Usted está aquí: miércoles 28 de junio de 2006 Política México: construir el proyecto alternativo

Víctor M. Toledo

México: construir el proyecto alternativo

La realidad no es un tablero de ajedrez. Más allá de los blancos y negros siempre existe la gama de grises, la que se hace más fina conforme la mirada se agudiza. Sin embargo, hay momentos en el devenir de la vida y de la historia en los que la alta tensión de las contradicciones obliga a trazar, tentativa y momentáneamente, un deslinde radical y absoluto. ¿Será válido suponer que las elecciones de este 2 de julio son un dilema entre la izquierda y la derecha? La respuesta correcta es doble.

No, en tanto que cada vez es más difícil trazar una línea tajante entre lo que se denomina izquierda y lo que se concibe como derecha; más aún cuando el dilema político del siglo XX (capitalismo o comunismo) no existe más. Si alcanzamos a identificar a la derecha con el neoliberalismo, se puede ser antineolibe- ral sin ser necesariamente anticapitalista; sin embargo un anticapitalista difícilmente podría invocar la necesidad de establecer a estas alturas del juego "la dictadura del proletariado". ¿Dónde está entonces el proyecto alternativo de la izquierda?

La pregunta anterior obliga a formular un planteamiento diferente. Si abandonamos la geometría convencional, las definiciones acostumbradas y acartonadas de la política, arribamos a una dimensión más amplia, que podríamos llamar cultural e incluso civilizatoria, donde ser de izquierda o de derecha se vuelve además un asunto ético, social, ecológico y espiritual, que responde a las especiales circunstancias, procesos y particularidades del nuevo milenio. Tras varias décadas de neoliberalismo, inusitado movimiento del capital, innovación tecnocientífica, incremento y concentración del poder militar, y un mundo cada vez más dominado por el poder corporativo, el "sueño neoliberal", que prometía bienestar, trabajo y seguridad para todos, se ha convertido en una "pesadilla planetaria".

Hoy, el capitalismo y su aparato tecnoindustrial han convertido el planeta azul en un mundo de desigualdades, contrastes y riesgos: gigantescos rascacielos, centrales nucleares, máquinas que hacen nuevas máquinas, miles de sustancias peligrosas arrojadas sin precaución, aguas y aires contaminados, cementerios de ojivas, plásticos, chatarras y materiales radiactivos, y millones de seres humanos excluidos, marginados, explotados o enajenados. El riesgo se ha convertido en el principal producto de una sociedad donde todo se compra y todo se vende.

La modernidad industrial moldeada por el capital corporativo (la mitad de la economía mundial la dominan 500 empresas con sólo 1.7 por ciento del total de la fuerza de trabajo) está provocando algo aún más preocupante: el quiebre, deterioro o afectación de los procesos de la naturaleza (locales, regionales y globales) por medio de los cuales el planeta había sido hasta ahora un espacio habitable. En la última década han surgido eventos climáticos inesperados como la secuencia mundial de incendios forestales de 1997-98, las sequías en varios sitios del mundo, el calor canicular que azotó a Europa en 2003 (provocando la muerte de más de 25 mil ciudadanos) y el incremento en número, fuerza y duración de los huracanes. Hoy, el calentamiento global provocado por la contaminación industrial y la destrucción de selvas y bosques no sólo es un fenómeno comprobado y avalado científicamente, sino amenaza en convertirse en un evento global de consecuencias inimaginables. Las "orgías del capital", celebradas cada vez más disipadamente, están volviendo este periodo de la historia un asunto de supervivencia de toda la especie.

Es en este contexto planetario e histórico donde debe ubicarse la actual contienda política de México, pues el destino de la nación se encuentra marcado y enmarcado por los procesos globales que hoy ocurren en el mundo. El dilema político del país es un dilema civilizatorio: o se sigue alimentando una modernidad que margina, explota o enajena a los ciudadanos, que vuelve al mundo un espacio de mayor riesgo, que incrementa la amenaza ecológica y aumenta la descomunal concentración de capital y pone a la política al servicio de las elites, o se avanza hacia una "modernidad alternativa", basada en la restauración ecológica, la equidad, la disminución del riesgo, el control social del mercado y la política, la democracia participativa y la recuperación de la cultura y la historia. El dilema de México, como el del resto del mundo, es entre "neoliberalismo o sustentabilidad", concebida esta última como control social, autogestión, regeneración de las redes vitales y societarias y democratización de la política, el dinero, el conocimiento y la tecnología.

México, como el resto del mundo, se encuentra cada vez más frente a un futuro que aparece como un camino que se bifurca. Y este dilema supremo que desborda los antiguos y anquilosados marcos y coordenadas de la teoría, obliga no sólo a reinventar la política, sino a construir un proyecto alternativo al neoliberalismo a partir del desbrozamiento de todos y cada uno de los aspectos que forman la vida social y las relaciones de ésta con la naturaleza.

Con excepción de Andrés Manuel López Obrador, quien reconoce en el neoliberalismo el gran enemigo a vencer, ninguno de los candidatos alcanza a vislumbrar un escenario que registre mínimamente el dilema de nuestro tiempo arriba planteado. Y aun él, que ha insistido en el plano de la retórica en la necesidad de poner en práctica un "proyecto alternativo", no lo hace explícito en sus planteamientos hasta ahora formulados. Tal parece que su visión es más el producto de una poderosa intuición política que resultado de una reflexión bien sustentada. De ahí la necesidad de construir(le), colectivamente, un proyecto alternativo que puntualice todos y cada uno de los campos que integran una política de Estado, asunto que abordaremos en próxima entrega.

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