Usted está aquí: viernes 23 de junio de 2006 Economía Economia Moral

Economia Moral

Julio Boltvinik

Voto por la esperanza

¿Se han polarizado las preferencias electorales o las necesidades políticas?

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

Las "preferencias electorales" se han polarizado de manera extrema entre AMLO y Calderón. Para algunos han dejado de ser preferencias electorales para convertirse en necesidades políticas. La expresión que he escrito entre comillas está tomada de la teoría neoclásica del consumidor, que ve al ser humano como Homo economicus que maximiza su utilidad (placer o bienestar) eligiendo en el mercado según sus preferencias. Al hablar de preferencias electorales, ubicamos la decisión de votar por algún candidato en la misma categoría conceptual de la elección entre marcas de refrescos. Con ello convertimos el acto electoral (símbolo de la democracia) en algo irrelevante o light. En mis trabajos sobre pobreza distingo preferencias (o deseos) de necesidades por el hecho de que es sólo la insatisfacción de las últimas la que se traduce en daño humano. Por ello, al decir que las "preferencias electorales" de algunos se han transformado en "necesidades políticas", expreso la posibilidad de que los resultados electorales conlleven tal importancia para una parte de la población que, cuando son adversos, signifiquen un daño humano directo.

Es usual pensar que, con excepción de políticos profesionales, militantes de partidos y los candidatos mismos, los demás ciudadanos que participan en un proceso electoral no se ven afectados directamente por los resultados (aunque sus intereses personales puedan verse afectados por las políticas que el ganador lleve a cabo). Con ello se reduce el ciudadano al ser egoísta que piensa sólo en sus propios intereses. El "ser genérico", representante de los rasgos universales de la especie humana, y preocupado por el futuro de la humanidad y del planeta, queda así borrado del mapa. Son sólo las personas capaces de superar el egoísmo -mirar más allá de sus intereses personales- quienes han desarrollado necesidades políticas, más allá de las preferencias electorales. Ellas pueden sufrir daño humano con los resultados electorales, aunque no afecten sus intereses personales. He identificado muchos "seres genéricos" que van a votar por AMLO, que a su vez es un "ser genérico". En el bando de Calderón no creo que existan. Tanto los simpatizantes, como los militantes, y Calderón mismo, me parece que defienden directa y exclusivamente los intereses económicos (y los privilegios legales) de los ricos (y de quienes con ellos se identifican).

La inmensa mayoría de los que votarán por AMLO lo harán con una visión estrecha, egoísta: votarán por él la inmensa mayoría de los pobres (y de estratos medios de la población) porque saben que será quien "más los ayude". Lejos de la ciudadanía social, no exigen sus derechos, apenas buscan ayuda. El proyecto de AMLO, como mostré en la entrega anterior (16/6/06) analizando el modelo social universalista basado en derechos sociales que adoptó en el DF, es un proyecto de construcción de ciudadanía social. Creo, por ello, que una parte minoritaria, pero importante del voto por AMLO, sobre todo en la ciudad de México será en el espíritu de la ciudadanía social.

Ayer apareció un desplegado en La Jornada en apoyo de la candidatura de AMLO, firmado por "integrantes de la comunidad académica, científica, humanística, artística y cultural de México". Saludo el desplegado. Sin embargo, ¿están con AMLO porque a las mayorías les irá mejor, o sólo porque a los que suscriben les irá mejor? La duda me surgió al asociarla con la postura egoísta que una parte de dicha comunidad asumió en la disputa nacional por el IVA en 2001-2003, cuando parcializaron su postura y se opusieron al IVA a libros y a otros productos y servicios culturales, pero no se opusieron al IVA a alimentos, medicinas, transporte público y consultas médicas. El desplegado, si bien señala que los firmantes confían en el Proyecto Alternativo de Nación, se apresura a agregar (sin haber señalado rasgo general alguno de dicho proyecto): "que incluye un compromiso franco y decidido con la educación pública, la cultura, la ciencia y la tecnología". Navega así, de manera intermedia, como se aprecia, entre la actitud genérica y los intereses de grupo.

Volvamos a la polarización entre los dos candidatos punteros en las encuestas. Los ricos, y quienes se identifican con ellos, temen el triunfo de AMLO y ven en Calderón la continuidad que les favorece. Los pobres, y quienes nos indignamos con la injusticia social de la que deriva su situación, vemos en AMLO la posibilidad real de abatir la pobreza y la desigualdad significativamente y de avanzar hacia una sociedad menos injusta. En los simulacros electorales realizados en las universidades de la zona metropolitana de la ciudad de México (ZMCM), un conjunto de la población con estructuras de edades y niveles de educación homogéneos, en el mismo espacio territorial, se manifiesta agudamente la polarización electoral clasista: en las universidades públicas los jóvenes estudiantes y sus maestros están abrumadoramente con AMLO; en las privadas (a las que asisten sólo los que pueden pagarlas) gana Calderón de calle.

