sonrisa de girasol habían desaparecido mágicamente; más bien se habían convertido en un punto porcentual, pero no a su favor, sino que se le otorgaba, sin explicación alguna, al príncipe blanquiazul. Durante la jornada electoral, los datos entre los competidores presentaban correlaciones casi perfectas, "amarradas", como siguiendo ritmos estadísticos fríamente programados que daban siempre preferencia al hijo del rey. A la mañana siguiente aparecían y desaparecían 3.4 millones de votos. Luego empezó un segundo conteo, pero esta vez se revirtieron las cifras por mas de 2 puntos a favor del plebeyo a un ritmo decreciente, pero regularizado.

La luna anunciaba cuarto creciente en la madrugada del jueves y por momentos había cero votos para cada uno de los contendientes a la presidencia. A las 2:42 aún sostenía una ventaja de 0.47 por ciento, pero súbitamente a las 11:02 volvió a aparecer una ventaja para el príncipe blanquiazul de 0.45 por ciento. ¡Oh pueblo que te apenas! ¡Consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida.

Y de los cinco puntos de ventaja del viudo de la sonrisa de girasoles, nunca se volvió a saber nada, ¡absolutamente nada!

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