Usted está aquí: domingo 2 de julio de 2006 Deportes Cosas del Futbol

Cosas del Futbol

Josetxo Zaldúa

Napoleón Bonaparte y Charles de Gaulle duermen otra vez tranquilos. Su lugarteniente, Zinedine Zidane, dejó las cosas en su lugar y guió con mano tan delicada como férrea al ejército azul a las semifinales del Mundial futbolero, a costa de Brasil, cuya oncena fue incapaz de sacudirse el aburguesamiento propio de quien nació sin nada y lo tiene casi todo.

Fue un espectáculo el de Zizou, un anciano del futbol, un jugador que, me comentaba el maestro de la fotografía, Rodrigo Moya, tiene en sus venas el adagio. Después de unas apariciones calamitosas, los franceses, ejemplo además de la Europa del mañana -por su multiculturalidad y riqueza étnica-, se soltaron el pelo y envolvieron al jogo bonito en una telaraña casi invisible.

Fueron 11 obreros, muchos de ellos con mezcla artística, contra 11 brasileños que nunca pudieron descifrar el nivel de sacrificio y voracidad de triunfo de sus oponentes.

Apena siempre que Brasil no llegue a la final del campeonato mundial, pero si eso sucede, como ayer y en las circunstancias de ayer, da menos pena, vaya, no da pena.

A primera hora portugueses e ingleses se regalaron una hermosa paliza. Fue una guerra de 120 minutos, parecida a la del juego entre México y Argentina por su intensidad. Futbol hubo poco, o casi nada. Todo fue emoción. Va Portugal contra Francia, equipos parejos, tal vez con más talento en los galos, que tampoco cantan mal las rancheras cuando tocan arrebato.

América Latina quedó fuera del Mundial. Eso amarga, pero da lo mismo, porque el futbol no entiende de sentimientos. Llega a partir del martes la hora de las grandes potencias sobrevivientes. Todas son europeas, que, se supone, practican el futbol más gris del planeta, el menos artístico. Tal vez así sea pero, tratándose de patadas, la lógica es más subjetiva de lo normal.

Alemania encarará a la siempre indescifrable Italia. Es un choque de trenes. Los alemanes son absolutamente previsibles: se sabe de antemano que pueden ir perdiendo por dos goles y son capaces de meter tres en los últimos cinco minutos. Eso es una virtud, ni modo.

Si ellos son como el agua que hace polvo la piedra, los italianos son el violín adormecedor. Sonríen hasta cuando parten una tibia, son elegantes hasta cuando te mientan la madre. Y, como los alemanes, saben ganar. Los peores enemigos de los teutones son los italianos y los peores enemigos de los italianos son los teutones. Usted, si quiere, apueste.

Yo, mientras tanto, mejor me dedico a votar. Será hoy. No lo olvide.

 
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