Después de cuatro sexenios (casi un cuarto de siglo) de gobiernos neoliberales que han defendido y privilegiado a los ricos, torciendo la ley cuantas veces fue necesario para ello, y han deteriorado intencionalmente los salarios reales, agudizando así la polarización social, no debe extrañar que la contienda electoral se haya polarizado socialmente. Aunque hay un grupo muy numeroso que mantiene su voto a favor del PRI y de su candidato (por lealtades del pasado o circunstancias locales, y que en las universidades de la ZMCM es casi inexistente), y cuya afiliación de clase no es tan clara como las de quienes votarán por AMLO y por Calderón, parece posible ver esta elección como un referéndum entre dos modelos de políticas públicas: uno, el de Calderón, que privilegia los intereses de los ricos (empresarios, rentistas, y los profesionales que les prestan servicios), y el segundo el de AMLO, que privilegia los intereses de los pobres.

propuesta (explícita o implícita) de Calderón (a pesar de ofertas desesperadas de última hora como pagar el IMSS a los jóvenes en su primer empleo o reducir a la mitad el precio de la electricidad) es la continuidad (y radicalización) del modelo neoliberal en lo económico y en lo social, con dos ingredientes adicionales: a) hostigamiento y represión policiaca para quienes pretendan obstaculizar las reformas neoliberales pendientes y la implementación de programas y proyectos (sindicatos independientes, Atenco, La Parota); b) mayor injerencia en la vida pública de las doctrinas y prácticas católicas (defensa de la vida del embrión unida al menosprecio de la vida de las mayorías). A diferencia del Fox de los primeros cinco años (y a semejanza del Fox de los últimos meses, al que ha aplaudido), a Calderón no lo frenaría el respeto a los derechos humanos. A semejanza de Fox, pero de manera más radical, tampoco lo detendría la legalidad. Así como propició que se otorgaran contratos a su cuñado, y viene usando información no pública de los padrones de beneficiarios, así como apoyó el desafuero y el Fobaproa, no lo detendría la ley para favorecer, en lo particular, a los grupos económicos que han financiado su campaña y para establecer su modelo que podemos calificar, dado lo dicho antes, como neoliberalismo católico represivo.

Andrés Manuel ha insistido con mucha convicción en que cambiará la política económica para que la economía crezca y genere muchos empleos. Lo que ha especificado de esta nueva política económica son la disminución de precios de energéticos (gasolinas, electricidad y gas) y un gran programa de obras públicas, ambos financiados por el triple mecanismo de eliminar la corrupción, disminuir la evasión fiscal y reducir el gasto innecesario del gobierno (lo que podría llamarse el gasto cortesano o real) estableciendo la austeridad republicana bajando los sueldos y prestaciones de los altos funcionarios, así como gastos en viajes, automóviles nuevos, exceso de personal de apoyo en las oficinas superiores, etcétera). Este paquete estimularía el crecimiento económico y reduciría la desigualdad. En lo social, ha sostenido que universalizará algunos programas sociales (pensiones, atención médica y medicamentos gratuitos, acceso a la educación media superior pública gratuita) y que mantendrá los programas actuales que funcionan bien.

Se trata de un paquete importante pero modesto, que podría acelerar la marcha de la economía y beneficiaría de inmediato a la población sobre todo, pero no sólo a las mayorías (haciendo honor a su lema "primero los pobres"). Si bien no resuelve todos los problemas económicos (como la sobrevaluación del peso, que arruina la competitividad-precio de la economía), ello se explica porque AMLO está prometiendo (haciendo honor a su lema "cumplir es mi fuerza") sólo lo que puede alcanzar sin que concurran otras fuerzas, como el Congreso y el Banco de México. Ha dicho de éste que le gustaría que actuara como la Reserva Federal (el banco central de EU), que no sólo procura evitar la inflación sino estimular el crecimiento económico, pero que será respetuoso de su autonomía. Justamente por ello son creíbles sus promesas.

Abatir la evasión y eliminar la corrupción supondría un paso gigantesco en la vigencia del estado de derecho. La evasión en el país es gigantesca. Su reducción podría significar la diferencia entre un Estado pobre, incapaz de cumplir sus responsabilidades sociales, que tiene que ordeñar a Pemex y negar recursos a los usos más básicos, como los medicamentos a las clínicas y la conservación en las escuelas, y un Estado fuerte que sí pueda desempeñar estas funciones. La evasión proviene de empresarios que no pagan (o casi no pagan) impuestos en sus empresas (ni tampoco como personas físicas), realizando compras y ventas sin facturar o por otros medios. La manera más fácil de hacerlo es comprando de contrabando y vendiendo a través de ambulantes, con lo que la evasión fiscal y la informalización de la economía van unidas de la mano. La evasión fiscal en las empresas grandes (que por razones de control interno no pueden dejar de comprar con factura y vender con factura o con controles internos equivalentes para fines fiscales) se lleva a cabo a través de triquiñuelas de abogados y contadores (en las trasnacionales una muy obvia es la de los precios inflados de lo que la trasnacional compra fuera, reduciendo en apariencia sus ganancias locales) y se le suele llamar elusión fiscal. En ambos casos, la colusión de la autoridad avala la evasión y la hace impune. Por ello la insistencia de AMLO en la lucha contra privilegios empresariales (contra el "derecho" a violar la ley).

En mi interpretación, se trata sólo del paquete inicial. Después se podría ir avanzando en políticas públicas no neoliberales (política económica que estimule el desarrollo nacional y política social más universalista) a medida que se logre pactar con otros partidos en el Congreso, para llevar a cabo las reformas legales necesarias. Ha dicho AMLO que convocará después de las elecciones a un pacto nacional. Creo que hay muy fuertes posibilidades de lograr cambios importantes con el apoyo del PRI en el Congreso, en la medida que la polarización en la campaña ha sido sobre todo con el PAN. Con AMLO la esperanza se mantiene viva. Por ello mi voto será por los candidatos de la coalición Por el Bien de Todos, tanto en elecciones federales como en las del Distrito Federal.

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