Usted está aquí: sábado 1 de julio de 2006 Opinión Fox y el PAN; Atenco: morir matando

Marcos Roitman Rosenmann

Fox y el PAN; Atenco: morir matando

Después de seis años se pueden albergar pocas dudas. El gobierno del PAN y el presidente Vicente Fox pasan a la historia de México como uno de los más represivos, mafiosos, corruptos, violadores de los derechos humanos y articuladores de nepotismo vulgar que ha conocido la nación. Ni el PRI se hubiese atrevido a tanto. Bajo el manto de haber ganado las elecciones presidenciales, construye un mito fundacional de encarnar la transición democrática sintiéndose legitimado para hacer y deshacer a su antojo. Eran los deseos de quitarse de encima al PRI. Aunque sean más neoliberales, es cuestión de mantenerlos a raya y controlarlos. En eso consistía el voto útil. El PRD por esos años no andaba bien, y apoyar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas era malgastar esfuerzos. ¿Recuerdan? Así nace la idealización del PAN y de Fox. Un partido moderno. Un gobierno de consenso, diálogo, paz, libertad y, sobre todo, de transición democrática.

Cumplido el sexenio, la democracia, las libertades públicas y los derechos civiles campean por su ausencia. No hay que ir muy lejos para constatarlo. Salvador Atenco y Oaxaca son las dos acciones recientes que impregnan la retina. Asesinatos, violaciones, expulsiones, torturas, allanamientos. Violencia policial, complicidad de jueces, políticos, gobernadores, ministros y, por último, el Presidente de la República. Todos a una.

Al finalizar su mandato relucen las esencias de sus fundamentos ideológicos y sus principios políticos. La falta de ética y el rechazo a los valores democráticos. Cuando las fuerzas de seguridad del Estado se sienten protegidas para cometer delitos a sabiendas de que no sufrirán castigo, y las responsabilidades se diluyen en culpables menores, estamos en presencia de un poder despótico, donde no se respetan las reglas del juego, se sobrepasan las instituciones, y la división de poderes es mero tecnicismo. La autocracia funciona perfectamente. Los ejemplos más evidentes: los del cuñado, su esposa, la ley Televisa, ley de autonomía indígena, la campaña electoral, el caso Lydia Cacho, por citar sólo unos, pero todos indican el desprecio al principio de la ley, la igualdad, la justicia y el derecho.

Sin embargo, el éxito electoral de Fox y el PAN tras seis años de mandato fue mediático, construido sobre un timo, donde hoy sólo queda la desilusión y la desesperanza. Pero quiere morir matando. Para ello, recurre a la fuerza, por impotencia. Vende pólvora mojada al exterior. Le regala con el discurso de Porfirio Díaz, un gobierno de orden y progreso, al cual no le tiembla la mano para cumplir la ley en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia callejera. En ello se alía con los medios de comunicación social cómplices de su aventura presidencial.

La invasión de Atenco se realizó como un espectáculo y se justificó frente a los televidentes como parte de una lucha contra la subversión. Las fuerzas de orden actuaban para salvaguardar la paz de la ciudadanía. El montaje fue perfecto. Sólo que el pueblo no aceptó ser pieza de rompecabezas, al igual que en Oaxaca, resiste, sean maestros, jóvenes, indígenas o los de abajo en general. La realidad es diferente. Aún así, se insiste. El guión se reproduce sin cuestionarse ningún párrafo. Existe vocación de militancia y compromiso. El relato oficial cobra visos de fe y verdad absoluta. No hay duda, la policía intervino ante la presencia de terroristas. Ellos son la causa de la violencia. Los uniformados actuaron en defensa de la población y los bienes públicos. Así se explica la crónica sobre los acontecimientos de San Salvador Atenco, publicada en el principal periódico de circulación en España, El País, enviada por su corresponsal en México, Francesc Relea, donde la matanza se traduce en el siguiente titular en negritas y a cuatro espacios: "El jefe zapatista apoya una revuelta en el centro de México. Un conflicto local deriva en graves disturbios con dos muertos y medio centenar de heridos". La distorsión y manipulación continúa en las 625 palabras: "Un conflicto entre vendedores ambulantes y autoridades locales degeneró el miércoles en una batalla campal entre grupos de pobladores y policías en el estado de México, que ha causado dos muertos, 11 policías secuestrados y más de 90 detenidos. El subcomandante Marcos, líder zapatista, de gira por el país, se convirtió en protagonista indirecto al brindar su apoyo a la revuelta y declarar en 'alerta roja' a sus seguidores en Chiapas". Con esta lógica, Francesc Relea cubre la noticia. ¿Quién secuestró a 11 policías? No dice nada de las violaciones, de las palizas, de las vejaciones, de las expulsiones. Durante días el mismo corresponsal no es capaz de enviar ni una nota aclaratoria sobre el particular.

La "democracia" del PAN y Fox no debe ser puesta en duda, goza de buena salud en España. Atenco no puede empañar la actuación de un gobierno impoluto. Los muertos y la violación de los derechos humanos no son problemas. Mejor correr un tupido velo y dejar las cosas como están. El caso de las dos cooperantes españolas es un desliz que se puede solucionar por lo bajo. Un llamado de atención y listo. Así, días más tarde, cuando el escándalo es manifiesto, El País saca el caso. Aun así, tampoco significó un cambio de actitud en la manera de enfocar el gobierno del PAN. México vive el mejor de los mundos posibles, no pasa nada, y las inversiones españolas gozan de buena salud; la gobernabilidad está garantizada. El buen comportamiento de El País es retribuido por el PAN: Francesc Relea entrevista al presidente Vicente Fox.

Es una lástima que El País se alinee con el poder institucional del México de arriba, perdiendo otra ocasión para informar sobre cómo el gobierno del PAN viola sistemáticamente los derechos humanos. Lástima. Los muertos de Atenco y sus defensores tendrán que esperan tiempos mejores. México debe seguir luchando; su pueblo perseverar. Fox morirá matando. En España, El País lo protegerá hasta el final.

 
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