Usted está aquí: jueves 29 de junio de 2006 Opinión Elecciones: los nuevos sentimientos de la nación

Heriberto M. Galindo Quiñones

Elecciones: los nuevos sentimientos de la nación

Concluidas las campañas políticas proselitistas de los cinco candidatos que buscan la Presidencia de la República, es bueno recordar y reflexionar en el formidable texto de José María Morelos y Pavón, intitulado Los sentimientos de la nación. A la luz de lo anterior, resulta indispensable llevar a cabo con urgencia varias acciones políticas que generen un ambiente propicio para el cambio de administración federal, independientemente de quién gane y quiénes pierdan. Para empezar, se requerirá un cambio de actitud que nos devuelva la tranquilidad y la posibilidad de reflexión, y que contribuya a restablecer los buenos ánimos y sentimientos que se fueron alterando. Ahora, hay que crear las circunstancias que propicien acuerdos y consensos en bien de México.

Si, como esperamos y deseamos, los comicios resultan limpios y transparentes, será sano, oportuno y útil reconocer y darle legitimidad de inmediato a quien por decisión de la voluntad popular mayoritaria resulte triunfador y se convierta en el próximo presidente de la República. Con buena cara tenemos que acostumbrarnos a los vaivenes de la vida política democrática, que nos hará mejores a todos, pues la democracia en México llegó para quedarse. Sin embargo, tienen razón los que desean y exigen a los actores políticos niveles de mayor calidad y madurez políticas, tanto en el debate de las ideas como en las acciones de gobierno. Ahora deberá privilegiarse la búsqueda de consensos, a partir del respeto a los planteamientos, la composición plural, y los acuerdos en lo fundamental que lleven a la nación hacia estadios verdaderamente superiores, en la convivencia política y en la prosperidad económica, donde el crecimiento y los mínimos de bienestar sean para todos los mexicanos.

Pasadas las elecciones, será el momento de mover todos los hilos para que vuelva la normalidad a todas las áreas de la vida nacional, dejando atrás los agravios y la llamada guerra sucia entre los candidatos con mayores posibilidades de alcanzar la primera magistratura de la nación.

Tiene que privilegiarse la búsqueda de consensos, basados en los principios de la unidad en la diversidad, la composición política plural y los acuerdos en lo fundamental, a los que se refiriera en su tiempo, con tanta claridad, don Jesús Reyes Heroles, uno de los ideólogos, políticos y administradores públicos más lúcidos del siglo pasado.

De vital importancia para la consolidación del nuevo régimen será la primera proclama de quien resulte vencedor. Pensemos en un llamado a la unidad nacional, a la armonía y a la concordia. El primer exhorto a los principales líderes deberá ser para iniciar el intercambio de ideas y las discusiones para integrar los acuerdos que permitan gobernabilidad, conducción, reformas y evolución democráticas, certeras y atinadas, que consoliden a los tres poderes de la Unión.

El segundo mensaje, no menos importante, esperamos que sea para los mercados financieros internacionales y al empresariado nacional, pues desde el 3 de julio será fundamental generar confianza. Para ello hará falta un calendario estratégico de actividades dentro y fuera del territorio nacional.

Para ser convincentes deberá actuarse con seriedad, rapidez, buena fe y sinceridad, pues sin estas características no se lograrán la credibilidad y la certidumbre que se requieren. De no ser así, nada será fructífero y todos los empeños serán infructuosos. Por encima de los intereses particulares o partidistas, deberán estar siempre los de la patria.

En este marco, hará falta constituir una comisión para la transición, que no solamente sirva para el cambio de mandos; que se convierta en un foro integrador, de convocatoria amplia, que escuche los distintos planteamientos y recoja las diferentes propuestas que, bajo la égida de la unidad en la diversidad, propicie la concepción y la redacción del Plan Nacional de Desarrollo del próximo sexenio. El imperativo colectivo tendrá que ser la firma de los acuerdos que permitan transitar de manera pacífica y civilizada, como ocurrió en 2000.

Que no haya más agresiones, ofensas, diatribas o pleitos infructuosos e innecesarios. Digamos sí a la conciliación y a los acuerdos. Digamos sí a los nuevos acomodos, que presenten una nueva cara política de México, la de la concordia y la composición políticas, para seguir avanzando.

Que quien resulte ganador sepa enviar señales, claras y puntuales, que generen un buen ambiente, de tranquilidad y seguridad y, en su momento, sepa llamar a los mejores ciudadanos, hombres y mujeres, para integrar su gabinete y su cuerpo de gobierno.

La sociedad mexicana exige y demanda de sus gobernantes sensatez, capacidad, honradez, patriotismo, equilibrio emocional, austeridad y entrega total, sin extremismos ni entreguismos. Por supuesto que se puede coexistir en un mundo interdependiente y, al mismo tiempo, velar por la soberanía nacional.

Hagamos votos, pugnemos, e incluso oremos, por la paz y la armonía nacionales.

Hay mucho por hacer, pues la proclama del gran Morelos, manifestada hace dos siglos, no se ha cumplido y, en muchos aspectos estamos peor que entonces, y muy lejos aún de moderar la opulencia y la indigencia, como él demandó.

Hoy la nación siente en sus entrañas la difícil situación en la que vive la mayoría de los mexicanos, y espera, con paciencia acotada, el advenimiento de tiempos mejores.

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